Capítulo 27

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-¿Me ayudas un momento con los vasos de repuesto? -me pregunta Tyler con una mueca de disculpa, notablemente estresado.

Aunque no es el dueño de la casa ni el que ha organizado la fiesta, lo parece, ya que el responsable de todo esto ha desaparecido hace veinte minutos con una chica, cediéndole al joven todo el marrón.

-Claro -le aseguro, dejando un momento sola a Mia mientras le echo una mano.

Por una parte, me preocupa separarme de ella, pero solo será un segundo, no pasará nada. O eso es lo que creo yo antes de que todo me estalle en la cara. Estamos en la despensa, rebuscando entre los armarios y estanterías, pero no encontramos nada.

-Voy a mirar en la cocina de nuevo, espérame aquí -me informa antes de marcharse.

Sigo inspeccionando el lugar, sin dar con los dichosos vasos. Llevamos más de diez minutos ahí metidos y no me hace gracia que Mia esté sola tanto tiempo, me preocupa que se vuelva a escapar o peor, que su acosador la encuentre. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza, pero no es debido al mal presentimiento, si no a la sensación de tener a alguien observándome de cerca. Me giro lentamente para encarar al susodicho. El rostro de Chase se ilumina por la luz que entra por la puerta cuando da un paso al enfrente, acorralándome entre la estantería y su cuerpo.

-¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Tyler? -pregunto rápidamente, notando el miedo recorriendo mis venas.

-Tyler no vendrá, cariño, era una treta para dejarme a solas contigo -la realidad me golpea como un puñetazo directo en la mandíbula-. Él no sabe cuáles son mis verdaderas intenciones, simplemente cree que está ayudando a un amigo a ligar.

-Eres un capullo -las palabras salen antes de que pueda controlarlas. Sonríe malévolamente antes de decir:

-Me gustan que se resistan -sin poder reaccionar, me tapa la boca con su mano y me rodea el tronco con el otro brazo, inmovilizándome por completo. Sé que por mucho que grite, el elevado volumen de la música ahogará mis súplicas, por lo que ya ni lo intento.

Me eleva con facilidad, guiándonos hasta una de las habitaciones más alejadas del bullicio. Esto no me puede estar pasando. En lugar de estar muerta de miedo -que también- el enfado es el sentimiento que predomina mi estado de ánimo. Tengo que pensar rápido en un plan para huir de él, así que debo guardar todas las energías que pueda para el momento exacto.

Una vez llegamos a la estancia en cuestión, cierra la puerta con llave y la deja sobre la cómoda que está apoyada junto a la salida. Bien, ya tengo vía de escape, ahora solo me queda averiguar cómo narices liberarme de su agarre. Cuando siento que la intensidad de su fuerza sobre mí disminuye, aprovecho para darle un cabezazo en la nariz. El chasquido que se oye me indica que es probable que se la haya roto, así que, al menos, no habrá salido indemne. Me suelta completamente para llevarse las manos a la zona adolorida, y es ese instante el que uso para echar a correr. Pero antes de que pueda siquiera alcanzar la manecilla, siento como sus dedos se enredan en mi pelo, tirando hacia atrás con fuerza, logrando que caiga al suelo y me golpee la nuca con brusquedad.

Mi boca se abre en un quejido mudo y, sin darme tiempo a reaccionar, vuelve a agarrarme de la cabellera y me levanta. Esta vez sí grito por el dolor. Me tira de mala manera sobre la cama, colocándose rápidamente encima, inmovilizándome. Para más seguridad, se saca su cinturón y me lo ata alrededor de mis muñecas, apretando demasiado. Probablemente empiecen a sangrar en poco tiempo.

-No te vas a escapar tan fácilmente, preciosa, nadie lo hace. Ni siquiera la novia del estúpido de Adams. ¿Por qué te crees si no que se intentó suicidar? -me informa con una sonrisa terrorífica en el rostro. El fluido rojo que le sale de la nariz y la mirada desorbitada y psicópata que presenta solo le da un aire más espeluznante.

La desaparición de Mia CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora