Capítulo 36

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No es para nada lo que me esperaba, en absoluto. Me refiero a la reacción de Sonia ante su charla con Ash. Según nos cuenta el chico, no ha habido gritos, ni lágrimas, ni escenitas incómodas y completamente innecesarias de novia celosa. Todo me parece demasiado bueno para ser real, es como la calma que precede a la tormenta. Quizás esté exagerando, pero me esperaba prácticamente la tercera Guerra Mundial.

-¿Qué le has dicho exactamente? -insisto, creyendo que lo más probable es que haya malinterpretado sus palabras.

-Pues que no siento lo mismo que ella siente por mí, que le agradecería que dejara de actuar como si fuéramos pareja y que se dé a sí misma la oportunidad de encontrar a alguien que le pueda dar todo lo que yo no soy capaz -repite por enésima vez.

Es imposible que haya tergiversado tanto las cosas como para entender lo que no es. Se lo ha dicho muy clarito y sin posibilidad de confusión. Y eso solo empeora las cosas. ¿Por qué Sonia no ha estallado? ¿Por qué simplemente se ha limitado a aceptar su derrota y dejar libre a su enamorado? No me cuadra, aquí hay gato encerrado. Pero durante todo el día no ocurre nada fuera de lo normal, lo que me alarma todavía más.

No temo por nadie en concreto -si lo hiciera obviamente sería por Mia-, porque sé que Ashton ha omitido la parte en la que le dice que existe una tercera persona. De todas maneras, aunque la joven no tuviera una cabeza de turco a la que culpar, sería capaz de dirigir su ira y su afán de venganza hacia toda la población femenina del instituto. Por eso, que las cosas estén tan tranquilas, no es signo de buen presagio.

Mi mejor amiga y yo llegamos a casa andando, puesto que el entrenador ha reunido a los del equipo después de las clases para no sé qué de una reunión urgente. Se rumorea que uno de los jugadores se va del instituto, pero no he llegado a averiguar de quién se trata. Tampoco es que me importe demasiado, la verdad, tengo asuntos más importantes que atender. Y uno de ellos se encuentra sentada justo delante de mí con una mueca de desagrado y unas enormes ojeras bajo sus rojos e hinchados ojos, consecuencia de haberse pasado la noche en vela y llorando.

-¿Has hablado ya con él? -pregunto al fin, cansada del tenso silencio en el que estamos sumidas.

-No pienso dirigirle ni una palabra a ese bastardo -espeta sin apartar la vista de su plato. La dureza en su voz me sorprende.

-¿Qué? Pero si ayer quedamos que le darías una oportu... -empiezo a reclamarle, pero me interrumpe antes de que pueda siquiera terminar.

-Le he visto con Sonia durante el almuerzo -me explica, y esa vez sí que me mira-. Había decidido que ese sería un buen momento para charlar con él, pero al verlos tan acaramelados no he querido interrumpir su burbuja de romanticismo -hacía mucho tiempo que no estaba tan molesta por algo.

-¿Qué has visto exactamente? -inquiero cautelosamente, suponiendo que lo debe haber malinterpretado por completo.

-Le estaba acariciando la mejilla -susurra, apenas audiblemente-. El muy maldito la estaba tocando.

-¿Y ya está? ¿Solo ha sido eso? ¿Una carantoña? -sus ojos se abren como platos ante mis palabras.

-¿"Solo"? -repite, incrédula-. ¿Cómo que "solo"?

-Le estas dando demasiada importancia a un simple roce, Mia -por su expresión temo que me vaya a clavar el tenedor en la mano-. ¿Ha pasado algo más? ¿Se han besado?

-No que yo sepa -responde a regañadientes.

-Entonces esa caricia no significa nada -sentencio. Está meditando mi punto de vista y, por el semblante de su rostro, no le agrada demasiado descubrir que puede que tenga razón-. Tienes que dejar que se explique, al menos escúchale, luego ya decidirás si le mandas a paseo o no.

La desaparición de Mia CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora