Capítulo 13

122 18 0
                                    

-Llama -me urge Logan, pero no me muevo-. ¿A qué estás esperando?

-Si no lo haces tú -me amenaza Ashton-, lo haré yo.

Sigo sin despegar la vista del papel. Hay algo que me da mala espina de todo este asunto. Cuando veo que los chicos están por marcar el número de teléfono, se lo impido.

-Esperad -les digo, arrebatándole el móvil a mi vecino-. Tengo un mal presentimiento.

-¿Crees que la nota es falsa? -inquiere Will.

-Quizás el acosador encontró la verdadera carta de Mia y puso otra para despistarnos -aventura Jake.

-No, no creo que sea falso -les interrumpo antes de que monten una teoría digna de una película de Steven Spielberg-. Su letra es muy difícil de plagiar, y debería conocerla demasiado bien como para saber que estos momentos son los más importantes para ella.

-¿Entonces? -preguntan al unísono, confundidos.

-Si se ha tomado tantas molestias en cifrar el número, es porque no se siente segura del todo -les digo, a lo que ellos asienten-. Puede que crea que la siguen vigilando, o que nos espían a nosotros para que la llevemos hasta ella.

-Eso es una locura -Logan no parece muy convencido-. Solo somos un puñado de adolescentes, no el Presidente de Estados Unidos.

-Para el acosador -insisto-, Mia es como si fuera la Reina de Inglaterra, lo es todo para él. Por lo que eso nos convierte a nosotros en medios para encontrarla.

-Me siento utilizado -murmura teatralmente Jake. Estoy a punto de soltar un comentario acerca de que así se deben sentir las chicas con las que se acuesta, pero me contengo, no es el momento ni el lugar para empezar una discusión.

-Suponiendo que Brooke tiene razón, lo más cauteloso sería llamar desde una cabina telefónica -sonrío a Ashton por apoyarme-. Porque estamos de acuerdo en que hay que llamar, ¿no?

-Por supuesto -dicen los demás. Se me quedan mirando ante mi silencio.

-¿Es que acaso no quieres encontrarla? -me espeta Logan con veneno en sus palabras.

-Soy la que más lo desea en esta habitación -le devuelvo el mismo tono brusco que ha utilizado él.

-Chicos, no es momento de... -empieza el que ha apoyado mi teoría, pero enseguida es interrumpido.

-Eso no es cierto -los ojos de mi vecino chisporrotean de rabia. Da un paso adelante, intimidante-. Es mi hermana, ¿cómo no querría que volviera?

-Eso mismo creía yo -me acerco hasta él, encarándole, demostrándole que no me da miedo-. Pero al parecer esta tarde no pensabas lo mismo, ¿eh?

-¿Y eso qué demonios tiene que ver? -exclama exasperado mientras se pasa las manos por el pelo.

-¡Todo! -le respondo en el mismo tono. Estoy furiosa-. Porque mientras tú estás acostándote con tu noviecita, los demás estamos aquí partiéndonos los cuernos intentando descifrar las pistas que tu hermana nos deja -recalco el posesivo-. Mientras nosotros hacemos el trabajo sucio, tú estás por ahí pasándotelo en grande, viviendo la vida loca, sin preocupaciones, sin dolores de cabeza, para después colgarte las medallas por los resultados de nuestros esfuerzos.

Muy lentamente acorta la distancia entre los dos. Su aliento choca contra mi rostro, sin embargo, esta vez no me produce temblores en las piernas, sino ganas de partirle la cara.

-No tienes ni puta idea de nada -dice apenas susurrando, con una emoción escondida que no soy capaz de identificar. Sus palabras golpean contra mi piel, traspasándome y llegándome hasta el alma-. Así que piénsatelo mejor antes de soltar mierda por esa boca que tienes.

La desaparición de Mia CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora