Capítulo 45

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-Logan, espera -le llamo empezando a caminar tras él, pero me ignora-. Mierda -me quejo mientras acelero mis zancadas hasta convertirlas en un ligero trote que me coloca junto al chico en cuestión-. Tienes que parar, por favor -imploro poniéndome delante de él, cortándole el paso.

-¿Eres consciente de lo que supone esto? -me pregunta furioso levantando uno de los periódicos que casualmente estaba por ahí.

-Lo sé perfectamente, me perjudica directamente a mí -le recuerdo frunciendo el ceño. Parece ser que mis palabras surgen efecto, porque su expresión se relaja casi imperceptiblemente. Tras un largo suspiro en el que trato de tranquilizarme, añado: - Simplemente déjame hablar a mí, ¿vale?

No muy convencido ni de acuerdo con mi petición, asiente. Retomamos el camino hacia el despacho del redactor escolar y entramos sin tan siquiera llamar a la puerta. Tenía pensado ir de buenas para así conseguir sacarle más información, pero lo que ocurre al irrumpir en la habitación trastoca por completo mis planes.

-Hola, preciosa -flirtea conmigo un chico que ya se encontraba en el interior de la habitación. Justo después me lanza un beso y me guiña el ojo. Logan se sitúa justo a mi lado y lo mira con los puños apretados.

-Piérdete -le espeta con un tono de voz amenazante. El aludido se encoge en su sitio y se apresura a salir por patas.

-¿Qué demonios te hemos hecho para que publiques esto, Michael? -inquiero estampando un ejemplar del noticiero en su pecho.

Sus ojos reflejan miles de emociones, entre las cuales puedo identificar la culpa, el remordimiento y el temor. Se coloca bien las gafas, carraspea torpemente y mira a ambos lados nerviosamente. Su actitud me desconcierta, ¿qué está ocurriendo?

-Lo siento mucho, Brooke, de verdad -empieza a decir con lástima-. Pero no tenía elección.

-¿A qué te refieres con que no tenías elección? -interviene molesto Ashton.

-Él me obligó -murmura inaudiblemente tras unos exasperantes minutos de silencio. Las palabras se atoran en mi garganta ante su confesión.

-¿Quién? -insiste Logan, quien ha pasado un brazo alrededor de mi cintura en señal de protección y de apoyo.

-No sé quién es -admite negando con la cabeza y sin ser capaz de mirarnos directamente a la cara.

-Necesitamos más que eso -farfulla Mia entre dientes-, nos lo debes.

Es cuando se le quiebra la voz al decir la última frase que el periodista levanta la vista. Al darse cuenta de nuestras expresiones y nuestro estado de ánimo, el arrepentimiento es lo único que nubla sus facciones.

-Lo siento, de veras, chicas, sabéis que no tengo nada en contra vuestra -empieza a disculparse de nuevo, pero inmediatamente calla-. Ayer recibí un sobre con unas cuantas docenas de fotos, una nota, lo que parecía ser un artículo y un USB. En la nota decía que tenía que publicar la noticia en primera plana, tal cual estaba escrita ahí, sin modificaciones y acompañada de las imágenes que más oportunas creyera. Pero tenía que asegurarme de que se os diferenciaba bien a vosotras.

-¿Y las vendiste? ¿Así, sin más? -pregunta incrédulo Jake, quien se también se ha añadido a nuestra pequeña charla.

-No es tan simple como parece -cabecea de nuevo el interrogado-. En el USB aparecía un vídeo en el que salía yo. Besando a un chico -vaya, eso sí que no me lo esperaba-. Por vuestras caras no creo que me entendáis. Mi padrastro es el ser más homófobo que existe en la tierra. He recibido más de una paliza solo por estar hablando con algún amigo en el porche de casa o en sus coches -mientras nos narra su triste historia, que ha formado un nudo en mi estómago, se eleva la camiseta, dejando ver un enorme corte ya cicatrizado en sus costillas-. Esto me lo hizo tras pasar una tarde con mis primos, porque según él no paraba de ligar con ellos y de vender como una prostituta barata, palabras textuales.

La desaparición de Mia CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora