Capítulo 49

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NARRA BROOKE

Siento unos dedos acariciando mi mejilla, pero no soy capaz de abrir los ojos. El toque persiste y quiero despertar para ver de quién se trata. No lo logro, por lo que me centro en mis otros sentidos. Recuerdo vagamente la paliza de Britt, a Logan transportándome hasta la enfermería de Frankie y al doctor diciendo que tenía un par de costillas rotas y que me suministrarían calmantes para intentar apaciguar el dolor.

Supongo que sigo en la habitación del hospital, el sonido del dispositivo junto a mí monitorizándome y el olor a antiséptico me lo confirman. Agudizo el oído intentando captar más información, sin obtener demasiados resultados. La estancia está sumida en un silencio abrumador, interrumpido solo por mi respiración y los pitidos que reflejan el ritmo de mi corazón. Muevo una mano y frunzo el ceño, como si quisiera dar a conocer que estoy despierta. La persona que me había acariciado segundos atrás entrelaza sus dedos con los míos.

Al principio creo que se trata de mi vecino, pero no reconozco su tacto, no me resulta familiar y eso me asusta. Esta piel no es tan cálida como la suya y es demasiado suave, la de Logan es más rugosa, sin llegar a ser áspera y desagradable.

Alarmada de quién puede ser mi acompañante, me esfuerzo por abrir los ojos, y al cabo de un par de intentos lo consigo. En un primer momento, la imagen que obtengo es muy poco nítida, simplemente veo manchas de colores mezcladas entre sí. Después las líneas se van definiendo, empezando a dar forma a lo que me rodea. Me centro en el rostro que tengo delante. Es un hombre. Inicialmente, lo que más llama mi atención, es la enorme cicatriz que tiene en la ceja derecha. Parece reciente, ya que todavía posee ese tono rojizo característico de una herida cerrada hace relativamente poco.

Analizo su rostro detenidamente, mi vista aún se acostumbra a la luz de la sala. Cuando le reconozco mi corazón se detiene y quiero chillar, pero las palabras se quedan atoradas en mi garganta. La mueca de satisfacción que pone ante mi expresión de terror solo empeora mi estado anímico. Sonríe de manera de manera perversa mientras me vuelve a acariciar la mejilla.

-¿Qué haces aquí? -logro preguntar al cabo de un par de minutos.

-Me he enterado de que te habían pegado una paliza y he querido venir a ver cómo te encuentras, bebé -me informa sin dejar de pasar sus dedos por mi rostro.

-No me llames así -exijo mientras me alejo de su toque-. Y márchate.

No entiendo cómo puedo estar tan calmada ante su presencia, debería estar poniendo el grito en el cielo. Sin embargo, aunque sí que me afecta que esté aquí, no lo hace tanto como debería. Supongo que debe ser por los calmantes y por el hecho de que sigo medio adormilada. De todas maneras, percibo mis sentidos comenzando a desperezarse, aunque más lentamente de lo que quisiera.

Me siento como si estuviera encerrada en una especie de jaula mental de la que no puedo salir, con el añadido de que me estoy auto boicoteando. Es decir, es una lucha interna de mi cerebro. Por una parte, sé que debería estar reaccionado de manera más apropiada para la situación, soy completamente consciente de ello; peor por otra parte soy incapaz de hacerlo, es como si los sistemas encargados de llevarlo a cabo no funcionaran correctamente. Es frustrante y desconcertante.

-No te pongas así, cariño -trata de sonar tranquilo y dulce, pero hay un deje de dureza y furia en su voz que me pone los pelos de punta-. Ya te dije que no te ibas a librar de mí tan fácilmente.

-Vete o llamaré a la enfermera -amenazo débilmente.

Los párpados empiezan a pesarme y me quedo sin fuerzas. Mi cuerpo agotado me pide que duerma de nuevo, pero no puedo, no si él sigue aquí conmigo. Una estruendosa carcajada resquebraja el silencio de la estancia, provocando que me estremezca.

La desaparición de Mia CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora