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15 de Agosto 2018

Seattle
Lauren

Después de varios minutos había abierto mis ojos pero el dolor que tenía sobre el hombro me obligaban a cerrarlos y quejarme. Una enfermera muy amable me había indicado que algún médico iba a venir a verme, que tenía que guardar la calma.

Había estado tan equivocada, Camila estaba frente a mis ojos.
Yo no podía soportar verla sin sentir toda esa tormenta de emociones. La odiaba. Dios. Lo hacía demasiado.
Y mucho más al ver que finalmente había cumplido su sueño de ser médico, pero claro con el dinero y apoyo de su padre era muy claro que lo iba a lograr. No había sabido nada después de que se fuera, no hasta ese momento. Alejó sus manos de golpe.

-Hablare a otro doctor, el la va revisar.

Salió del cubículo rápidamente.
Mi corazón no dejaba de latir agitado.
Samuel me miró con intriga y apoyo su mano en la mía.

-Jauregui ¿Pasa algo?
Negué. Solo necesitaba ir a casa de inmediato y abrazar a Megan contra mi pecho.

Minutos después volvió a aparecer. Con sus mejillas encendidas y una lamparilla en sus manos.

-Haré una preguntas, señorita.
Asentí. Su voz era titubeante.

-¿Recuerda que fue lo que le sucedió? Preguntó acercándose hacía mi. No quería que estuviera cerca, tenía ganas de golpear algo de gritar que la alejaran de mi vista. Por dios. Este era el pequeño presentimiento de hace unas horas.

-Me ha caído un trozo de madera ardiendo en el hombro. Dije con esfuerzo.

-¿Nada de golpes sobre la cabeza?
Yo negué. Carraspeó la garganta con incomodidad y la miré apuntar algunas cosas, volvió con la lamparilla y revisó mis ojos, ella había mirado por un largo rato, parecía distraída, luego suavemente deslizó sus dedos por mi cráneo y terminó por hacer alguna otra prueba en mi cuerpo. Ardía mi piel donde ella colocaba su tacto, sentía náuseas, quería empujarla lejos y no haber respirado ese perfume tan suave que tenía. En su bata parecía tan profesional, lucía demasiado atractiva, no como la última vez que la miré, con ojeras y tristeza en sus ojos. Después del parto había dejado de comer como solía hacerlo. Suspiré de forma tensa cuando se alejó de mi por fin. Samuel me miraba sospechoso. Estaba a tan solo dos metros de mi y sentía que de nuevo había invadido mi alma. Dios, ese dolor entumecido en mi pecho por el cual había luchado por meses para quitarlo, estaba de nuevo en mí. Odiaba simplemente el hecho de saber que respiraba el mismo aire que yo.
Revisó la radiografía que al ingresar me habían realizado.
Sonrió a mi compañero y colocándose otro par de guantes, finalmente revisó la herida. Yo me quejé por el dolor.

-Bien, señorita Jauregui, tendremos que dar algunos puntos en su herida.
Asentí sin saber que decir, ya no quiero verla.

Camila

No había tardado nada en darme cuenta que no podía huir del paciente, aunque eso removiera todo sobre mi pasado y no quisiera recordar.
Caminé hacía Lauren de nuevo. Hacía esos hermosos ojos verdes. Después de ella no hubo nadie en mi vida. Era difícil compararla con alguien más.
No era bastante raro que hubiera caído por ella y no por el padre de Megan, siendo adolescentes habíamos sido tan tontas.
Con ansiedad comencé a preparar todo para suturar la herida en su hombro. Me permití estudiarla un poco. Esa parte del hombro lucía realmente firme. Era impactante mirar ahora ese rostro lleno de madurez, su cuerpo y su piel pálida, siempre había sido así. En el colegio le gastaban algunas bromas por eso.
Era bombero. Lo había logrado, yo solo veía eso como un entretenimiento nada más, como un sueño que con el tiempo se le pasaría pero ahí estaba.
Sudorosa y con un buen golpe en su hombro. De pronto me sentí muy preocupada, ¿Que si ese trozo de madera cayera en su cabeza? ¿O se fracturara un brazo? ¿O si tuviera una quemadura grave?
Sus labios se apretaron cuando comencé a lavar la herida.
-Mierda. Soltó cuando usé mucho la fricción.
La persona que estaba ahí algo alejado de pronto apareció en la imagen. Tomó rápidamente su brazo sano.
Se dieron la mano de un momento a otro y eso me hizo enfadar. La distraía si. Aunque en mi mente veía la opción nada agradable de ella casada con ese tipo y cuidando de Megan.
Terminé de limpiar y cambié mis guantes al menos necesitaría 10 puntadas. El chico me miró preocupado.

-Podría esperar afuera por unos minutos señor...
Le dije en tono serio. Asintió y con un buen apretón de manos se despidió de ella.
-Claro que si doctora, estaré afuera. Le dijo a Lauren cariñoso. Se removió algo dentro de mi.

Mala idea ahora estábamos solas. Ella no habló. -Pondré un poco de anestesia local, serán dos pinchazos.
No dijo nada, solo se removió un poco cuando la aguja perforo su piel.
La tensión era terrible, era como si solo estuviera yo y un maniquí con el cual practicar sutura. Lauren no iba a hablar y la entendía.

Comencé a suturar la herida. En un principio ella se quejó pero no dijo nada sobre dolor.
Quería que su piel siguiera igual de linda, así que me esmeré mucho para ello.

-¿Que fue lo que sucedió? No tenia idea de como comenzar una conversación. No es como si pudiera volver después de años a verla y preguntar por mi hija que ahora no era mi hija por que había renunciado a ella. Negué un par de veces. Aún quedaba tejido por reparar y ahora era yo quien tenía dificultad para tomar aire.

-Fue un incendio en un edificio de 10 plantas y si, Camila, ella aún esta conmigo. Respondió con un tono severo.
Se formo un nudo en mi garganta. No podía conversar con ella después de eso.

Su móvil sonó cerca de la camilla.

-Tengo que tomar la llamada. Con un movimiento leve tomó el móvil de la mesa al lado. Latía mi corazón de solo imaginar que fuer Megan al teléfono, debía tener una voz tierna y...negué no tenia el derecho a si quiera pensar en ella.

-Hola mamá, si, me han tenido que reparar el hombro...no es grave te lo aseguro estaré en casa pronto y dile que debe dormirse, mañana debe ir a la escuela.
Minutos después colgó justo cuando yo terminé. Hablaba de ella, Megan debía estar aún en preescolar. Mis manos temblaron otra vez.

Después de limpiar y colocar un parche, ella se sentó demasiado ansiosa por irse del lugar.

-Debes tener cuidado y no puedes sentarte así de rápido puedes marearte. Ordené.

-No me digas que tengo que hacer. Elevó la voz.
El silencio se plantó más profundo entre las dos.
Mis ojos lucharon por mantenerse sin lágrimas pero fue imposible. Luego me miró fijamente.
-Muchas gracias.
Torpemente se colocó una blusa sucia y rasgada. Pude observar su rostro mucho mejor. Completamente manchada por el humo y un pequeño corte en su mejilla, como un rasguño.

-Lauren. La llamé con mi corazón en un puño.

-No digas nada, simplemente olvida que nos volvimos a ver.
Con un poco de debilidad siguió caminando dejándome con la peor sensación de vacío en mi pecho. No tenía idea de como sobrevivir al resto de la noche, no después de volver a verla e imaginar lo grande que Megan debía estar.
Si mantenía esa carita de piel blanca y sus ojos seguían semejantes a los de Lauren.

Cuando te fuiste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora