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19 de Octubre 2018

Seattle
Lauren

Llegué algo cansada al departamento de Camila. Simplemente dejando el camión y a mis compañeros en la estación, me cambié de ropa y conduje.
Eran las 18:30 cuando toqué la puerta. Me sentía realmente mal por dejar a Megan tantas horas sola.
Camila abrió. Al verme sus cejar se elevaron y me dejó pasar.

-¿Que te ha pasado?
Diablos, creo que había olvidado limpiar mi cara del humo y debía estar oliendo realmente muy mal.

-Nada, estoy bien ¿Megan?

-Me ayuda a cocinar unas galleta ¿En serio vas a dejar que te vea así? Vas a asustarla.
Me guío hacía un espejo en la sala. No pude evitar soltar una carcajada. Ella sonrió levemente.
-Puedes tomar un baño, incluso tomar un poco de mi ropa, ella quiere quedarse a cenar todavía. No muy segura y tomando la mano de Camila caminamos hacía su dormitorio aparentemente. Abrió el armario y me pasó unos pantalones de chandal y una blusa.
-Esto puede funcionar, pondré tu ropa a lavar y a secar antes de que se vayan estará todo listo.
Me llevó a otro pasillo y me mostró el baño.

-Bien, no tardo.
Ella cerró la puerta dejándome realmente caliente. ¿Podrían imaginar que una chica como ella te lleve de la mano a todas partes? Incluso al baño. Era mi mente la que jugaba, podría invitarla a quedarse. Negué y me miré en el espejo. Luego el jacuzzi brillante al otro lado. Esta era la piscina que Megan había mencionado.
Me miraba realmente mal. Además del olor se impregnaba a diario en mi cabello. Usé la ducha para terminar rápido. Dios. Imágenes de ella tomando un baño ahí estaban en mi cabeza.
Cuando finalmente termine, intenté mejorar un poco el aspecto de mi cabello, no podía hacer mucho.
Caminé descalza hasta donde se escuchaba su platica. Había alfombra en todo el lugar.

-Mamá. Gritó Megan al verme. Yo me acerqué hasta su silla para darle un abrazo. Al separarse gruñó.
-Estás llena de agua. Se quejo. No pude evitar reír.
Miré el desastre que tenía sobre la mesa y el horno encendido.

-Iré a meter tu ropa en la lavadora. Dijo Camila antes de dejarnos solas.

Camila

Realmente había tomado un baño en mi departamento. Sonreí inquieta y al llegar al baño miré su ropa en un rincón del piso. La levanté y mi respiración se fue.
Sus bragas negras demasiado lindas y el bra estaban ahí. Eso solo podía significar que no llevaba nada debajo.
Con manos temblorosas tomé todo y caminé al área de lavado. Metí la ropa y la encendí. Tome aire antes de caminar de regreso a donde estaban.

Lauren

-La has pasado bien cariño. Ensucie un poco con harina su nariz.

-Si ¿Puedo contarte un secrero?

-Secreto, claro que puedes. La corregí un poco y me acerqué para que me contara.

-Camila dijo que te quería. Me separé para observar los ojitos juguetones de mi hija.
-Aunque yo estaba molesta.

-¿Porque? Mi corazón latía rápido y quería comérmela a besos por decir tal cosa. Yo también quería a Camila pero...

-Un señor nos trajo aquí en su carro.
Mi ceño se frunció inmediatamente, señor, se podía significar cualquier cosa, tal vez un conductor, o su padre. Se me heló la sangre. Tal vez era alguien más. Me moleste.

-¿Quien era? No era correcto cuestionarla más, lo sabía, ella era muy pequeña y frente a lo que Camila y yo podíamos discutir, ella no debía saberlo. Pero mis celos y la curiosidad podían más.

-Era el doctor que vimos en el hospital, cuando mi brazo estaba malo.
O dios, de nuevo ese idiota iba a aparecer ¿O era que la única tonta ahí era yo? Tal vez salían desde hace tiempo y claro, no pensaba presentarlo como tal a su hija ni a mi de golpe, pero ahí estaba, sabía de Megan.
Mi buen humor y las imágenes de Camila desnuda en el baño desaparecieron.
Necesitaba irme de ahí.

-Megan, no hay que hablar de eso frente a Camila, ya sabes que es un secreto. Ella asintió e hizo una señal tierna con su dedito en la boca. Me dolía tener que hacer eso.
Es solo una bebé. Besé su frente.

Camila entró de buen humor a la cocina y miró el horno. Luego se topó con mi mirada. Debía ser intensa. Intenté controlarme.

-Camila, nosotras debemos irnos ya. Su sonrisa hacía Megan desapareció y luego me miró a mí con duda.

-¿En serio? Pero aun no es tan tarde y bueno las galletas aún no están ni tu ropa.
No toleraba en mi mente la imagen de nosotras tres caminando en el parque y junto a nosotras al tal Harry de la mano de Camila.
No iba a reclamarle nada ahora, menos con la niña en frente.
Megan también se quejó un poco.

-Lo se, lo siento pero acabo de recordar que teníamos que ir con mis padres.

-¿Mañana pueden volver? Preguntó con esperanza y mordiendo otra vez su labio.
Mi corazón dolía levemente. Decepcionado tal vez. Era mi culpa, ya debía saber que lo que hacíamos solo era por Megan.

-No lo creo. ¿Que excusa podría darle?
-Me refiero a que ya tenemos un plan.

-Yo quiero galletas mamá. Habló Megan desde su asiento y dejando de lado la mezcla de harina con la que se entretenía.

-Lo se, mi amor, pero...

-¿Podemos hablar en la sala? Camila me dijo en tono bajo. Para no llamar la atención de nuestra hija. No quería. Por que tal vez terminaría reclamando cosas.
La seguí insegura y dejamos a Megan jugar un rato más. Su ropita estaba manchada de harina ahora.

-¿Que esta pasando?
Camila apoyó su cuerpo levemente en el sofá. La miré fijamente. No sabía si decir la verdad o una mentira.
-Es que no entiendo, ya estaba bien todo esto, de verdad quiero pasar un rato mañana con Megan y bueno ahora con la cena...

-Seamos sinceras, no sé, creo que es un poco apresurado que entres a su vida así de rápido, ella estaba acostumbrada a pasar más tiempo con mis padres.
Su postura comenzaba a cambiar, se estaba enfadando y sus mejillas se enrojecieron.

-Pero...yo no la veo tan insegura conmigo ¿En serio no la veré mañana?
Mierda, mierda. Lo que no quería era verla a ella y enfardarme más de lo que ya estaba.

-No Camila.
Gruñó bajo.

-¿Entonces para que me dejar tenerla todo el día de hoy? Estas contradiciéndote. Subió su tono. -Hasta hace días, estabas comportándote demasiado bien y comprensiva.

-Bueno, pues ahora quiero pensar más en lo que es mejor para mi hija.
Dije entre dientes.

-También es mi hija. Sentenció y bueno, naturalmente yo fallé en contenerme. Siempre solía decir cosas hirientes al enfadarme, con todo el mundo no solo con ella.

-Claro, ahora si lo es. Dije con sarcasmo. El silencio se plantó entre las dos y creció una tensión terrible.
Sus lindos ojos cafés se llenaron de lágrimas y eso me rompió el corazón.

-Bien, es suficiente...Su voz se quebró. -No quiero que ella nos escuche, es mejor que se vayan entonces, solo...confirma con un mensaje que día puedo verla.
Sus lágrimas brotaron y me dejó ahí de pie. Ella había caminado rápidamente hasta su habitación.
Dios, yo si que sabía cagarla. Me maldije un rato y recogí a Megan de la silla. Tuve que mentirle y decirle que volveríamos mañana por las galletas, que Camila tuvo que salir al hospital a trabajar.
Megan no se mostraba más animada que ninguna de nosotros. La miré en su asiento por el retrovisor. Estaba tan molesta que se había quedado dormida.

TENÍA QUE PASAR ESTO. NO QUIERO HACER SUFRIR A NADIE. PERO ESTA CLARO QUE AÚN FALTA ALGO PARA QUE ELLAS PUEDAN UNIRSE DE NUEVO.

Cuando te fuiste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora