Capitulo 9

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Me senté en aquella cama, sintiéndome completamente aturdida y confundida, ––me había quedado, me había quedado con él–– ¡estaba loca!, lo juro, completamente loca, el hombre malhumorado, que me había gritado por dos días consecutivos sin ninguna razón, me había mirado fijamente a los ojos y yo había cedido.

Mire el reloj y dándome cuenta que ya habían pasado cinco minutos, abrí la puerta y me encamine por las escaleras, aun aturdida por la extraña situación en la que me encontraba ahora.

Choque contra algo y sentí como mis pies se enredaban y caía de bruces al suelo, mi trasero cayo con fuerza en uno de los escalones, me queje, adolorida porque me había pegado fuertemente, levante la vista dándome cuenta de la presencia de alguien, de él.

––Oye…––exclamo a modo de sorpresa, lo mire fijamente por unos segundos, tratando de encontrar algo en sus gemas verdes que me dijera que estaba pensando o que lo había motivado para tirarme al suelo.

Abrí los ojos como platos cuando su mano se extendió para sostenerme y poder levantarme, aun atónita me quede allí tirada en el suelo con mi trasero pegado al piso frio, no, no podía creerlo, ¿el ojiverde tratando de ayudarme?, Ja, por favor otro chiste.

––¿Qué no te vas a levantar?––volvió a hablar, tome su mano y de un solo tirón estuve de pie, enfrente de él, muy cerca de él.

Me quede en silencio observando sus ojos verdes, impenetrables como el acero, magníficos como esmeraldas.

¡Por dios!, este hombre escondía tantas cosas que podía jurar que nadie había descubierto sus pensamientos jamás, era esa clase de cárcel interna que él se proponía, sin duda alguna, jamás iba a saber que se escondían detrás de esos ojos oscuros por el misterio.

––A desayunar––hablo y dando media vuelta, bajo las escaleras, aun aturdida, me fui detrás de él, habíamos estado muy cerca, el me daba escalofríos, sabía que escondía algo, pero no estaba segura de que escondía, tampoco de quien intentaba esconderse, él era diferente, y tenía una personalidad oculta, mi conciencia ––más loca que una cabra–– me decía que él no era un verdadero cabrón como aparentaba.

El desayuno consistía en un puré de patatas y tocino, huevos y jugo de naranjas, aun me seguía extrañando de donde salía el desayuno, suponía que él lo hacía, ¡pero cocinaba verdaderamente bien!, mi padre, fue el único hombre que conocí que cocinaba como un dios, luego, nadie jamás cocino tan perfecto como él lo hacía, bueno, hasta ahora…

––¿Algún día podríamos hablar como personas normales?––pregunte, atreviéndome a todo, el alzo la mirada mientras bebía de su jugo, y como si yo no hubiera hablado, volvió a comer en silencio.

––No tenemos nada de qué hablar––soltó mirando aun su plato y se llevó el tenedor a la boca con lentitud.

––Pero somos personas, las personas hablan––exclame, dándole una excusa, ¡yo no lo veía hablar con nadie!, parecía que era un marginado, alejado de la sociedad.

––Pero no somos iguales––me respondió mirándome fijamente a los ojos, fruncí el ceño, ¡que tenia que no lo fuéramos!, nadie en este mundo lleno de problemas lo era y las personas normales se llevaban bien, ––tal vez no era normal y estaba loco–– seguro.

––Nadie es igual en este mundo––lo mire fijamente, el me miro, como si quisiera matarme y hacer que dejara de hablar.

––¿Haber niña, de que quieres hablar conmigo?––pregunto irónico, sentí como mi sangre empezó a hervir, ¡hijo de su mama!, es que acaso veía alucinaciones y miraba coletas con pompones en mi cabello, menudo idiota.

Strange | h.s | Terminada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora