Capitulo 6

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El ojiverde había dicho que era mi dueño.

La rubia de ojos verdes y sonrisa despampanante había hecho de comer, insistí en que no tenía hambre, pero el rizado ordeno que comiera.

Ahora estaba aquí, totalmente confundida, sentada en una silla en medio de una sesión de maquillaje con aquella mujer.

––¿Y cómo te llamas?––pregunte, tratando de no mover mucho el rostro para no arruinar su obra maestra.

––Alicia––sonrió––¿sabes caminar en tacones?

––Tratare––ella soltó una risa contagiosa, así que sonreí.

Después de media hora, maquillándome, me dijo como debía caminar y que no debía hacer estando en estos enormes zapatos.

Pero empecé a inquietarme, ¡es que acaso todos se hacían los idiotas!, porque nadie intentaba ayudarme y decirme que hacía en esta casa, con ese hombre extraño que solo sabe dar órdenes, ¡por qué me estaban maquillando!

––lo siento, pero no puedo hacer esto––caí en la silla sintiéndome impotente y extrañamente triste, si lo sabía, estaba loca y era una bipolar, pero ya no podía seguir con esta farsa de autocontrol cuando ni sabía que controlar más que mis nervios––no sé dónde estoy, tampoco que hago aquí, estoy aprendiendo a andar en tacones, ¡el ojiverde compro un vestido de 7.500 euros!, por dios, ¿acaso van a prostituirme?

––¿El ojiverde?––pregunto ella con expresión confusa, me cruce de brazos.

––no se su nombre––anuncie y caí en la conclusión que nunca había escuchado su nombre por parte de nadie, jamás.

––bueno el...

––Yo lo arreglo, Alicia––su voz resonó en la habitación, nosotras miramos hacia la puerta donde él se encontraba con la mirada penetrante y los brazos cruzados, ella asintió en silencio y susurrándole algo cuando pasaba por su lado, salió de la habitación.

El silencio empezó a reinar entre nosotros y la tensión se hizo cada vez más grande, el llevaba unos pantalones negros que colgaban en su cintura con firmeza, una camisa blanca ––que al cruzarse de brazos–– se marcaban sus músculos, tenía el cuello desabotonado y pude creer ver una mancha de tinta en su pecho.

Y ahora que lo pensaba solo lo había visto usando camisas mangas largas, abrigos y color negro en cada una de ellas, ––sin duda este hombre era extraño––

––Tu padrastro me debía dinero––empezó a hablar el, aun con sus brazos cruzados empezó a caminar por la habitación, mis ojos seguían sus pasos lentos sin perderlo de vista, asegurándose que estuviera a la distancia prudente––mucho dinero.

––¿Cuánto?––me atreví a preguntar, pidiéndole a dios que no me gritara o se molestara porque haya hablado.

––58.900 euros––anuncio, abrí los labios un poco, pero decidí no sorprenderme porque ya había escuchado muchas sumas de dinero de la boca de este hombre––no tenía como pagarme y eso es una pena.

––pero yo no tengo nada que ver en esto, como bien dices él es mi padrastro, no tengo por qué estar aquí––insistí, el me miro alzando una ceja, como si lo que dije fue la excusa más estúpida del universo y en parte, sí que lo era.

––Yo necesitaba una acompañante, si quieres llamarlo así––hizo un ademan con sus manos––y él quería librarse de su deuda, ¡ce fait!––exclamo y por primera vez vi una sonrisa socarrona en su rostro, pero más que nada una sonrisa.

––¿Qué tengo que hacer para que me dejes ir?––el frunció el ceño, otra vez mirándome incrédulo.

––Y si pudieras irte, ¿A dónde harías?––me cuestiono y antes de que empezara a hablar se acercó, quedando enfrente mío con superioridad––¿iras con tu padrastro?, el cual sin duda seguirá apostando y dándote de regalo a cual millonario en los casinos le deba.

Strange | h.s | Terminada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora