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Valentina

Alguien tiene que decirme que estoy loca, o que soy una idiota; no tiene que ser precisamente Abril.

Se supone que me mantendría firme en que no volvería a verlo y ¿Qué es lo que hago? Corro, detrás de él, escaleras abajo y me quedo mirando, hipnotizada, cómo abraza y mima a un pequeño niño; al instante comienzo a pensar en darle una oportunidad. Las referencias que dieron Lolo y Adrián me parecían ten interesantes que quiero comprender si es real que está cambiando.

Y, tal vez, saber qué lo motivó a dejar de ser el imbécil que me ignoraba.

Por eso es que, ahora, estamos en la sala de mi departamento mientras bebe un vaso de soda y esperamos a que llegue el repartidor. Todo esto es extraño pero, por otra parte, creo que es agradable. Es genial ver a un Pablo tranquilo.

—Gracias —murmura después de tomar un sorbo—, no te arrepentirás, realmente quiero conocerte un poco más. Tu departamento se ve muy acogedor.

—Pensé que dirías que es muy pequeño para ti.

—¿Tanto cuesta creer que cambié? —pregunta, asiento tímidamente. No le escucho responder y empiezo a sentirme incómoda. Al cabo de unos minutos, su risa envuelve el ambiente.

Me cuesta apartar la mirada de sus labios, de la manera en que se curva para dar paso a una contagiosa risa. Me sorprendo al notar que también estoy soltando una risa. Muero por besarlo.

—Lo siento, supongo que reírme de tu comentario serio no es gracioso —responde—. Pero entiendo tus dudas, ni yo me acostumbro a creer que he dado el siguiente paso. Hace mucho tiempo que no me reía tan sinceramente.

—Deberías hacerlo más seguido. No prives al mundo de esa hermosa sonrisa —digo sin pensar. Aparto la mirada unos segundos, al volver a mirarlo, descubro que me ve intensamente.

—Nunca lo había pensado así, eres muy linda —sonríe.

Siento arder mis mejillas, espero que Pablo no lo haya notado. Afortunadamente suena el timbre, la comida había llegado. El olor a pizza abrió mi estómago, supongo que a él le pasó lo mismo porque cuando vio que dejaba la caja en la mesa, rápidamente se sirvió una rebanada.

Es como si, de pronto, se hubiese esfumado todo el pasado. Se estaba comportando como un caballero. Incluso me preguntó qué pasó después de aquella vez en el antro, después de la renuncia y me sorprendí al notar que respondía sin ningún resentimiento. Por su parte, comentaba los regaños que recibió de Esperanza y me reía de imaginar cómo es que un hombre como él sucumbía a las regañinas de una mujer más baja y mayor que él.

Me siento rara, parecemos unos viejos amigos que se han reencontrado y que tienen la confianza suficiente como para hablar como si nada; mi pecho late con fuerza. Me gusta tenerlo cerca, e incluso estar "relajada" con él. Pero sé que esto es una bomba de tiempo, que me enamore aún más y será demasiado doloroso cuando me entere que está saliendo con alguien más. No sé qué hiere más, si haber sido ignorada todo este tiempo o que me vea como una amiga más. He cometido un gran y estúpido error. 

—Pues tú no lo pensabas así —replico

—Tal vez no quería ser asesinado por Esperanza —se encoge de hombros— además era un idiota. Deja de recordar eso, lo que importa es el presente.

El problema es que debo mantener esos recuerdos vivos, para así protegerme de ti; porque cada vez que te miro a los ojos, me doy cuenta de que has cambiado y este nuevo Pablo me está enamorando más.

—Sigues siendo idiota —mascullo—, bueno eres un payaso, todavía.

—Vale, pero no soy un estúpido arrogante. Eso sí, hasta borracho sabía que eres hermosa. No digas lo contrario.

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora