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Pablo

Tal parece que nada me sale bien últimamente. Mariola y Esperanza están furiosas conmigo, he provocado que Valentina renunciara, tengo un escándalo sobre mis espaldas, los contratos que estábamos a punto de firmar se cancelaron...

Y para colmo, tengo 10 llamadas de mi padre, que seguro es para reñirme sobre el escándalo más reciente que he protagonizado y que, tiene que ver con mi ex novia. 

Pero lo único en lo que puede pensar Pablo Moreno de Alborán Ferrándiz es en el ardiente beso que se dio con su ex asistente.

Definitivamente me estoy volviendo loco.

Sin embargo, es mi cuerpo quien no deja de recordar sus labios sobre los míos, mis manos recorriendo las curvas de su cuerpo, deleitándome con la suavidad de su piel. Realmente es un diosa. Pero el imbécil se ha dado cuenta muy tarde.

Además era una chica buena, me admiraba y creía en mí, pensaba que era diferente a los otros artistas cuya fama se le ha subido a la cabeza. Me encantaría decirme que no soy así, al menos que no lo era.

Sin embargo regreso a mi departamento, con la mirada gacha sin saber qué responderle a una mujer furiosa. Todo lo hago mal.

Suena mi teléfono, sin ver de quién se trata, contesto.

—¿Cómo estás? —es Rafa— me he enterado de que Valentina renunció y que has ido, casi, a pedirle perdón de rodillas a su departamento ¿Quién diablos te dio la dirección?

—Bro, no estoy para responder.

—¡Uy, te fue mal! —se ríe—, bueno, si no respondes entonces te tocará escuchar mis sermones. Tienes que cambiar Pablo. Si sigues con esa actitud de arrogancia, el resto del equipo te va a abandonar. Esto solo fue una advertencia, no esperes a que todo se eche a perder.

—Si, Rafa, lo sé —cuelgo frustrado.

Francamente, Mariola y Esperanza querían llevarle personalmente el equipaje, pero con la esperanza de expiar mis pecados ante Valentina, les pedí la dirección de su departamento y trate de memorizar un discurso para que me perdonara.

Ahora me siento más culpable. Ambas me matarán por regresar a Valentina y aún más porque me siento tan mal que no quiero reanudar la agenda.

Más que por Nadia y sus palabras, que me rondan en la cabeza, es porque Rafa tiene razón, ya he llegado a un punto "intolerable" y la primera en explotar fue ella.

Sin darme tiempo de tratar de descubrir un poco más de la mujer que hay detrás de mi asistente. Ahora me queda solo recuerdos de una triste noche... y unas ganas de besarla.

[...]

A pesar de que no quiero seguir trabajando, mis managers me arrastran hasta las oficinas para empezar con la planeación de la gira para presentar los singles. Esta vez serán dos, pues mi principal intención es mostrar las dos caras del disco. Me sentiría incompleto si muestro uno solo.

Supongo que el trabajo me hará olvidar lo que sucedió los pasados días.

Luego de, por fin, finalizar con la sesión de fotos que había cancelado antes, voy a la oficina de Mariola, pero justo antes de tocar la puerta escucho algo que me deja sorprendido.

—Me da pena que se haya marchado. Pablo no merecía a una asistente como ella.

—Esperanza, sabes bien que tenía que irse en algún momento, por más afecto que nos tuviera, este puesto no conducía a ninguna parte.

¿Estaba enamorada de alguien? ¿Además de mi arrogancia, hubo un amor no correspondido de por medio? Por eso fue no decidió no volver por más que me disculpé... y ella es la más profesional. 

Quizás estoy siendo muy cruel en juzgar. Me rompieron el corazón de tal manera que no vuelva a sentir algún sentimiento parecido y, menos, compedecerme de ello.

—¿Qué dices? ¿No te dabas cuenta de las miradas que ella le daba a él? ¿Cómo suspiraba cada vez que pasaba cerca? Valentina se hubiera quedado si Pablo no hubiera sido tan arrogante, no le importaba ganar poco o mucho, solo quería estar a su lado. Se enamoró de alguien que no valía la pena, Mariola —la escucho resoplar—. Tal vez lo mejor era que se fuera, merece algo mejor que esto, que nosotras. 

—No pienses eso, ella es una gran chica y seguro podremos verla otra veces, tal como lo dice la carta. Solo tenemos que respetar sus deseos y es no ver a Pablo. 

—Por lo mismo, ella merece alguien mejor que... 

—Dejemos eso en el pasado, ahora toca recoger los pedazos del desastre que dejó Pablo.

—Al menos Valentina nos hizo un último favor, evitó otro desastre.

—Lo peor es que lo hizo por amor. Aún cuando dolía el no ser correspondida. De todas maneras, ya es tarde. Cambiemos de tema, Esperanza, hay que hablar con los de Samsung para evitar que nos cancelen el contrato publicitario.

Sigilosamente, escapo de allí y camino sin sentido hasta el lobby, retumbando en mi mente una pregunta: ¿Ella estaba enamorada de mí?

¿Por qué yo? ¿Qué diablos vio en mí si yo era una mala persona con ella?

Hay tantas cosas que me gustaría preguntarle, pero sé que es demasiado y que probablemente ese amor este muerto.

Ella nunca reprochaba nada, siempre trataba de protegerme, no solo porque era su trabajo. Jamás me di cuenta de sus miradas, de sus palabras.

Por eso dijo que me admiraba... y que le gustaba, se estaba declarando por última vez y ¿Qué hice yo? No lo reconocí, le pedí perdón de algo que, seguro, para ella fue especial como ese beso.

Para mí también lo fue, aunque me cueste admitir. Si no hubiera sido tan ciego, ahora estuviera a su lado, o al menos tendría una oportunidad más para poder conocerla.

Jamás me dediqué a conocerla, tal como lo hicieron Mariola y Esperanza. Fui el idiota que la destrozaba emocionalmente, quién se paseaba con mujeres y ella tenía que tragarse su dolor.

Y ahora se ha marchado, cansada de mí, con el corazón roto y recogiendo los pedazos que yo destrocé. Todo, definitivamente todo, lo que hago, me sale mal. Al menos en el amor.

Me dijiste tantas veces que me quieres, pero fui un estúpido y nunca lo ví.

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora