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Ya tuve suficiente de esta mierda, de todo este maldito error que he cometido y lloré toda la noche, afrontando mi destino sin él, para que ahora venga y me suplique hablar.

Es demasiado tarde, si me hubiera explicado antes, no tendría este corazón desgarrándose y volviéndose añicos, mi mente no se torturaría con su mirada rota, ni imaginándoselo en brazos de otra mujer, tratando de dejarme atrás.

—Solo quiero que me escuches, te lo ruego… por él.

Tiene razón, el pequeño nos necesita. Lo dejo pasar, pero no invito a que tome asiento, solo cierro la puerta y lo miro inquisitiva. Es un completo desconocido, a pesar de los pocos días que hemos salido, de que nos acostamos. Seremos padres y no tengo absolutamente nada que me una a él.

—Seguro debes estar pensando en que soy un hijo de puta y tal vez lo soy. Estoy tan perdido, desde que ella se marchó; me siento culpable de su adiós. Esas fotos fueron una trampa, esa noche fue una asquerosa mentira.

Su confesión me deja helada, aparta su mirada, mira a cualquier cosa, menos a mí. Eso explica esa mirada angustiante que tenía la noche que lo conocí, aún sin entender a qué se refiere, dejo que se siente en el sofá y le insisto en que continúe.

—Sí la amaba, sí iba a casarme con ella. Yo quería ser feliz a su lado. Esa noche me avisaron que tenía que ir a un restaurante porque un socio quería verme, pero me encontré con mi contadora. Estaba confundido, me tomó de la mano y me besó.

—Okey, las fotos fueron una especie de montaje pues tú le fuiste fiel siempre —asiente— pero… ¿Que tiene que ver el accidente de Nadia en esto?

—En que no sé cómo, pero ella estaba allí, justo en el momento en que me besaba con otra. No me pidió explicaciones, simplemente gritó que era un imbécil y salió, yo traté de ir detrás de ella, pero Cinthia, mi ex contadora, me lo impidió. La busqué, en cuanto me daré de ella, pero… era demasiado tarde.

Todo parece un maldito plan. Mientras él ocultaba su cara entre sus manos, mi mente trabajaba a toda velocidad: si Nadia se enteró justo en ese momento de la supuesta infidelidad ¿Para qué tomar fotos? ¿Qué ganaba la persona con envíaselas a Pablo? Algo no está cuadrando.

Jamás supe el pasado de Pablo, ni el motivo por el cual pasaban mujer por mujer en su cama y no tenía significado para él. Tampoco por qué su exnovia estuvo esa noche en el bar y qué conectaba tanto a él y a Nadia.

—Por supuesto que la amaba, Pablo no puede negarlo. La amé con sus luces y sombras —suspiro— te involucré en esto, lo siento mucho. Quería jugar a la manera de Pablo y lo he arruinado.

—Solo para estar seguros ¿Me amas?

—¿Crees que es fácil olvidar a la mujer con la que pensaba compartir mi vida? —interroga. La verdad no, yo no puedo olvidar a cierta persona. Entonces me doy cuenta de que él no me ama y un luz de esperanza empieza a destellar.

Pero recuerdo que un ser indefenso viene en camino y que no tiene la culpa de nada nos necesita.

—Pero aunque querramos tomar caminos separados... tenemos a este pequeño —pongo mis manos sobre mi vientre—, debemos estar juntos.

—Tienes razón, tenemos que intentarlo. Pero quiero hacerte una pregunta —asiento—; ¿Tú amas a Pablo?

Siento que el aire deja de pasar por mi nariz ¿Acaso es tan evidente mis sentimientos por él? Está tratando de encontrar una respuesta con la mirada, de todas maneras es tarde, él tendrá que tomar su camino lejos de mí. 

—Lo lamento —sonríe sin ganas— si quieres que intentemos una relación de pareja, lo haremos, si es mejor ser amigos, también. No voy a obligarte ni a retenerte.

—Seamos ambas cosas, a este pequeño nunca le va a faltar nada, ni siquiera nosotros.

Todo el amor que siento por Pablo, se va a volcar en este pequeño ser y aunque sé que jamás sentiré lo mismo por Agustín, puedo tomarle el cariño suficiente para poder ser una familia.

Cuando Pablo irrumpió en su departamento, apenas estaba asimilando el hecho de que iba a ser padre. No habíamos sopesado las posibilidades, pero hoy las cosas se muestran de otra manera. Cita con su médico de confianza, que nos recomendará a un ginecólogo. Decidimos que por ahora nos conoceremos y, luego de seis meses, vivir juntos en su casa.

El lunes tendré que hablar con Layla, no sé qué voy a decirle. Pero lo más importante ya está resuelto, a medias.

Agustín se va después de hora y media charlando. En realidad no es el imbécil que conocí en el hotel, estaba tan dolido y triste que decidió ser como Pablo, relaciones casuales sin ningún tipo de sentimiento. Sin embargo, no creyó que las cosas salieran tan mal; yo fui la primera y única chica con la que hizo eso. Está arrepentido, aunque el daño ya está hecho. Cuando supo de mis sentimientos, se mostró abatido. Dijo que a Nadia le hubiera caído bien; que yo era lo que él necesitaba y se lo ha arrebatado. No debería culparse por ello, yo cometí el error de dejarme llevar.

[…]

No quería enfrentarme a Layla, se trata de su mejor amigo y sé que lo defenderá a capa y espada, sin embargo, debo hacerlo y quedará en ella si despedirme o no. Llego a la oficina, pero no veo a Julieta; a los pocos minutos me llega un mensaje que Layla está en una cafetería, a unos metros de aquí.

Al llegar, pregunto por ella y me señalan la mesa. Me siento extraña, más nerviosa que cuando presenté mi entrevista. Tal vez sea el aspecto sobrio y serio que tiene hoy. Me invita a sentarme y un camarero toma los pedidos de ambas.

—No es necesario que hagas un discurso introductorio, vayamos al grano —dice luego de que el camarero de marchara—. Pablo ya me contó todo. No sé cómo se conocen tú y Agustín, está de más decir que ese hombre para mí ya no existe.

¿Le contó sobre las fotografías? El receloso tono de su voz la delata, le duele escuchar que su amigo fue capaz de eso… al menos de lo que les están haciendo creer. Abro la boca para abogar por él, pero ella me silencia con un leve movimiento.

—Ni te molestes, no me interesa saberlo. Solo quiero decirte que vas a seguir trabajando conmigo y se respetarán tus derechos, yo no mezclo el trabajo con el placer —me remuevo incómoda—. Voy a decirte una cosa y no la pienso repetir: tus prejuicios te han llevado a ser lo que odiabas y por eso perdiste la posibilidad de ser realmente feliz. Ve al médico hoy, te dejo el día libre.

—¿Qué te contó tu novio? —pregunto, demasiado cortante de lo que quise sonar.

—Lo suficiente para tomar esta decisión —se pone en pie—, toma lo que quieras, el dueño luego me pasa la cuenta. Una cosa más, él ha terminado conmigo. Su corazón no soportó el dolor de perderte.

Pasa por mi lado, pero no hago caso. Sus palabras me han dejado helada y, sin desearlo, mis ojos se llenan de lágrimas, él sentía algo por mí… y lo perdí por estúpida.

Ciudad de México

Pablo

A pesar del viaje agotador, mi cuerpo no está cansado y parece que el sueño tardará horas en llegar. He pensado poco en Valentina, aunque el recuerdo de la última vez que nos vimos, le está atormentando. Harto de ello, decido bajar al bar, a beber algo que me haga olvidar.

Pido lo más fuerte que hay, me ofrecen tequila. El líquido quema mi garganta y hago una mueca, pero siento que es lo suficientemente fuerte para perder el conocimiento en menos de quince caballitos.

—Si estás bebiendo tan rápido, significa que estás tratando de ahogar tus penas —señala una mujer.

Termino de beber el tercer caballito —¿Tanto se me nota?

—Sí, no se ve a un artista tomando como si fuese agua todos los días —sonrío.

—Vaya, sabes quién soy, pero yo no tengo idea quién eres.

—Tienes razón, me llamo Blanca Martínez —extiendo la mano y ella sonríe.

—Pablo Moreno de Alborán Ferrándiz.

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora