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Madrid

—¡Pablo enloqueció! —grita Mariola entrando a la oficina y deja el IPad en la mesa— voy a matarlo ¡Te juro, Valentina, que voy a matarlo!

Veo el tweet, las fotos. Hago clic sobre esta y me envía hacia la nota. El aire me empieza a faltar ¿Qué rayos está pasando? Volteo la mirada hacia mi jefa, pero ella está ya al teléfono, regañando a Rafa por haber permitido este desliz. No alcanzo a escuchar la conversación, pues sale. Por más que tratemos de ocultar o manejar a nuestro beneficio esta noticia, no hay manera en que no llegue a oídos de la compañía donde tenemos que firmar el contrato publicitario, que seguramente querrán cancelar todo.

La foto es afuera de una funeraria. Está él de pie y a su lado un hombre desangrando, tirado en el suelo, mientras una mujer está arrodillada. Fue tomada con un teléfono, pero fue a una distancia prudente, lo necesario para mantener el detalle de las caras y siluetas que son reconocibles al cien por ciento. El título dice ¿La verdadera naturaleza de Pablo Alborán?

Tiene que haber una explicación, no puede ser que se haya puesto violento así como así. Yo... no lo creo así.

—¿Ya viste lo que pasó, cierto? —preguntan Esperanza, quien se sienta a mi lado.

—No hay manera de usar esta información a nuestro favor —respondo triste—, está todo claro y no parece haber signos de manipulación. No puedo rescatarlo esta vez.

Me duele no poder hacerlo.

—Lo entiendo, es que... no sé qué hacían ellos allí —espeta— no tenían derecho a ir a ese funeral. Si esto lo ve Pablo, irá a rematarlos.

—¿A qué te refieres? —pregunto— ¿Quiénes son ellos?

—Es mejor que no lo sepas, Valen, son personas que hacen mucho daño. Ni siquiera vale la pena mencionarlos. Supongo que Mariola y yo iremos a Málaga a recoger los pedazos de este desastre.

Quisiera poder ir, no para regañarte, sino tratar de consolarte. Si esas personas son malas entonces sin duda son aquellos que te hicieron daño y te hicieron convertir en lo que eres ahora. Tal vez no sea mala idea proponer que fuéramos las tres. Al poco tiempo Mariola regresa y se tira en el sofá, cansada.

—Pablo ya vio la nota —dice finalmente, ambas la miramos preocupadas— Rafa está haciendo hasta lo imposible para que no cometa una locura. Nos acaban de hablar de Warner, cancelaron el contrato publicitario y van a retrasar la publicación de Prometo. Ese par de arpías consiguieron lo que querían. Tendremos que ir a Málaga, no puedo dejar a Pablo así.

Esperanza asiente, más que preocuparse por lo que diga la prensa es por lo que podría hacer Pablo. Ellas dos son como hermanas mayores para él y aunque Mariola quiera disfrazarlo, se nota que esto va más allá de lo personal.

—Nos vamos esta noche, no me importa lo que diga la empresa —me mira— creo que necesitaremos a alguien más cuerda que nosotras, así que nos acompañaras Valen.

Sonrío, al menos podré verte.

—Entre más temprano mejor, así que vayamos a nuestras casas y nos reunimos en la estación en dos horas —asiento.

Llego a casa lo más rápido que puedo, no sé cuántos días nos vamos a quedar allí. Por lo que le mando un mensaje para que pueda pasarse un ratito por mi departamento y ver si está todo en orden. Cuando llega le cuento lo que ha pasado, aunque ya es evidente porque en internet todo viaja más rápido.

—Así que te vas a Málaga sólo por Pablo que ha echado a perder tu trabajo —masculla Abril mientras empaco en una valija— ¿Hasta cuándo vas a seguir así?

—Como tú dijiste, es mi trabajo, por lo que tengo que recoger los pedazos de este desastre. Mariola está furiosa y antes de que planee matarlo tenemos que arreglar los contratos pendientes.

—Preferiría que lo matara y se acabe esto de una vez —me volteo, furiosa.

—¡Ni se te ocurra decir eso!

—Vale, pero... es que ya casi no hablamos tanto, los chicos te extrañan. Este trabajo y amor loco que tienes por él te está matando ¿Por qué no te das cuenta? —mis ojos se llenan de lágrimas, pero me niego a llorar ante ella.

—Cuida mi departamento, por favor —salgo sin decir más.

Entiendo lo que dice mi amiga, pero este sentimiento es más fuerte que yo, no puedo evitar sentir esto y menos olvidarlo así de la nada. Tal vez ya llegará ese momento en que la realidad me golpeará más fuerte que nunca y será la hora en que lo deje... pero una esperanza alberga muy en el fondo de mi corazón de que podría mirarme como algo más y por ese pedacito de fe es por lo que aún no me rindo.

Son las nueve de la noche cuando llegamos a Málaga, Esperanza ha rentado un automóvil para llegar más rápido a la casa de Pablo, que es donde lo tiene Rafa... o eso esperamos.

—¡Qué es lo que hiciste! —exclama Mariola, sorprendiéndonos a mí y a Espe. Rafa tiene la cabeza gacha. Junto a él está un hombre alto y guapo, pero con la mirada rota— Agustín, por favor ve a descansar yo me encargo de esto.

—Es por mi culpa, yo quería saber lo que estaba pasando y... abrí heridas que no debían salir hoy.

—Estás muy cansado, se nota en tu cara. Mejor ve a casa, nosotras te mantendremos al tanto de todo —responde Esperanza.

—No seas tan dura con él, Mariola, al menos no por esta noche.

—No me pidas eso, porque no creo que vaya a cumplirlo.

Después de que el amigo de Rafa se fuera, le preguntamos a Rafa sobre los lugares en donde podría estar, concluyendo que es probable que esté en un bar. Así que nos dividimos para buscarlo por las zonas en las que podría estar.

Diviso el bar que me había indicado Esperanza y entro. No es precisamente el más sofisticado de la ciudad pero es bastante chulo. Pregunto por la zona vip y me llevan hasta allí; lo encuentro, con una mujer en su regazo. Ella acaricia su cabello mientras que él sigue bebiendo, sin prestarle mucha atención.

Me siento en un lugar cerca, mientras escucho las insinuaciones de esa mujer. Le pido al mesero la bebida más fuerte que haya. En lo que llega, me acerco lo suficiente para llegar a la espalda de esa mujer. Dejo mi cabeza sobre la mesa, espero al momento en que me den mi bebida y que comience la actuación.

—¿Señorita? —escucho la voz del mesero— le traigo su bebida.

Toca mi hombro y es cuando me levanto bruscamente y tropiezo con la charola, tirando el vaso sobre la espalda de la mujer, la escucho gritar y maldecir mientras... él se ríe. Ella sigue diciendo cosas mientras se va al baño y es allí cuando aprovecho para acercarme. Él sigue partiéndose de la risa.

—Pablo, tenemos que irnos —él me mira de pies a cabeza; me hace sentir intimidada.

—Vaya... una diosa se ha aparecido —dice con la voz pastosa— qué deseas que haga por ti, amor.

Estupendo, te fijas en mí solo cuando estás borracho. 

—Me gustaría que te fueras conmigo —me sonríe, o al menos lo intenta.

—Claro, mi amor. Sabes... estaba aquí una mujer, la odio. No dejaba de fastidiarme y bueno, alguien la bañó en alcohol. Fue muy gracioso —lo sé lo hice yo.

—Entonces ¿Nos vamos?

—Mmm por supuesto, conozco un lugar donde podemos pasarla bien —sus ojos me hechizan y sé que le diré que si a todo.

Su boca se acerca a la mía y en menos de lo que puedo reaccionar me está besando y yo no quiero soltarme por nada del mundo.

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora