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Valentina

No tengo idea de la hora que es, ni del día en el que vivo. Solo sé que la cabeza me va a estallar, afortunadamente todo está a oscuras, porque no quiero ver la luz. Soñé de nuevo con él, que declaraba su amor y me pedía que fuera suya, me entregaba; pasando una noche maravillosa. Pero no era más que una estúpida ilusión. Ni siquiera recuerdo cómo llegué a mi habitación, lo último que recuerdo es que alguien me besó...

Escucho el sonido del agua cayendo en el baño, pero si yo aún sigo en la cama. Enciendo la lámpara extrañada ¡Oh Dios! ¡Estoy desnuda! ¿Qué rayos he hecho? A ver, recapitulemos: regresé de la catedral a las nueve y media. Agustín dio con mi habitación; quiso invitarme a cenar, yo acepté. Luego bebimos unas copas de más y...

¡Me acosté con él!

No puede ser, no hago más que cometer errores ¿Cómo se supone que estoy empezando una nueva vida si me acuesto con el primero que conozco? Avergonzada, busco mi ropa esparciada en la recámara, porque, para colmo, estoy en su habitación. Termino de vestirme justo cuando no escucho más el agua. No quiero verle la cara ahora, ni nunca. Abro la puerta de su recámara y salgo de allí.

9 de septiembre

Madrid

Han pasado cuatro días después del vergonzoso episodio en Milán, para olvidar lo que hice ese noche, me enfoqué demasiado en el trabajo. Incluso Layla me pedía descansar porque se sentía agotada con mi agenda. En esos días, Pablo me mandó uno que otro mensaje, pero yo no le respondía. Por alguna razón me sentía sucia, como si lo hubiese traicionado, aunque no debería sentir eso.

—¡Valentina! —llama Layla— necesito que lleves unas cosas a mi departamento, están en la oficina de Julieta y luego vas al estudio, porque nos van a llevar a grabar un comercial.

—Claro, ya voy —cuelgo.

Mi temor es que Agustín decida visitar a Layla. Lo peor es que no sé si lo hicimos con protección porque no tomo píldoras y estaba tan aturdida que se me olvidó tomarme una del día siguiente. No quiero pensar en la posibilidad de quedarme embarazada.

Llego al estudio, media hora tarde. El tráfico estaba muy pesado y, a pesar de haber hecho lo posible, no pude llegar antes. Layla estaba muy preocupada porque no había respondido al teléfono. Mientras el embotellamiento hacia de las suyas, mi cabeza quiso atormentarme con mis problemas.

—¿Todo bien? —asiento— perfecto, nos llevarán a las afueras de la ciudad y luego a un estudio.

—¿Y Julieta?

—Ni idea, nos va a alcanzar en el estudio.

Me recuesto en mi asiento dentro de la furgoneta. Veo el paisaje verde que hay saliendo de Madrid, todo tan relajante que mis ojos se cierran poco a poco. No había dormido bien desde ese día. Debo relajarme, no puedo dejar que eso me paralice.

Cuando abro los ojos, veo a Layla moviéndome. Desconcertada, me incorporo y noto el panorama silvestre que nos rodea. A unos metros veo a un camper, parte de la utilería y al equipo de camarógrafos.

—No creo que nos quedemos mucho tiempo, Valen, además lo importante es la sesión fotográfica en la ciudad. Ahora iremos al camper para que me maquillen, mi compañero ya está allí.

—Julieta no me dijo que esta campaña era con más personas.

—Es la primera vez así, supongo que es diferente que en solitario. De todas maneras me emociona mucho trabajar con un artista —sonríe— en fin, andando.

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora