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Valentina

El cielo.

Si existe alguna otra manera de describir lo que acaba de suceder que alguien me lo diga, porque no encuentro palabras para expresar lo feliz que me siento. Parece que estoy en un sueño, porque ni en los más locos creí que podría hacer el amor con Pablo Moreno de Alborán Ferrándiz y eso que fantaseaba ser correspondida en sentimientos. Pero la dimensión de lo nuestro supera lo que alguna vez anhelé y hace que esté perdida en una nube.

Ninguno de los dos queremos levantarnos de la cama. Acaricia perezosamente la piel de mi espalda mientras que yo exploro su suave, pero firme, pecho. De hecho estoy recostada en él y puedo escuchar los latidos de su corazón, me siento tan relajada que podría dormirme en este momento y no me importaría nada.

Hasta que escucho el gruñir de su estómago y ambos comenzamos a reír.

—Supongo que el momento era demasiado perfecto para ser verdad —bromea—. Hablando en serio, gracias por confiarme en mí y entregarte sin reservas. Sé que en el pasado fui un imbécil, pero te aseguro que has dejado tu corazón a un nuevo Pablo y lo atesorará valiosamente.

«Joder, me va a hacer llorar»

Lo abrazo, olvidándome de que estamos totalmente desnudos, porque esas palabras han sido lo más bonito que he escuchado y que distan mucho de aquel chico duro que fue antes. El significado que encierra es abrumador, está volviendo a confiar en el amor; mi pecho late feliz por ser la chica con la que quiere volver a vivir este sentimiento. Su sonrisa es tan tierna que mi corazón se derrite.

Tomo una de sus camisetas, él se pone un pantalón de chándal y regresamos al salón para cenar lo que había preparado. La cena se pasa entre risas, besos y una que otra caricia, luego nos vamos al sofá para acurrucarnos y charlar. No ha desistido en su propuesta de hacerme regresar a su equipo y aunque finjo pensar en su propuesta, la verdad es que ya he decidido volver. De todas maneras, me gusta que intente convencerme. A besos.

Paseo mis dedos por su costado mientras observo cómo duerme. Nos quedamos en el sofá, abrazados, luego de la ronda de besos nuestros cuerpos reclamaban acción. Después regresamos a la cama para volver a hacer el amor y dormir, finalmente. Necesitábamos consumir estás ganas que llevamos desde hace tiempo y, aun así, no puedo saciarme de él. Me maravillo de la forma en que adora mi cuerpo, cómo traza sus besos y caricias por mi piel, y la manera en que me lleva a la cima. Casi amanece y odio eso, porque tendré que ir a trabajar.

—Se siente tan bien dormir así —farfulla adormecido y me enternece escucharlo así. Está recostado sobre mis pechos.

—¿Te he dicho cuánto me fascina tu cabello? Es un privilegio jugar con tus rizos —no puedo verlo, pero sé que está sonriendo. Su barba roza con la suavidad de mis senos y me hace cosquillas.

—Dejaré que juegues siempre que quieras.

—Mmm... podría tomarlo como una propuesta indecente.

—¿Sabes cuál es mi mayor fantasía? —alza su rostro y yo niego con la cabeza—. Quiero hacerlo en el camerino, antes de un concierto.

—Lo has hecho antes —hago una mueca.

—¿Sí? Pero jamás lo hice antes de subir a cantar. Además, hacerlo contigo sería más delicioso.

Por supuesto, se le olvidó que su «amiguita» le dijo que los encontré en una situación bastante comprometedora dentro del camerino, después de un concierto en América. Entiendo que haya dejado atrás todo ese pasado que nos ha consumido a los dos, pero es descarado que crea que nunca lo había hecho. Intenta besarme, pero giro la cara hacia otra parte.

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora