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Odio que los rayos del sol atraviesen la habitación, me obliga a levantarme. Un mareo me hace volver a acostarme y mi cabeza me taladra. Volteo a ver alrededor; me percato de que no hay nadie. Creí que iba a despertar desnudo junto a esa mujer, Blanca, pero volvió a demostrarme que sus intenciones son buenas conmigo.

Charlamos un rato, concretamente sobre su trabajo: ella es una gerente de una cadena de hoteles, está en la ciudad por un congreso. Luego regresará a Cancún. De hecho estuvo en un concierto mío el año pasado y sabe que no soy mucho de tirarme a beber porque sí, dentro de lo que puede conocer por ser fan. Así que se preocupó y por ello se acercó, me inspiró confianza y le conté un poco sobre mi situación.

—Tienes que demostrarle que has cambiado, tu amiga tenía razón: que sepa lo que perdió.

—Pero yo cometí errores graves.

—¿Y eso significa que te tenga fichado como si fuera la Interpol? —hago una mueca— al final de todo, eres un buen chico y mereces cosas positivas.

Luego seguimos bebiendo, aunque ella menos acelerada que yo; varias copas más tarde, no supe más de mí. Sin embargo logré sentir como alguien me cargaba hasta llegar a una habitación. De todas maneras, quedé frito en cuanto toqué la cama. No soportó bien las bebidas fuertes.

Vuelvo a levantarme, mi ropa está esparcida por el suelo. Observo la habitación y me doy cuenta de que está no es la mía. Busco rápidamente mi ropa.

—No te preocupes Pablo, yo no me aproveché de ti, aunque era fácil caer en la tentación —dice con una sonrisa.

—Mi intención no era ofenderte, simplemente que no sabía dónde estaba.

—No tenía ganas de llevarte hasta tu habitación así que te traje aquí y yo me acosté en el sofá. No dejabas de murmurar: "Desearía no haberte conocido".

Hago una mueca, aunque tiene razón. Ojalá nunca haber sabido los sentimientos de Valentina. Al menos el dolor de cabeza es lo suficientemente tormentoso para dejar de pensar en ella.

—Ni una palabra de esto nadie —mascullo.

—Tranquilo, tigre, mejor ve a ducharte y pediré el desayuno, si no tienes algo mejor que hacer.

Estuve a punto de negarme, pero al estómago le apeteció gruñir en ese momento. Antes de escuchar su risa, me encierro en el baño. Mientras el agua se deja caer por mi cuerpo, pienso en lo estúpido que fui confiar en alguien más, aunque ahora corrí con suerte pues ella no quiere algo más (supongo) pero si Espe estuviera aquí, me habría regañado. 

Cuando salgo de la ducha, veo a Blanca sentada en una mesita, con el carrito de comida, con algo que llamaría como desayuno imperial. Cuando nuestras miradas se encuentran y sonríe.

—Ven, que no muerdo —receloso tomo asiento—. Como has podido ver, solo he sido una buena persona. No seas tan desconfiado.

—Lo siento, pero es extraño que, siendo lo que soy, alguien venga a ayudarme sin nada a cambio.

—Solo eres alguien con el corazón roto. No hay más que decir. Yo solo quiero ayudarte. Anda, desayuna y nos vamos a Xochimilco.

—No estoy seguro de ir, es decir ¿Que tal si alguien me ve y toma fotos?

—Deja de ser tan paranoico. No va a pasar nada, además creo que necesitas distraerte más, ya luego lo ahogas con trabajo.

Me gustaría tener tanta seguridad, como ella. Pero tiene razón, debo distraerme. Sé que no voy a olvidarla de la noche a la mañana, pero por algo se empieza. Le sonrío, comento que iré a mi habitación a cambiarme y acepto salir con ella.

Agustín

La oficina parece estar en silencio, a menos que todos hayan huido de mi presencia, y los entiendo. Desde hace días llevo un humor de perros y todo se ha complicado con la discusión con Pablo, además de la sorpresa de que seré padre.

No sé qué pasó por mi mente cuando me acosté con Valentina. Yo no pretendía dejar las cosas así, quise olvidar mis penas intentando tener sexo sin sentimientos pero no soy capaz, lo aprendí de una manera cruel.

Llego a mi escritorio y llamo a mi secretaria para pedirle la orden del día, mientras pienso en lo que comenté con Valentina. Tal vez le tomaré afecto, pero francamente dudo enamorarme de ella, o de alguien. Nadia fue el amor de mi vida y no creo que alguien pueda superar esa sensación.

—Señor —volteo a ver— tiene una llamada por la línea privada.

Es extraño que que alguien me llame en pleno horario de trabajo, sabiendo perfectamente que no soy muy de responder, hasta que recuerdo que le di este teléfono a Valentina. Le pido a la secretaria que me lo pase.

—Tienes que hablar con Layla —dice directa— creo que ya tiene un mal concepto de ti.

—Sé que soy un tonto, pero no creo que esto sea tan grave —hago una mueca.

—No me entiendes —resopla—. Hablé con ella está mañana, me dejó el día libre. Pero... me parece que Pablo le contó sobre Nadia. Dijo que ya no existes para ella.

¡Maldición! Pablo no pudo mantener su boca cerrada, aunque entiendo que necesitara desahogarse con alguien y, bueno, Layla es su novia. Por más que me cueste imaginarlo.

Tengo que hablar con ella, tal vez no merezca que le aclare las cosas, pero algo en mí quiere hacerlo. Le pregunto sobre sí ha hecho algo más y me comenta que ha ido al médico para un chequeo, pero todo está bien. Después de ello, cuelgo y llamo a Layla.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunta y noto molestia en su voz.

—Tenemos que hablar sobre lo que Pablo te contó…

—Lo que hagas con tu vida me tiene sin cuidado. Pero eres muy maldito al estar con una mujer justo cuando tu amada se estaba muriendo.

—No es lo que tú piensas.

—A ti no te importa que pienso. Jamás te interesó así que no vengas a darte golpes de pecho conmigo. Felicidades por tu paternidad, creí que ibas a guardar más tiempo de luto, por tener algo de decencia pero me vuelves a sorprender.

—Layla, me conoces desde que éramos pequeños…

—No, no tengo idea si te conocí —espeta— ahora sí me disculpas, tengo cosas importantes que hacer.

Cuelga, dejándome una desazón ¿Por qué le molesta tanto lo que hago o dejo de hacer? Sin embargo, me siento mal por el concepto en el que estoy cayendo. Tengo que hablar con ella, aunque me rechace cientos de veces, necesito aclararle que todo es mentira.

Pero ¿Por qué me siento dolido?

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora