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Pablo

—¡Valentina! —exclamo al verla yacer en el suelo, desangrada. Volteo la mirada y observo que Raquel también ha caído. Escucho a la policía irrumpir en el departamento mientras corro hacia el cuerpo tendido de mi novia.

Algo no estaba bien cuando noté su ausencia. El tener esa amenaza latente me obligó a pedir protección, eso nadie lo sabía salvo Mariola. Aunque no puedo creer que hayan dejado entrar a esa mujer y ahora estoy aterrado. Estrecho su silueta entre mis brazos mientras imploro al Creador que nada malo le haya sucedido.

Oigo el vaivén de la policía, a los paramédicos llegar y dar los primeros auxilios, sus peticiones de alejarme de ella pero nada me interesa, me niego a separarme de su lado. Los agentes quieren que rindan mi declaración a pesar de mi terquedad en permanecer aquí. Necesito saber que está bien.

Han pasado dos horas desde que ingresó a urgencias y los médicos no me dan noticias. De Raquel no quiero saber nada, pero estoy seguro de que ya le notificaron a su padre de la situación. Si sale viva, voy a hacer lo que esté a mi alcance para refundirla en prisión.

—Pablo, no ganas nada con estar caminando de un lado a otro —expresa Mariola—. Estoy segura de que están haciendo lo posible.

—Lo sé, pero por lo menos podrían decirme que vive o... —se quiebra mi voz al pensar en la posibilidad de que ella no esté más.

—No pienses en eso, ella es fuerte. Te lo ha demostrado varias veces, confía en que estará bien. Los agentes vendrán en un rato para tomar tu declaración, les convencí de que llamaríamos mucho la atención de la prensa y lo que menos queremos es otro escándalo.

—Gracias por pensar en estos detalles, no tengo cabeza para eso.

—Para algo me paga la disquera —suelte de repente y sonrío levemente—. Levanta ese ánimo, muchacho.

Lo intento, quiero decirle, pero la imagen de ella cayendo al sueño irrumpe a cada momento en mis pensamientos y hace que me sienta culpable, como si no fuera suficiente el hecho de que perdió a su bebé por mi causa. Debería ser motivo suficiente para alejarme de ella, pero ¿qué hago con este corazón que late por su amor?

—¡Familiares de Valentina Torres! —anuncian. El médico se acerca a nosotros, su rostro no refleja expresión alguna y mis sentidos se agudizan—. No hay nada que temer, ella está fuera de peligro. Por ahora le estamos haciendo transfusiones, en un rato más podrán verla. El desmayo es normal en su condición... aunque, dado la gravedad de la situación, empeoró por el estrés del momento.

—¿Condición? —pregunto confundido, a la vez que aliviado de que las cosas no pasaron a mayores.

—Sí, ¿señor...?

—Alborán —respondo—, le pido máxima discreción. Eso no debe llegar a manos de la prensa.

—Entiendo, sr Alborán. Lo que quiero decir es que necesitará mucho reposo y alimentarse bien, pues no solo se trata de ella —lo miro sin comprender—. La señorita Torres está embarazada.

Mariola y yo nos miramos atónitos ¿Eso era posible? Han pasado dos meses desde lo sucedido con el bebé que esperaba y, francamente, no pensé que sería tan pronto. Aunque reconozco que mi mente se cegaba en los momentos de pasión y olvidaba cuidarme. Sin embargo, siento un gran alivio, podremos ser padres, vamos a serlo.

El médico sigue dando instrucciones pero lo escucho lejos de mí, porque empiezo a fantasear con el futuro. Muero por ver su reacción, estoy seguro de que le hará feliz la noticia. Lo único que presté atención es que podré verla en una hora.

Mientras tanto me surge una interrogante ¿Qué pasará con Raquel?... necesito saber sobre su estado de salud para pensar en cómo voy a proceder en su contra. Así que me atrevo a preguntar sobre ella, ante la sorpresa de mi representante.

—¿La otra chica que trajeron de emergencia? —asiento—. Su situación es complicada de explicar; la bala está situada en una zona complica y en este momento la están operando, de hecho ya se informó a su padre... aunque no sé si está aquí. Su pronóstico es reservado.

—¿No sabe con certeza si sobrevivirá?

—Así es. Lamento no decirle más al respecto, si no hay más dudas, voy a revisar a mis pacientes. La enfermera les avisará cuando puedan ver a la señorita Torres.

Me siento abatido ¿cómo es posible que hayamos llegado a este punto? ¿qué tanto pudimos equivocarnos ella y yo como para tener esa clase de relación? ¿por qué no noté los sentimientos de Valentina antes? Hay tantas cosas que me planteé justo cuando la vi caer en el suelo. Tan sumergido me quedé en esos pensamientos que no me di cuenta de que Agustín y Layla llegaron.

—Ya no te tortures más, Pablo —pide Layla—, ella es la única responsable de sus elecciones y, tristemente, escogió este camino. 

—Y por mi hijo —suelto—. El médico me dijo que ella está embarazada.

—Pues espero que me dejes ser la madrina. Voy a malcriarla —sonríe maliciosa.

—¿Crees que será niña? —apuesto, aunque me ilusiona mucho la idea de tener una princesita en casa.

—Sea lo que sea, va tener mucho amor por parte de sus padres —se acerca Agus para felicitarme y entre todos me hacen olvidar el mal rato que pasamos, platicando sobre bebés y otras cosa, hasta que nos llaman para ver a Valentina.

Solo yo entro a la habitación. Está tendida sobre la cama, pero su rostro se ilumina al verme, extiende sus brazos, invitándome a acercarme aunque no lo necesito pues, deseoso, corro a ella para perderme en su abrazo.

—Temí perderte —confieso—. Mientras te traían acá pensé en lo estúpido que he sido contigo y en lo maravilloso que ha sido amarte, a pesar de los malos momentos.

—Olvidemos eso, hay que dejarlo atrás. Lo que importa somos tú y yo, que pasé lo que vaya a suceder. La policía tomó mi declaración, pero no quisieron decirme sobre Raquel.

—Lo único que sé es que la estaban operando. Pero tienes razón, lo importante es que estás bien y que ella va a estar lejos de nosotros..., además de un nuevo inquilino —digo sonriendo.

—¿Cómo? ¿Quieres traer a Terral?

—No, me refiero a que, en nueve meses, tendremos más risas en nuestro departamento —me mira sorprendida—. Vamos a ser papás, hermosa. 

Sonríe, se abalanza a mis brazos mientras ríe, feliz. Llena mi rostro de besos antes de volver a mirarnos, puedo ver sus ojos llenos de lágrimas. Toma mis manos entre las suyas y las acerca a sus labios.

—No puedo creerlo —responde emocionada—. Tenía mucho miedo de que tuviera consecuencias el accidente, pero no puedo estar más feliz. Dios, me siento la persona más dichosa del mundo.

Alguien entra a la habitación; nuestra sonrisa se borra al ver la expresión seria de Mariola con quien una frase paraliza nuestra felicidad.

—Raquel no sobrevivió.

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora