56

185 20 16
                                    

Valentina

—Raquel no se cansa de fastidiarnos —mascullo. Tiro las flores al bote de basura. Layla está tras de mí sorprendida, quizá, del descaro de esa mujer.

—Conservaba la tarjeta, estoy segura que está será la gota que derrame el vaso.

—Hablaré con Pablo. Tristemente no puedo denunciarla por el pacto que tiene con el papá de esa.

—Tal vez, pero somos conscientes que no va a detenerse. Lo mejor es denunciarla antes de que suceda una desgracia.

—Tienes razón —suspiro—. En fin, hay mucho qué hacer y usted sigue aquí... ¿No que tiene una cita en media hora?

—Siempre al pendiente de todo —reímos.

Sé que hay razón en sus palabras, pero no quiero arruinar los momentos que estoy viviendo junto a él. No hemos sido una pareja ordinaria, tampoco lo seremos, pero adoro sus detalles, está siendo una etapa hermosa. De todas maneras debemos frenarla, así que guardo la tarjeta en mi bolso; al final del día decidiré si es momento de confesarlo.

—Espero que esto no cause más problemas. Además no sabemos si Pablo ha recibido algo como esto.

—Puede ser, Lay, esa mujer solo quiere su infelicidad y la siguiente presa soy yo.

—Exacto, por eso sugiero que se lo digas de inmediato. No debes dar pasos en falso, de eso se puede aprovechar —suspiro.

—¿Hasta cuándo se terminará esta locura?

—En el momento en que Augusto se dé cuenta que su hija no es un angelito.

Dejo el tema, porque no quiero darle mucha importancia cuando no la merece. Además, me siento tan bien como para amargarme por personas que solo quieren hacer daño. Layla entendió y pasamos a otros asuntos.

Hoy cenaremos en el departamento de Pablo, aunque dudo que sea algo preparado por él. Allí le diré lo que recibí esta tarde. Sin embargo, temo que esto no sea suficiente para levantar la denuncia además él se mantendrá en la postura de esperar la decisión de Augusto.

Nunca imaginé que reaccionaría de una forma tan violenta, maldiciendo a todo aquel que pasara en su mente. Puedo sentir su frustración, el dolor y la rabia contenida durante este tiempo, esta fue la gota que derramó el vaso... y lo entiendo, pues yo tampoco podría quedarme de brazos cruzados viendo cómo todos los que quiero son amenazados por alguien que no puede cerrar su pasado.

—No sé qué haya pretendido con esa nota, pero ya fue suficiente espera. Mañana iré a primera hora a ver a su papá. Le enseñaremos la nota; estoy seguro que no pondrá más peros.

—Pero tampoco quiero que te hagan daño, amor, lo único que deseo es terminar con esto de una vez.

—Pues esto termina mañana, no importa el precio que tengamos que pagar.

No puedo negar que tengo temor pues no sé qué será capaz de hacer con tal de mantener a Pablo en su red, pero entiendo que el momento de salir y defender lo que es nuestro. Por esta noche quiero olvidar todo; solo dormir entre sus brazos y soñar con el futuro.

De repente, justo cuando mis ojos se cerraban, alguien toca el timbre. Él ya dormía y no quería interrumpirlo así que me pongo en pie para ver de quién se trata. Lo primero que veo es un arma apuntándome, detrás hay una mujer cegada por los celos.

—No pienso permitir que arruines mis planes —masculla—. Antes prefiero matarte.

Entre sus manos sostiene la pistola, a la altura de mi frente, se ve segura de hacerlo aunque noto un ligero titubeo en lenguaje corporal. Sin embargo, no puedo tentar a la suerte; mucho menos dejarme ganar por la desesperación. Pablo puede despertar en cualquier momento y lo último que quiero es que ambos tengan otro enfrentamiento.

—Podemos hablar tranquilamente, no es necesario que pasemos a estos extremos...

—¡Cállate! —exclama furiosa—. No voy a caer en tu palabrería barata. Estúpida entrometida, tuviste que meterte entre Pablo y yo... nos íbamos a reconciliar, dejar atrás el pasado y vivir felices.

—¿No querrás decir vivir de su dinero? —pregunto irónica.

—Eso ni te va ni te viene, solo quiero que dejes de estorbar entre él y yo; te borraré esta noche de nuestra historia.

Sus ojos fríos, su expresión inescrutable me hace temblar, lo va a hacer... y cierro los míos pensando en que no viví lo suficiente para amarlo, que debí tener valor antes para declararle mis sentimientos. Me arrepiento de haber perdido tanto el tiempo estirando y aflojando la relación, dejándonos llevar por los rumores, por el pasado y por los impulsos.

Debí creerle cuando me dijo que me amaba, que había cambiado. Debí darle una oportunidad.

Y pensar en que no volveré a mirar su sonrisa, escuchar su voz, sentirlo tan mío... ese pensamiento destroza mi corazón.

—Será mejor que sueltes eso o llamo a la policía —escucho su voz, claramente molesto y respiro hondamente.

—¡Vaya, apareció el príncipe azul...! Claro, le toca rescatar a su pobre cenicienta —ironiza—. Ni se te ocurra acercarte, o verás en vivo cómo hago pedazos la cabeza de tu novia.

—¿Por qué rayos estás haciendo esto? ¿Por qué no puedes aceptar que nuestra historia acabó en el momento que me engañaste?

—Ya te lo dije, Pablo, yo soy quien termina la relación y hasta que me dé la gana te dejaré en paz.

—Entonces no metas a Valentina en esto, se trata de ti y de mí —implora, sin embargo, ella se burla.

—Ella es quien nos va a atar, su muerte pesará sobre tu consciencia —ríe fuertemente mientras siento humedad en mis mejillas—. No tientes a la suerte porque te aseguro que voy a apretar el gatillo.

—Juro que no te saldrás con la tuya.

El silencio se hace eterno, las lágrimas siguen su recorrido y Raquel sigue firme, apuntándome. De repente, lo siguiente que veo es a Pablo abalanzándose sobre ella, tratando de quitarle el arma. Me paralizo ante la escena que hay frente a mí, pasan los segundos pero mantienen la lucha. Ya no veo la pistola, el temor se hace más grande y lo peor pasa por mi mente cuando escucho el doble accionar, veo que los dos se miran fijamente y la sangre fluye entre ellos.

—¡Pablo! —es lo último que alcanzo a decir antes de caer al suelo. 

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora