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Me siento estúpida, por seguir llorando por alguien que no vale la pena. Pero no puedo evitar que este corazón se parta en dos cuando ve que la persona que ama la ha destrozado otra vez. Apago la televisión y dejo que mis lágrimas fluyan, esta será la útlima vez que llore por él. Por ahora, me voy a permitir deprimirme pero mañana aceptaré salir con Agustín, conocer otras personas. No más llanto para Valentina. 

Tomo el teléfono y mando un mensaje que va a cambiar todo. Ese juego de gatos y ratones se pueden jugar de ambos bandos.

Pablo

—Es increíble que la prensa se haya enterado tan rápido —murmuro— ya somos presa de los periodistas, Layla.

—No te preocupes, en cuanto haya otro escándalo, olvidarán lo nuestro.

—De todas maneras, no me hace buena publicidad. Me esfuerzo por evitar que esto ocurra cuando ya estoy promocionando.

—¡Tus sencillos! —exclama—. Lo siento mucho.

—De todas maneras, no podía dejarte sola.

Decidí invitarla a cenar a mi restaurante favorito, tratando de animarla un poco y que olvidase lo sucedido en el camerino. Aunque realmente empezó a sentirse mal y la lleve a mi departamento. Conclusión: le ha dado fiebre.

Le pedí a Nicolás, mi médico personal a que viniera a revisarla. Luego de recetarle medicamentos, se marchó. Al cabo de un par de horas, Layla ya estaba lista para irse.

Sin embargo, no fuimos precavidos y ahora la prensa está especulando una posible relación entre nosotros.

—Y te agradezco mucho por haberme cuidado. Insisto eres todo lo contrario a lo que decían.

—Ojalá Valentina me creyera —suspiro— aunque creo que debería rendirme, ya encontró un nuevo amor.

—¡No hables así! —recrimina—. No te preocupes, que ella va a ver lo que se está perdiendo.

No sé en lo que está pensando y eso me asusta.

Pasa media hora más en mi departamento hasta que, finalmente, con el pretexto de que va a resolver unos contratos con Julieta, decide retirarse de mi departamento. Hace mucho tiempo que una mujer no pasaba la noche en mi departamento y menos sin acostarme con ella.

—Gracias, de verdad —sonríe— ¿Nos vemos mañana?

—Claro —respondo y hace algo que no me imaginé: besarme en los labios. Ella solo me sonríe mientras se marcha y yo quedo como estúpido con mi mano en los labios.

Ni siquiera tengo tiempo de asimilar lo que sucede porque veo a una mujer acercándose: es Abril y viene molesta.

—¡Decías que no volverías a lastimar a mi amiga, eres un maldito mentiroso! —exclama—. La prensa no para de hablar de ti y de Layla Rosique.

Hasta aquí, no voy a seguir soportando más sus berrinches.

—No te permito que vengas a mi casa y me insultes de esa manera. Además, quien está lastimando es tu amiga —me mira extrañada— ¿Ah, no te lo ha contado?

—¿De qué estás hablando? —vaya, la mejor amiga no sabe nada. Pero no se va a enterar por mí.

—Que te lo diga ella, si presumes tanto de que se saben todo. A mí déjame en paz.

Ella queda desconcertada por lo que he dicho, ni siquiera me da una advertencia más antes de marcharse. Cierro la puerta y masajeo mi rostro. No tengo idea de qué diablos ha pasado.

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora