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  "Qué curiosidad, que cuando me acuerdo de ti
viene a visitarme un inevitable sentimiento inexplicable" 

Madrid

Pablo

El corazón no deja de latirme fuertemente desde que me fui de su departamento. Se veía muy linda, tanto que yo no podía seguir estando allí sin poder tocarla. Un estúpido eso es lo que soy. No tenía que haberme puesto nervioso por ver la ropa interior de Valentina, pero lo único que podía imaginarme era llevarla a la cama y pedirle que me dejara demostrarle que...

—¡Pablo! —volteo a ver— ¿Qué pasa contigo? ¡Te llevo hablando desde hace horas!

Mariola tuvo que llegar a mi departamento porque estaba preocupada de que no respondía sus llamados. La razón es que apagué mi teléfono y estaba tan a gusto con ella que no vi el teléfono en ningún momento. Cuando regresé, al día siguiente, mi mánager ya estaba en la puerta. Le dije que tenía una explicación y la invité a entrar.

—No seas exagerada, Mariola. Además te estaba prestando atención. 

—Entonces dime ¿Sobre qué estaba hablando? 

—Pues de los singles... —me mira molesta. 

—Hablaba de que pasado mañana, temprano, irás a Los 40 para una entrevista ¿Qué es lo que te pasa? 

Pasa que estoy perdiendo la cabeza por una mujer que le hice daño, a la que no merezco y aun así, lo único que quiero es estar todo el tiempo a su lado. Que desde que me fui de su casa estoy en una nube; parezco adolescente amando por primera vez y no sé si decirle a alguien porque todos la van a proteger de mí. O de lo que alguna vez fui. 

—No es nada —respondo, evitando su mirada. 

—No te hagas el tonto. Además ¿Por qué tienes la misma ropa de ayer? ¿Dónde rayos pasaste la noche? —resoplo ante la mirada intimidante de mi amiga. 

—Que esto quede entre nosotros, no quiero a los demás en la puerta con amenazas de muerte ¿Recuerdas lo que te dije de Valentina y la vez que fui al"Majestic"? —asiente—. Lolo y Adrián la vieron y platicaron, no pude evitar estas ganas de verla y fui a su departamento. Sé que me vas a matar porque se supone que me iba a dar más tiempo, pero... necesitaba responderme a la pregunta que me hiciste aquella mañana. 

—¿Y ya te la respondiste? ¿La quieres? 

—No sé, solo siento unas locas ganas de estar junto a ella. No puedo definirlo por ahora, pero quiero ser su amigo, así la conquistaré poco a poco. Así le voy a demostrar que soy diferente ya a aquel imbécil. 

  —Me parece una buena idea..., pero no desaproveches esta oportunidad. Pero si vuelves a romperle el corazón, no podré hacer nada más por ti —suspiro—. En fin, hablemos del nuevo videoclip...

—Tú no respondiste cuando te pregunté si ella me quería —interrumpo— necesito saberlo.

—Eso ella te tendría que responder.

Con esa respuesta deja zanjado el tema. Si espero a que preguntárselo directamente, su respuesta sería hasta que los sapos volarán. Tendría que valerme de lo que dijeron Espe y Mariola, de lo que sentí en sus besos y caricias. Pero no puedo estar alejado de ella, temo que alguien más llegue e intente alejarla de mí, aunque ya estemos lejos.

El resto del día pasó tan lento que era asfixiante. Pensaba que lo poco que logramos conectar anoche sería suficiente para que ella me llamara. Las mujeres con las que salía morían por ello y ahora soy yo el desesperado, debo verme patético. Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido del timbre, extrañado, abro la puerta y me encuentro con ¿Abril? ¿Cómo encontró mi dirección?

—Ni se te ocurra jugar con ella. No voy a permitir que le hagas daño; si la veo llorar por ti, no responderé por lo que haga —advierte.

—¿Quién te dio la dirección de mi departamento? ¿Y con qué derecho vienes a amenazarme?

—Eso no te importa y ella es mi mejor amiga así que tengo todo el derecho de cuidarla.

—Ella está muy grandecita para saber en dónde se está metiendo y no te preocupes, yo no voy a hacerle daño.

—No te creo. Si la veo llorar por ti, lamentarás haber nacido —desconcertado, cierro la puerta.

Entiendo la desconfianza de Abril por lo que fui en el pasado, pero eso no le da derecho a invadir mi casa y amenazarme de esa manera. Aun así, voy a demostrarles a todos que no voy a hacerle daño. 

Milán

Valentina

A pesar de haber aceptado la invitación de Agustín, preferí salir para conocer la ciudad por mi cuenta, soy un poco curiosa y es desesperante estar con alguien que no lo es y te presione a cada instante para irnos a otro lugar. Le pedí a Layla su opinión sobre los lugares imperdibles de esta ciudad. Por eso estoy en la terraza del Duomo, admirando la vista espectacular de la ciudad y con la cabeza puesta en Pablo. 

Hay veces que me pregunto si podré olvidarlo; porque cuando lo intento, recuerdo como son sus besos, como sus palabras me derretían y me imagino siendo la dueña de sus caricias otra vez.

Sin quitar mérito, también pienso en Agustín. En cómo cambió, de ser el chico triste que conocí a uno que parece lleno de energía, pero al mismo tiempo un hombre malhumorado. Cuando almorcé con él y Layla, tenía un aura diferente, parecía un hombre divertido. Es un extraño.

Llego a mi habitación a las nueve de la noche. Había caminado por las tiendas que había alrededor de la catedral y después tomé el taxi para volver a casa.

—¿Valentina? —dice alguien y yo doy un leve grito. A mis espaldas está Agustín, quien me sonríe mientras yo trato de normalizar mi respiración.

—¿Cómo supiste...?

—Le pregunté a Layla, la verdad es que no estoy seguro de que me quedé mañana en la ciudad así que te invito a cenar para hacer las paces entre nosotros. 

—¿Por qué quieres demostrarme que no eres el mismo que conocí en el lobby? Digo, de todas maneras no nos volveremos a ver. 

—Al contrario, sé que eres la asistente de Layla y estaré muy seguido en Madrid por unos asuntos de trabajo. Ella es mi mejor amiga; la estaré visitando constantemente. 

No le creo, algo está escondiendo y si acepto cenar con él tal vez encuentre la respuesta a esa interrogante secreta. Cuando acepto, él me sonríe, me toma de la mano para ir hasta el ascensor. Al llegar, me lleva a una de las mesas de la zona exterior del restaurante, que da una vista preciosa de la calle mientras la gente va pasando. Me confesó que hace un mes había perdido a una persona muy importante en su vida y que cuando piensa en ella, se pone de mal humor. Cuando quise preguntarle por qué, no me respondió. Me preguntó también por Pablo, no se conformó con la respuesta que le di antes, pero tampoco me quiso decir la razón. 

Lo que sí, es que después de cenar, seguimos allí, bebiendo una copa tras otra y luego de preguntarnos lo que nos rodea empezamos a hablar de nosotros. 

—¿Y por qué una mujer tan bella como tú sigue sola? —cuestiona cuando le digo que estoy soltera. 

—Lo mismo diría de ti... ¿O es que esa persona especial se trataba de una novia? 

—Ya no tiene caso hablar de ello, de todas maneras ¿Quién va a querer estar con alguien que apenas va saliendo del luto? 

—Cualquiera, no seas tonto mientras no tengas puesto un anillo en ese dedo, todas morirían por ti —respondo, sujeta mi mano y me acerca a él. Su aliento choca contra el mío y nuestros labios están al borde de fundirse. 

—¿De verdad? Porque me gustaría besarte —su boca se une con la mía. El calor se extiende por mi cuerpo. De un momento a otro abandonamos la mesa, caminamos hacia el ascensor sin que nuestras manos dejen de tocarse. 

Llegamos a su habitación ¿O era a la mía? No tengo idea, solo sé que me deshago de su saco y corbata, mientras comienza a desabrochar mi blusa y siento sus manos recorriendo mi piel desnuda; cierro los ojos, al abrirlos veo a... la cabeza me da vueltas. Sus labios depositan besos suaves, pero urgentes a la curva de mi cuello. Lo miro a los ojos y una sonrisa se desborda en mí.

Es Pablo. 

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora