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Qué daño puedo hacerte con quererte
Si no me quieres tú, yo lo comprendo

El amanecer había salido y apenas pude dormir. Cada hora tenía que ir a verlo por si se sentía mal, iba pensando en las palabras que mencionó antes de dormirse y me rompe el corazón pensar que fue ella quien le provocó tanto daño, que mató a ese hombre sonriente, lleno de luz y que siempre era atento y encantador.

Las miradas ausentes, las mujeres que tanto iban y venían por su vida. Todo se reduce a un alma rota, a un amor que fue y destruyó todo lo que había a su alrededor, como si fuese un huracán. Recordar sus besos, buscando ansiosamente algo que había perdido, habían alterado mi cuerpo y deseaban más, poder sacarlo de ese abismo. Ser esa persona que lo rescatara, pero necesito que me dé una señal.

Tener puesta la camisa de Pablo, como si hubiese pasado una noche de pasión, no ayuda a clarificarme.

El estómago empieza a pasarme factura de no haber cenado anoche, me pongo en pie y voy hacia la cocina, aún es temprano y dudo que se levante en un buen rato. Abro el refrigerador; hay lo básico para un sándwich. Me preparo algo de café, el suficiente para que Pablo beba más tarde.

Desayuno lo más lento que puedo, porque no quiero deshacerme de su camisa, sentir su perfume inundándome y combinándose con el mío. Además, no creo que me vea tan mal con ellos puestos. El sonido de un teléfono me alerta. Lo busco a tientas, es el móvil de Pablo; por supuesto, debe ser alguna de sus mujeres.

—¿Diga? —contesto.

—¿Dónde está Pablo? —responde una voz furiosa—, no acepto evasivas, pequeña tonta.

¡Genial, la ex novia al ataque!

—¿Te interesa saber qué pasó anoche? —digo seductoramente— ¿Será porque hice lo que tú estabas planeando?

—No, estoy segura de que ni aun borracho, se fijaría en ti —replica— ¡Por favor, vete en un espejo! No eres nada para él.

¡Oh no, estúpida! No te daré el gusto de destruirme.

—Pues si no lo soy ¿Entonces por qué soy yo la que está en su departamento y con una de sus camisas? —se queda callada ¡Boom bitch!

—Espero que tu ilusión no se te caiga cuando él despierte y te vea. 

—¡Cállate!

—Yo al menos fui testigo de su amor, tú jamás... —cuelgo frustrada. Estoy cometiendo un error, debo salir de aquí.

Me giro, un par de ojos cafés me miran peligrosamente, llenos de desprecio.

—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —masculla. Lo sabía, el hombre que me besó anoche no era más que una ilusión— no me hagas repetir y explícame de una maldita vez.

No hago nada, simplemente miro sus ojos apenas puedo moverme y escabullirme para ir a la recámara, donde están mis cosas. Escucho sus pasos detrás de mí.

—¿Te comió la lengua los ratones? ¡Quiero que me expliques cómo me encontraste y me trajiste aquí?

—Piensa lo que quieras —susurro.

—Puedo pensar en que nos acostamos, pero no lo creo... ni borracho podría tener algo contigo.

Algo en mí se rompió con esas palabras, dejando a su paso un sentimiento de furia, de no ser lo que espera él, de enamorarme de alguien tan cabrón y malagradecido. De amar un corazón roto, que destruye todo a su paso.

—¡Con qué derecho te atreves a decir algo tan hiriente, borracho arrogante! —exploto—, es que soy una idiota, debí dejarte allí, tirado.

Cierro de un portazo, tiro bruscamente la camiseta de Pablo y busco la mía. Hasta aquí llegó la estúpida de Valentina. Mascullo maldiciones e insultos al hombre que tengo aporreando la puerta.

Un sexy hombre sin camiseta.

—¡Responde, maldita sea!

—¡Que te calles, estúpido! —abro, paso de él y voy de regreso a la sala, a buscar mi bolso. Afortunadamente el teléfono ya se ha cargado. Que se joda, me llevaré su maldito auto.

Siento un tirón de mi brazo, me acorrala hasta la pared y su cuerpo se aproxima al mío.

—Responde —susurra, sus manos están en mis piernas— tal vez pude haber olvidado quien eres y terminar enredado en ti. Necesito que digas la verdad.

Sonrío confiada, empuño mis manos y le doy golpes en su pecho hasta soltarme.

—No, querido, no te creas el centro del universo. Ni siquiera me duraste cinco minutos —se queda petrificado— deberías agradecerme por haberte traído aquí antes de provocar otro escándalo, Pablo Alborán.

—Estás mintiendo, me viste entre las piernas de una mujer en ese camerino y sabes que podría aguantar más de cinco minutos —sonríe con suficiencia.

¡Petulante imbécil!

—Tal vez tu ex novia hubiese dicho lo mismo que yo si fuese ella quien estuviese en mi lugar —se desdibuja su sonrisa ¡En tu cara!

—¡No hables de ella en mi presencia!

—¡Tú no me das órdenes y menos estando resacoso! —espeto.

—¡Soy tu jefe!

—Mi jefa es Mariola, hago esto por cariño a ellas, pero mi paciencia tiene un límite. Te salvé de enredarte entre las piernas de esa mujer, de salvar tu reputación ¡¿Y así es como me pagas?! ¡Jodete, Alborán!

Aviento las llaves del auto al suelo, no quiero llevarme nada suyo.

—Dale este recado a Mariola ¡Dile que renuncio por tus gilipolleces!

—¿Qué? ¡No! —lo ignoro, me dirijo hacia el elevador. Las lágrimas amenazan con salir, mi momento de valor se ha esfumado, acabo de renunciar a verlo. A admitir que no soy nadie y que este amor loco no me lleva a ninguna parte.

Abril tenía razón, debí renunciar antes de que mi alma se rompiera de esta manera. Me duele demasiado el pecho.

El timbre del ascensor me saca de mis pensamientos. Entro en ella.

—¡Espera! —grita— no renuncies por mi culpa.

—Es demasiado tarde, no quiero saber nada más de ti.

Se cierran las puertas y con ellos, mi corazón.

Le mando la ubicación de este departamento a Espe antes de apagar mis datos y olvidarme de todo. Regresaré a Madrid, haré el currículum y de nuevo a buscar trabajo. Sé que si luego hablo con Mariola, me dará buenas referencias y entenderá los motivos de mi renuncia.

Jamás me había sentido tan humillada como ayer, tan avergonzada de mi misma como hoy ni tan destruida como en este momento. Apenas puedo ver porque mis ojos se llenan de lágrimas a cada momento. Tomo el primer taxi que veo y le pido que me lleve a la estación, no me importa siquiera la pequeña valija que dejé en la casa de los Moreno. Solo quiero irme de aquí.

Felicidades, Pablo Moreno de Alborán Ferrándiz, has roto un corazón de la misma manera en que te lo destrozaron a ti. Pero al menos no tendrás el gusto de verme así.

Pude amarte, si tan solo me hubieras visto más allá del físico. No tenías que ser tan cruel conmigo, yo podía ver más allá de tus heridas, tenía la esperanza de que si me hubieras llegado aunque sea quererme, curar tus heridas. Pero ya ves, te quedas en tu oscuridad y yo no me voy a hundir contigo.

¿Cómo decirte que te quiero? Si tú nunca perdiste tiempo en despreciarme.

No hay necesidad que me desprecies
Tú ponte en mi lugar, a ver qué harías
La diferencia entre tú y yo sería, corazón
Que yo en tu lugar, que yo en tu lugar
Sí, sí te amaría

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora