Valentina
El resto de la noche no fue nada pacífica, Layla se despertaba entre ratos, lloraba y luego volvía a dormir. En una de esos momentos, le pedí que se quedara en la habitación de invitados, para que pudiera “descansar” más cómoda. Decidí no comentarle que Agustín estuvo aquí antes, no quiero que se ilusione o cometa algo de lo que pueda arrepentirse después, además no me gustaría que cometiera los mismos errores que yo cuando rechacé a Pablo. Que por cierto, me habló a la mitad de la noche (porque en América aún estaba anocheciendo) para preguntarme por nuestra amiga y comentarme que Agus le llamó minutos antes, completamente borracho; diciendo muchas tonterías y cosas sin sentido, por lo que tuve que contarle la visita que hizo unas horas antes.
—Espero que sea prudente y no haya hecho una estupidez. Me da la sensación de que tiene el corazón roto.
—Porque se lo destrozó a Layla, está más que claro que sufre por ella —se queda por unos momentos sin decir palabra alguna.
—Yo… —suspira— lloraba por ti, después de irme de esa gala, cada vez que recordaba tu rostro desolado mientras huía de ti, sentía que me arrancaban el corazón.
—Cuando desperté en el hospital, y me di cuenta de que tu sacrificio no había servido de nada, lamentaba haberte dejado ir, me culpaba de no haber luchado por ti. No quiero que eso le pase a ella…
—Agustín no se merece ser infeliz y solo el resto de su vida. Hablaré con él más tarde, cuida a Lay.
—Y tú cuídate, te extraño… —suspira, pero casi puedo imaginarme su tierna sonrisa, la manera en que atraparía mi cuerpo entre sus brazos y depositar besos en mi cabello, aspirando mi aroma; susurrando tiernas palabras. Apenas logro escuchar un “yo también te echo de menos” mientras mis ojos se van cerrando poco a poco.
—Duerme, hermosa.
El suave, pero insistente, repiqueteo de la puerta me despierta. Busco a tientas mi teléfono y observo la hora, son las ocho de la mañana. Camino hacia la puerta; lleva una bandeja con panecillos y huevos con tocino. Se ve pálida, ojerosa y triste, parece un alma en pena. La dejo pasar y deja la bandeja en silencio.
—Gracias por dejarme dormir aquí —resopla—, no me sentía con fuerzas para volver a mi departamento.
—No iba a permitir que estuvieras sola en este estado. Siempre vas a contar conmigo, pase lo que pase —la abrazo— no me gusta verte así.
Responde a mi abrazo, quedándose unos minutos más, logro escuchar sus sollozos, que inútilmente trataba de ocultar. Por un momento se me ocurre decirle que salgamos un rato, para que se despeje un poco, pero no sé si lo tomará a bien. Así que le insisto en que desayunemos, platicamos sobre los planes de trabajo de la siguiente semana, distrayéndola; haciendo anotaciones extra, pero no pude evitar que saliera el tema de Agus, momentos después, al acordarnos del plan que teníamos para mantener lejos a Esteban. Al menos, esta vez, no ha llorado.
Decidimos quedarnos viendo películas de comedia romántica, lo cual es raro tomando en cuenta la situación de Layla, pero eso no evitaba que nos ahogáramos en risas viendo las travesías que tenía que pasar el protagonista por su amada. No recibí llamadas de Pablo durante la mañana y menos de Agustín así que, por un lado, crisis prevenida.
—Supongo que debería irme a mi departamento —musita—, no quiero ser una molestia y seguro tienes pendientes que hacer.
—No eres ninguna molestia. Además no tengo nada que hacer ¿Te parece si vamos de compras y luego al cine?
—Eres una santa —sonrío—. Está bien, pero primero vayamos a mi casa. Necesito cambiarme de ropa.
Mientras vamos en el taxi, pienso en que quizás él esté allí. Agustín estaba muy devastado anoche, bebió demasiado y temo que haya ido al departamento. No quiero que Layla pierda la poca paz que ha encontrado en estas horas, además de la locura que pueda desatarse. Ella podría decir cosas de las que se arrepentirá; tampoco me gustaría verle triste de nuevo. Aunque en algún momento tendrán que verse y hablar de lo sucedido.
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¿Cómo decirte que te quiero?
Fiksi Penggemar¿Qué debo hacer para que te fijes en mí? Siempre pasas a mi lado, pero jamás te detienes a mirarme. Soy solo una más en la lista de personas con la que te has topado. Tienes todo y yo tengo nada. ¿Cómo puedo rivalizar con las mujeres que te pasea...