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He llegado a pensar, más de una vez, que burlarte de te produce placer

Los siguientes días fueron un total martirio. 

Discutías con Mariola, con Esperanza e incluso conmigo, las juntas terminaban con un portazo que resonaba en toda la sala. Aun así quería ir detrás de ti, preguntarte por qué estabas así y encontrar una manera de consolarte. Pero sé que tienes una manera peculiar de descargar tus problemas.

El estrés podía conmigo y tú aun más. Después de aquella discusión, te alejabas más de mí. Odiaba a esa mujer, al menos no te dijo algo más. Tenemos un sexto sentido y seguro se dio cuenta de que esa escena me dolió.

¿Por qué no miras más allá de tus narices? Deberías notar que todas ellas están contigo por lo que sea, menos por amor y que yo soy la única que te quiere.

—Me voy a Málaga —dices de repente, Esperanza te mira furiosa y a ti no te importa—, lo siento, esta vez es urgente.

Por primera vez, en mucho tiempo, veo una mirada sincera, pareces herido. Aunque tratas de ocultarlo con una mueca. Espero se acerca a ti y hablan, al final te abraza. Cómo quisiera saber lo que tienes y también abrazarte.

Apenas te despides educadamente. La segunda parte de las sesiones fotográficas queda cancelada y también la reunión por lo tarde.

—Vamos, Valentina, debo ir a la oficina de Mariola e informarle. Ya suficientes peleas ha tenido con Pablo en estos días.

Mi mente no podía borrar tu expresión de dolor ¿Qué te ha pasado?

—¿Otra vez? —expresa, Mariola, angustiada. Se levanta de la silla y mira fijamente a Espe—, debe estar desecho.

—Creían que ya se había recuperado al cien por ciento, pero... —suspira— ¿Crees que deberíamos ir también? Al fin y al cabo es parte de nuestro equipo.

—No lo sé. Valentina ¿Podrías encargarte de esto? —señala unos papeles— tengo que resolver unos asuntos y pensar en lo que Hope me está diciendo.

Apenas digo que sí y Mariola sale a toda prisa de su oficina ¿Será tan grave eso que comentaban?

[...]

Había pasado una semana, Espe avisó que hoy regresaríamos a trabajar. En parte estaba feliz, porque volvería a verte, la otra preocupada pues la última vez que te vi, tu mirada mi partía el corazón.

Llegaste con la mirada desecha. Apenas te acercaste a Mariola y se fundieron en un abrazo. Me sentía incómoda pues quería hacer lo mismo, pero tú y yo no somos nada, ni siquiera amigos. Decidí irme.

Me fui a tu camerino, no sé por qué lo hice. Sabía que hay otros lugares a donde ir, pero soy una tonta y sigo anhelando que al menos seremos amigos.

Veo tus cosas sobre el tocador, está tu teléfono, tu reloj favorito y la mochila que siempre llevas a todas partes. Todo huele a ti.

—¿Qué hace aquí? —replica una voz, me volteo y es una mujer pelirroja, cabello ondulado, alta y guapa. A diferencia de mí. Pero es distinta a la última con la que te vi. Has vuelto a cambiar de mujer— sabe que este es una zona privada, no puede pasar.

—¿Quién es usted? —replico— porque yo soy Valentina Torres, asistente de Mariola.

—Eso no me importa, estás en el camerino de mí novio —las otras no les decía novio. Simplemente, pasaban a un lado mío. Apenas puedo creer lo que escucho— ¿A qué esperas para irte?

¿Cómo decirte que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora