Prefacio

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Oh, Divina Violencia...

Algunas personas sobreviven al caos y es así como crecen. Otras personas prosperan en el, pues caos es todo lo que conocen.

¿Cuantas veces Nathan le había dicho que había en su conjunto celular? Amber no estaba segura, pero pensaba que, tal vez, si trataba de enumerarlos, evitaría que el dolor la consumiera.

Una, Dos, Tres, Cuatro... ¿Y que tal una explicación mas detallada?  Genes moleculares que hacen mutar el ADN. Aumento del ritmo celular, regeneración neural, supresión de dolor y absorción proteica superior eran algunas de las ventajas que los empujaban al tope de la cadena alimenticia. Allí, junto a las grandes bestias sobrenaturales, era donde luchaban por quedarse.

Su evolución era parte de los avances genomicos mas grandes de la historia.

Pero había otra cosa, algo sorprendente y peligroso se arremolinaba dentro de ella, una mezcla inestable que la volvía una bomba de tiempo si no tenia cuidado. 

Y, justo en ese momento,  Amber luchaba por mantener la calma.

Habia un charco de sangre bajo su cuerpo que se extendía cada vez mas, cubriendo la superficie completa del templo. Sus manos estaban aferradas a dos parales de casi un metro hechos de piedra. La rugosidad le hacia daño a la piel de sus nudillos, y las cuerdas que la sostenían rasgaban sus muñecas. Dolía, pero no era nada en comparación a las otras heridas en su cuerpo, esas que impedían moverse y, aun peor, estaban comenzando a hacerla desistir

La sombra difusa de una mujer se desplazaba por la izquierda, y  Amber reconocía su esencia claramente. Sabia quien era, y sus intenciones, aunque conocidas, eran confusas. No era la única por allí.

Murmuraban palabras desconocidas, en un idioma complicado y oscuro. 

Se había defendido, había logrado derribar a muchos de ellos, y ahora... ahora todo aquello que la volvía fuerte y poderosa empujaba su pecho y su cabeza, buscando salir gracias a una herida profunda, hecha con un arma legendaria cuyo propósito era horrible. 

Añoraba lanzarse de vuelta a los lobos, donde sabia seria bien recibida, donde la ternura de sus rugidos y la lealtad de sus corazones la cubrirían por completo. Donde estaba el. 

Hizo un gran esfuerzo por no mirar alrededor, donde ellos debían estar, observando todo sin poder hacer algo para ayudarla. Podía oír sus voces, gritando su nombre, esperando que se levantara de la bruma de su agonía para acudir a su encuentro.

El viento agitaba gritos, emociones, arboles y la esperanza. El cielo era un remolino de nubes negras y truenos brillantes que se apiñaban sobre su cabeza, luchando entre ellos para ser el primero en caer.

Amber deslizo la mirada por el borde del templo, y se encontró con una de ellas mirándole. Le sonrió, sintiendo como hilillos de sangre se deslizaban por sus labios hacia su barbilla y cuello. Ella retrocedió, asustada.

Podía saborear sus miedos, y sabia que ella se encontraba entre los mas oscuros. 

—...Deberías tenerme miedo...—susurro, con  la voz ronca. La forma borrosa se inclino hacia ella, y no se dio cuenta de que había cometido un error hasta que su cuerpo cayo al suelo.

Amber soltó una risa tintineante que se repitió en los relámpagos del cielo, pero no duro demasiado, pues la herida en su espalda fue presionada, y ella se aferro a las sogas que me ataban, tratando de mitigar el dolor. 

Lagrimas, sangre y tierra era lo que cubría su rostro. Dolor, sufrimiento y agonía era lo que quería rasgarle el alma. 

Un temblor sacudió el suelo, y ella estrujo los dedos, apretando los ojos. No podía perder el control. Inhala. Exhala. Estaba segura de que, si lo dejaba circular medio segundo, podía poner en peligro a todos los demás. La piel le escocia, tan caliente como las flamas de fuego, buscando liberar el poder del Serafin. 

Perfecto caos...

Punzaba igual que el veneno, buscando un escape. Las armas no dudan, las armas no titubean. 

— Un poco mas...—dijo una de las personas. La presión se volvió una calamidad y ella se retorció, alzando la mirada al cielo. El enorme ojo de un huracán se fijaba sobre ella, formado de nubes y relámpagos. Ojala llueva, rogó, en silencio.

Una de las sombras difusas le sostuvo el pelo y la empujo hacia el frente, obligandola a levantarse. Su sangre le había manchado parte del traje y su piel aun carcomía, desesperada.

—¿Estas lista?—susurro ella. Sus ojos eran una mezcla del verde y el azul. Le recordaban el fondo del océano y las nebulosas en el cielo nocturno. 

—Se siente bien, ¿No?—jadeo Amber.

—¿A que te refieres?

—¿Se siente bien torturar a otros, verdad?—ronroneo, con la voz suave y dulce. Esa voz que era imposible de ignorar. La mujer no tuvo expresión alguna. Amber se le acerco lo mas que pudo sin dejar de mirarla a los ojos y deslizo sus labios por su mejilla. La sangre dejo una huella por toda su piel.—Una vez que empiezas ya no puedes parar...

—El dolor es necesario para sobrevivir.

Amber le sonrió, y escupió la sangre en su rostro.

—Cuando te mate,—susurro—Me encargare de que sea lo mas lento y doloroso posible.

Luego, retrocedió, clavando las uñas sobre la piedra. Podía sentir las nubes en el cielo. podía sentir el viento que las envolvía. Podía cada corazón de cada ser viviente, cada ligero movimiento e inclusive, cada deseo oculto mas poderoso. Unos esperaban que sobreviviera, otros añoraban su muerte. 

La mujer la miro, y, sin decir nada clavo una daga en su mano derecha. El metal choco y desgarro su carne, sus tendones y se enterró fuertemente sobre la piedra de debajo. Amber soltó un alarido agonizante.

hicieron lo mismo del otro lado, y los truenos se mezclaron con sus gritos. Un fuerte brillo comenzó a surgir del suelo, y Amber cerro los ojos, demasiado adolorida como para poder ver.

Un relámpago sacudió el mundo entero y toco el suelo frente a ella. El brillo aumento, y, aun con los ojos cerrados, Amber pudo escuchar una suave voz a su oído y el tacto de algo inverosímil contra su mejilla. 

Entonces, abrió los ojos. 





-Freya

Lycans II: ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora