Capitulo 22

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No sé por qué lo hice. Tal vez fueron sus ojos, sus malditos ojos negros. O quizá fueron sus labios rosados y rellenos.

Por otro lado estaba su esencia; el aroma a mentolados, perfume y algo acorchado que el despedía me había hipnotizado de tal modo que había olvidado todo y solo me había manejado un impulso. Un impulso incontrolable, como si fuese una pequeña de cuatro años en el jardín de niños con muchas ganas de saber que se siente besar a alguien.

Su toque se sentía como el cielo. Y fue un paraíso. Al menos un par de segundos.

Solo fue un roce inocente y temporario, pero fue suficiente. Y entonces, el rompió la conexión, alejándose de mí.

Me quede paralizada en mi lugar cerca de un minuto entero, sin saber que hacer o decir, avergonzada. Y Cameron volteo el rostro hacia el otro lado, con la respiración irregular y jadeante. Comencé a temblar, sin saber realmente por qué. Por nervios, por tristeza, por miedo... Y simplemente me gire de nuevo hacia el bosque, con las puntas de los dedos moviéndose inquietas.

No sabía si debía disculparme, o si debía decirle que no podía evitarlo, -Porque en realidad cerca de él mis inhibiciones se iban de viaje-, o si mejor simplemente le pedía a la tierra que me absorbiera y ya o...

—Lo... siento. — susurre, sin mirarle.

Entonces, para mi profunda sorpresa, el murmuro. — No mientas.

Tenía razón, porque no lo sentía.

La música dentro de la casa seguía sonando, y las risas, especialmente la de Camille, tronaban en mis oídos. Sentí ganas de correr, pero no lo hice. —Y-yo...

—¿Por qué haces esto?— susurro el, esta vez, girándose hacia mí por completo. Me sentí algo atacada, pero su cercanía me mareo, así que baje la mirada para contestarle.

—No es como si pudiese evitarlo, ¿Esta bien? Yo no...

De la nada me acorde de Félix, y quede en blanco, recordando que unas cuantas horas antes yo le había besado, y él me había hecho sentir realmente bien. Y ahora, con Cameron, eran situaciones distintas y parecidas al mismo tiempo. La confusión me golpeó la cabeza como un yunque. Balbucee un par de palabras, avergonzada de mi misma.

Cameron entonces se puso de pie, y, con las manos en las caderas, dio unos pasos hacia los árboles.

—Tú no sabes, Amber... — dijo, dándose vuelta. Parecía tan confundido como yo. — No sabes lo que paso, tratando de no...

Me señalo con ambas manos exageradamente y luego las bajo, bufando.

—Cameron, —susurre— ¿Qué estas...?

Lycans II: ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora