Capítulo 1

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El césped lucía brillante y hermoso, bajo el radiante sol a mediados de noviembre que era la causa de tantas gafas de sol. Los árboles visibles a la redonda podían contarse con los dedos de una mano, y con el tiempo me había acostumbrado a no tener el olor a humedad y tierra por todas partes. Los estudiantes se amontonaban en pequeños grupos, riendo y pasando el rato en lugares esporadicos del campus universitario. Era fácil darse cuenta lo frágiles y simples que eran las vidas de los humanos solos con darles una mirada. Cansados por las largas horas de estudio, felices por la juventud, emocionados por la fiesta del sábado y jubilosos porque se acercaban las vacaciones de fin de año.

Mientras observaba un par de chicas mellizas reírse con sus respectivos novios, me pregunte cuán difícil seria acabar con sus sonrisas. Era tenebroso, pero la respuesta acudió a mi mente de inmediato: Solo tenía que acercarme.

— ¡Amber! — grito uno de ellos, con demasiada emoción, tanta que su voz alcanzo un punto agudo tal que mis oídos silbaron. Las mellizas dejaron de sonreír en el acto: Punto para mí. — H-hola, ¿Qué haces por aquí?

El otro chico, al escuchar mi nombre, alzo la mirada tan rápido como pudo. Y sonrió muy ampliamente, exactamente la respuesta masculina que recibía la mayoría de veces que me acercaba a chicos y los pillaba desprevenidos.

— He traído los informes de la Profesora Beck, ella me lo ha pedido.— Respondí, usando mi voz más suave, solo porque sí. Las mellizas intentaron sonreír, pero apenas pudieron. No estaban felices de que me acercara tanto a sus ellos. — Se ven felices, ¿Puedo saber porque?

Quizá era un secreto que querían mantener entre ellos, pero mi sonrisa tomo desprevenida a una de las chicas; naturalmente no se pudo contener:— Haremos un viaje a la playa.— luego arrugó el rostro, como descontenta consigo misma por haber revelado el secreto, su hermana le dio un codazo. Me sentí un poco mal por ella, pero no podía culparla, era imposible que se contuviera cuando yo sonreía. La mayoría de las personas quedaban tildadas, o se les olvidaba de que hablaban. No era mi culpa... No en gran parte.

— Ojala les vaya bien, — entregue los informes al chico más cercano, quien sonrió mucho más, sus ojos despedían un brillo de adoración. Le guiñe un ojo solo por pura costumbre, y luego decidi emprender la salida, porque no deseaba ser invitada a una reunion donde definitivamente no era bienvenida — Adiós.

Mientras me alejaba, las escuche cuchichear sobre mí y percibi fuertemente sus acelerados latidos. En el pasado yo había creído que pasar desapercibida era lo mejor para mantenerme en las sombras. Estaba muy equivocada. La realidad es que ocultarse es mejor cuando llamas la atención. La gente cree que te conoce, fingen que conocen tus secretos y pasas a segundo plano inmediatamente. Nunca sospechan, porque se dejan llevar por los rumores. Nunca intentan saber más, porque piensan que no lo hay. Nunca dudan, están demasiado ocupados consigo mismos para hacerlo. Además, para mí no era difícil llamar la atención. Mucho menos a la audiencia masculina.

Lycans II: ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora