Capitulo 33

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Camille.

La única vez que pude observar un cadáver fue cuando tenía 11 años. Se trataba de mi abuelo; había tenido un ataque cardíaco en el sillón de su sala mientras leía, y allí se había quedado, igual que una estatua, sin vida, sin alma.

Fui yo quien lo encontró. La memoria es borrosa y algo confusa, pero puedo recordar perfectamente el frio y el mal olor. El olor era lo peor.

De haber estado más estática en ese momento, yo misma me habría convertido en un cadáver.

Hacia frio; la noche nos envolvía con una ventisca que helaba nuestros huesos y nuestras esperanzas, nuestros anhelos y nuestro miedo.

Miedo. Era lo que más podía sentir.

—Dios. — Era la única palabra que Mehgan podía decir. Parecía taladrada en su cerebro. Sus ojos estaban tan abiertos como podían, y su expresión era de pánico, miedo, dolor... Y confusión. Probablemente las mismas emociones que yo experimentaba en ese momento.

Y había silencio. Demasiado silencio. Demasiado...

Pum.

Un sonido. Un sonido sordo. Un golpe. Y luego; ¡Tac! Un disparo. Jadeando, tire de Mehgan hacia afuera. Ella, que estaba demasiado desconcertada para actuar, se dejó llevar.

—¿Qué hacemos? — exclamo, susurrando. Tenía los ojos llenos de lágrimas, y las mejillas y el cuello de un tono rojo tan intenso que se fundía con su cabello.

—¡metámoslo al taller! —le respondí, sin saber que más hacer. No tenía que ser una agente entrenada para darme cuenta de que algo malo estaba pasando, y que no estábamos seguras afuera.

Me incline hacia el cuerpo de Andrew y, sin saber cómo, le pase los brazos por debajo de la espalda. Mehgan tropezó hacia sus piernas y trato de levantarlas. Fue muy complicado, Andrew era más delgado que Paul, pero seguía teniendo mucha masa muscular. Probablemente su peso era el mío multiplicado por tres.

Pum. Otro sonido.

Aterrada, use otra táctica; jale de su brazo derecho. Esto lo movió un par de centímetros. Mehgan se dio cuenta de que aquello podría funcionar, así que lanzo el arco al suelo y se apresuró a tomar el otro brazo de Andrew. Entre ambas jalamos el cuerpo y, centímetro a centímetro, logramos meterlo al taller.

Cuando estuvo completamente dentro, Mehgan soltó el brazo y corrió a cerrar la puerta. Cuando lo hizo, ambas escuchamos otro sonido, esta vez más cercano.

—¿Él está....?— susurro Mehgan, mirando desde la puerta el cuerpo gélido de Andrew— ¿Esta muerto?

Me impulse a mí misma a mirarle el rostro, y cuando lo hice estuve a punto de tener un ataque de pánico.

Lycans II: ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora