Camille.
Le di una ojeada al vestido que traía, y me sentí algo enferma.
No me gustaban esa clase de vestidos; específicamente no esos que eran pomposos y enormes como los vestidos de novia. El vestido de Cenicienta era demasiado grande, demasiado pesado, demasiado... todo. Además, probablemente era el vestido más incómodo del mundo. Quería ser cenicienta, pero, vamos, no quería tener que usar esa porquería.
Suspirando, comencé a desvestirme. Lo peor de todo el asunto era que al profesor Matrione le encantaba repetir una y otra vez las escenas del baile del rey. Presentación, conversación, baile. Todo una y otra vez. A mí me encantaba hacerlas, después de todo, el príncipe encantador me encantaba. Pero no tenía el mismo efecto mientras usaba solo un mono que cuando usaba un maldito vestido que debía pertenecer a la reina Isabel.
A las demás chicas del reparto les encantaba verlo en mí, sin mí, por ahí, por allá, era como si sus ojos fuesen directamente hacia el sin que nadie tuviese que modelarlo. Como un feo imán de casi diez kilos. Creía que estaban más enamoradas del papel de cenicienta que en su horroroso vestido. No podía negarlo, era un vestido lindo. Tenía un tul grande y colores brillantes, ¡Hasta a una niña de seis le gustaría! Nah, yo prefería los vestidos ceñidos y... cortos, y tal vez más oscuros. Ese maldito vestido ocultaba todo mi cuerpo. A mí no me gustaba estar oculta. No me gustaba. Punto.
— ¡Ya pueden irse todos! — Grito la productora número tres, con una voz tan estridente que si estabas cerca de ella dolía. Eran cinco productores, y no es que no tuviesen nombres, en realidad los olvidaba cada vez que me los decían. — ¡Excepto tú, cenicienta!
Me detuve a medio camino de meter mi botella de agua a la mochila. — ¿Qué? ¿Qué paso, ahora?— El profesor Matreon quiere que hagas una última prueba con los tacones. — respondió ella. Lance la botella al suelo. ¿Tacones? ¿De nuevo? ¿Por qué? — Parece que los han cambiado.
— ¿Otra vez? ¡Que maldita porquería!
Y esas fueron exactamente las mismas palabras que le dije al profesor en cuanto estuve con él. El profesor Matrione era alto, tenía el pelo teñido de rojo brillante y era albino. Algunas veces, cuando te miraba fijamente, daba miedo. A la mierda todo eso. — Estoy muy cansada y me niego. Nos vemos mañana, profesor.
Luego me colgué la mochila, le sonreí al profesor, y abandone el atrio. En otro momento jamás habría dicho algo así a un profesor, porque, después de todo, era un profesor. Peeeero, estábamos a un mes del estreno de la obra y aunque parecía mucho tiempo, la verdad era que conseguir otra persona para el papel de cenicienta iba a ser tedioso. Así que el papel seguiría siendo mío a menos que me diera varicela o peste bubónica.
Odiaba a los artistas que querían hacerse los más interesantes mandándote a ir de aquí para allá. Sí, me gustaba la interpretación... Pero yo estaba estudiando comunicaciones audiovisuales, mi papel de cenicienta había sido por pura casualidad -y algo de extorsión, lo admito-. Además, lo hacía excelente. Era solo una obra de teatro, y ni siquiera era nacional, sino escolar.
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Lycans II: Apocalipsis
WerewolfEl tiempo ha pasado. Una nueva guerra esta por iniciar. Los Lycans ya no están a salvo. El mundo ha cambiado... Y Amber también. Todos los derechos reservados. Secuela del libro Lycans: Eclipsis.