Capitulo 42

17.7K 2.2K 4.1K
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Amber.

Una región de caos y luz. Allí es donde me sentía.

Y me gustaba.

El tacto contra las puntas de mis dedos era imposible de comparar. La luz que me rodeaba era... tan pura... Suspire, parpadeando varias veces. Todo a mí alrededor había quedado opacado, reducido a simples minutos de una vida catastrófica.

El ángel, visto fuera de mis visiones o mis sueños, era mucho más que solo un ser de luz. Era la personificación de la armonía, la devoción, la ternura... Era una esfera de luz blanca cuyos bordes se desdibujaban entre el espacio que nos rodeaba, haciéndome complicado el distinguir su silueta.

Pero su rostro era claro para mis ojos. Su rostro, cuya luz exhalaba hermosura y afición, cuya expresión, imposible de discernir, flanqueaba entre muchos sentimientos. Sus alas, enormes, casi de dos metros cada una, emitían un fuerte resplandor blanco con centellas blancas que hipnotizaban al moverse.

A mí alrededor, todo quedó en segundo plano. El mundo se había detenido de golpe. Solo éramos él y yo, en una pequeña burbuja de sorpresa y admiración mutua.

Su mano, extendida hacia mi rostro, rozaba levemente mi mejilla, y el sentimiento era mil veces mejor que en mis sueños. Era ser tocada por un magnifico sentimiento puro de amor, cuya fuerza me embriagaba. Trastabillé, mareada, y solté un jadeo de dolor cuando las dagas nacientes, enterradas sobre mis manos, se movieron. El ángel bajo entonces sus preciosos ojos de sol, y llevo ambas manos a las mías.

Extrajo con delicadeza ambas Dagas, y yo no sentí nada más que una leve brisa fresca. Sin la estabilidad de las dagas, me tambalee, pero él me sostuvo, soltando ambas dagas. No se cayeron, sino que flotaron en el aire a nuestro alrededor.

Al envolverme con sus brazos, un fuerte calor se expandió en mi pecho. Un suspiro basto para que las heridas que antes me estaban desgarrando por dentro comenzaran a desaparecer. Se fueron tan rápido como un parpadeo. Sin embargo, la cabeza no dejo de darme vueltas; la cercanía de aquel magnifico ser me estaba afectando.

Me aleje levemente, y me arrepentí al instante. Me encantaba estar cerca de él.

Trate de mantenerme lucida.

—¿Eres...?—Mi voz salió ronca y tímida. —¿Eres Gabriel?

El sonrió de vuelta. Su sonrisa hizo que mi corazón latiera mucho más rápido, y una parte de mi cerebro, esa que no llegaba a embriagarse por la cercanía, pensó que tal vez se debía a toda la gloria que le rodeaba. Luego, el asintió, y volvió a extender su mano a mi mejilla.

—Oh, Admeg, —susurro—llevo mucho tiempo esperando tu llamado.

—Me llamo Amber...—susurre yo, como si dijera un secreto. El silencio que nos rodeaba era tan profundo que él me escucho.

Lycans II: ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora