Mehgan
No podía parar. ¿Porque no podía parar? ¿Porque no me detenía? ¿Porque era tan difícil?
Moví los papeles frente a mí hacia un lado, tratando de no lanzarlos al suelo. Y, sin poder evitarlo, las lágrimas volvieron a emerger. Muchas, tantas que me era imposible parar. Se sentía horrible, era como ahogarse, no encontrar ni un poco de aire. Arañaba todo lo que podía el aire a mí alrededor, pero no había nada o nadie que pudiese ayudarme. Nada. Nada. Estaba sola. Quería detenerme. Pero no podía.
Mis jadeos formaban sonidos que hacían eco en la oficina de Nathan, rebotando contra las paredes y volviendo directamente hacia mi cabeza. Golpeándome, atacándome, matándome. Me estaba desgarrado, rompiéndome, y nadie se daba cuenta. ¿Porque nadie se daba cuenta?
¿Por qué nadie me ayudaba?
Porque no vales la pena, nunca lo has valido.
El ataque a mi respiración se pronunció, y, sin poder mantenerme de pie, caí hacia atrás. La silla se movió, y termine cayendo al suelo. No podía conseguir suficiente oxígeno. No podía respirar. Me lleve las manos al pecho, asustada, adolorida, rota. Solo quería dejar de llorar. Solo quería dejar de sentirme... Así.
Acostúmbrate.
— ¡No, no, no! — Me recosté del suelo, haciendo una pequeña bola, tratando de alejar las malas sensaciones de mi mente apretando mis piernas. No funciono. — no...No...
Acércate, acércate, acércate, acércate, acércate, acércate, acércate...
— ¡Cállate!
La voz paro. Y mi llanto también.
Trate de ponerme en pie lo más rápido que pude, sosteniéndome del pequeño escritorio que estaba a un lado del de Nathan. Logre sentarme, y sentí claramente como mis ojos comenzaban a hincharse. Tenía suerte, la oficina estaba insonorizada. Solo esperaba que no hubiese nadie cerca que me viera salir con el rostro demacrado.
Había papeles sueltos por toda la mesa, los más importantes estaban apilados en un costado del escritorio y aquellos que eran invaluables, estaban dentro de los cajones. Luego de limpiarme la cara, procedí a organizarlos mientras trataba de ingresarlos en el sistema de la computadora. Mire mi reloj; recién eran las siete de la mañana. Tome los documentos y comencé a apilarlos en el escritorio de Nathan, cuando alguien toco la puerta y luego la abrió.
Era Edward.
—Hola. — saludo, moviendo una carpeta amarilla entre sus dedos.
Le di una mirada fugaz, y luego volví a ver los documentos.
—Hola. —salude, de vuelta.
La habitación se quedó en silencio, un silencio incomodo muy atípico de mí. Pero, honestamente, tenía algo de resentimiento hacia él. Si, sabía que la situación había sido bastante peligrosa, pero él me había avergonzado frente a todos, y, además, había sido muy brusco. Ni siquiera me había dejado darle una explicación. Algunas veces olvidaba que el podía ser cruel... Muy cruel.
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Lycans II: Apocalipsis
Hombres LoboEl tiempo ha pasado. Una nueva guerra esta por iniciar. Los Lycans ya no están a salvo. El mundo ha cambiado... Y Amber también. Todos los derechos reservados. Secuela del libro Lycans: Eclipsis.