La vida sin locuras es cuadrada, y sin pasión no tiene ningún tipo de sabor. Tu vida debe ser impredecible, como un zigzag infinito cuyos movimientos sean bruscos, divertidos y apasionados.
¿Lo mejor? Atravesar ese camino con la persona adecuada. Esa es la mejor parte.
El cielo estaba totalmente negro, oscuro y con algunos ápices brillantes que resaltaban esparcidos aquí y allá. La luz que se colaba dentro del auto para permitirme ver era, parte de la luna, parte de los focos delanteros. Pero eso era todo.
La música estaba tan fuerte que era imposible oír mis propios pensamientos. ¿A dónde iba? ¡Daba igual! ¡Yo solo seguía conduciendo el auto de Cameron de frente, a donde fuese que la carretera principal nos llevara!
Las ventanas del auto estaban abiertas, y el sereno helado de la noche ambientaba por completo la cabina, agitando mi pelo y el de Cameron, volviendo el momento, aunque loco, inolvidable.
No podía parar de reír, y es que si hubiese sido cualquier otra persona, tampoco habría podido. Los movimientos graciosos que hacia Cameron al cantar eran hilarantes. Se movía al frente y atrás, se pegaba y alejaba de mí, dándome besos que me daban cosquillas y tratando de mantener su voz al margen de la del cantante. Por supuesto, eso no lo lograba, pero era lo de menos.
El también se reía, pero aunque su risa era fuerte, no era tan profunda como la mía. Su mente estaba divida en dos lugares al mismo tiempo, yo lo sabía. Pero no iba a decirle nada al respecto, al menos no hasta que estuviera un poco más sobrio.
Iba a dejarlo disfrutar su momento lo más que pudiese. Iba a dejar ser, por una noche, un humano normal, libre de preocupaciones, con una madre viva y un futuro planeado. Una persona diferente y, al mismo tiempo, igual.
Cuando la canción se terminó, un silencio emocionante cubrió todo el auto. Estábamos en una autopista desierta y a cada lado había boque y más bosque, nada más que la luz de la luna y los focos y el brillo de nuestros ojos por la expectativa.
—¿Puedes detenerte? —pregunto Cameron, susurrando su propia voz como si dijese un secreto.
A cualquiera le habría dado miedo aparcar en un lugar tan vacío y tenebroso, pero yo ya había pasado por bastante, así que no le di importancia y aparque.
—¿Qué pasa? —pregunte, curiosa. El soltó una risa rara, y abrió la puerta del copiloto. Lo vi caminar a largas zancadas lejos del auto, y detenerse varios metros al frente, junto al bosque donde las luces le apenas le pegaban. Me quede en el auto, viéndolo llevarse una mano a la cabeza.
Estaba totalmente triste, roto por dentro, destrozado.
No le pedí que volviera, ni siquiera baje para ir con él. Simplemente apague el auto, dejando los focos encendidos, y me quede en el asiento, silenciosa. Cameron estaba en medio de un ataque de ira. Lo vi patear la tierra, inclinarse hacia el suelo, y luego lo oí gritar el nombre de su madre.
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Lycans II: Apocalipsis
WerewolfEl tiempo ha pasado. Una nueva guerra esta por iniciar. Los Lycans ya no están a salvo. El mundo ha cambiado... Y Amber también. Todos los derechos reservados. Secuela del libro Lycans: Eclipsis.