Capitulo 9

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Dagas Nacientes.




— ¿Felix?

Había una delgada línea de preguntas consecuentes tras mis retinas: ¿Quién? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Quién era este chico llamado Felix? ¿Qué quería? ¿Qué era? ¿Por qué estaba aquí? ¿Era él el intruso?

— ¡Amber! — esta vez el grito no venia de Cameron, sino de Zack. Se oía agobiado y desesperado. Los ojos ahora rojos de Felix me consumieron un par de segundos de distracción. El color era igual que el tono de la Rosa mas roja. Igual que la sangre goteando de una herida recién hecha. — ¡Ya la veo!

Distraída por el rostro gélido de Felix, no sentí cuando el sonido de pasos apresurados aumento a mis espaldas. El dejo escapar una sonrisa y, extendiéndome su mano, hizo que sus ojos volvieran a ser tan verdes como antes. Mire su mano, escuche el sonido de los pasos de mis compañeros, y, poseída por el deseo, la sostuve.

Felix se movió tan rápido como un rayo, casi lo suficiente como para no verlo: Aun mas rápido que las flechas de Andrew (Quienes dieron justo en el punto donde la cara de Felix había estado) Analice todo en cuestión de mili segundos: Su mano aferrada fuertemente a la mía me giro en el aire y por ello casi no sentí como era jalada hacia arriba. Para cuando el tiempo volvió a transcurrir normalmente, yo estaba en la parte mas alta del árbol, mi mano aun aferraba la de Felix y el estaba cuidadosamente puesto detrás de mi. Su respiración sacudía mi nuca y parte de mi oreja izquierda. Su risa me causaba cosquilleos prohibidos.

Deje pasar la situación por curiosidad y mire hacia abajo: Andrew apuntaba la flecha hacia nosotros, pero la altura a la que Felix y yo nos encontrábamos no jugaba en su favor. Zack no parecía para nada feliz, Paul y un montón de Edwards rodeaban el árbol sobre el que estábamos. El sonido atronador de un golpe me hizo bajar un poco mas la mirada.

Cameron estaba golpeando el árbol y estaba segura de que no le seria muy difícil romperlo.

— Diles que se detengan. — susurro Felix, en mi oído — Si no, caeremos.

Mire sutilmente la rama donde ambos estábamos; era muy gruesa y parecía estable, pero si Cameron era una maquina de demolición cuando quería. Volví mis ojos hacia Felix girándome un poco, su mirada perspicaz y segura seguía ahí, bañada con una seguridad infinita. Su voz era muy persuasiva y sus acciones también, supuse que su mayor habilidad era convencer a personas de hacer lo que querían usando su hipnótica belleza. Pero yo no era una persona normal. El mismo lo había dicho: Yo era una Lycan. Su belleza no hacia ningún tipo de diferencia en mis hormonas, su mirada tampoco. Sin embargo, deje que creyera que tenia completo control sobre mi, después de todo, aun no estaba segura de quien era o que quería. Mis instintos me guiaron.

— Basta, chicos. — demande, con voz firme y clara. Cameron se detuvo de golpe y todos mis compañeros se detuvieron con el, incluyendo a dos Edwards que estaban tratando de escalar el árbol.

En medio del silencio que se formo, sentí la mano de Felix sostenerme la cadera:— Bien hecho. —susurro. Su sonrisa de autosuficiencia me hizo comprender cuan seguro era de si misma, tanto como para creer que un susurro bastaba para controlar a una chica. Bah, baboso. Era difícil no admitir que era un baboso guapo y... Su mano estaba acariciando sorprendentemente bien mi cintura. Sus dedos fríos dieron contra la piel de mi cadera sobre el borde del pantalón de mezclilla. Un escalofrió me recorrió el cuerpo, haciendo que se me escapara una sonrisa pasajera.

Lycans II: ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora