Capitulo 41

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Camille

Las costumbres, decisiones, actitudes y límites de alguien definen que clase de persona es. La mayoría de nosotros somos... normales, de alguna manera. Y crecemos con sensaciones de seguridad, reglas que nos forman como sociedad, e incluso tabúes imposibles de romper.

Siempre lo había repelido.

Conforme crecía, había vivido mi vida tratando de que fuese al límite. Desde muy pequeña había sido... inquieta y rebelde. Con el tiempo, estas cualidades habían ido volviéndome quien era ahora. ¿Quién podía entrar a la escuela para meter bombas de pintura en las aulas? Camille. ¿Quién se atrevía a entrar a la oficina del director para sacar archivos prohibidos? Camille. ¿Quién tenía la valentía de atravesar las vías del tren antes de que el pasara? Camille.

¿Quién podía empujar al lago a Emma Brown, la capitana de las animadoras, durante la excursión del colegio? Camille.

No había nada de lo que me arrepintiera. La pintura fue limpiada, el tren no me hizo daño y aunque tuvieron que vacunar a Emma unas veinte veces, ella salió ilesa.

Mi ideología principal al hacer todo aquello siempre era "Si no lo hago, me arrepentiré por siempre"

Crecí, por supuesto, y aquello disminuyo muchísimo. La muerte de la familia de Amber, en Londres, y el desastre con mi exnovio Allen, en Francia, fueron cosas que me ayudaron a darme cuenta de que había estado metida en mi pequeña burbuja desobediente, protegida por mis sobreprotectores y económicamente bien puestos padres, evadiendo las consecuencias de mis acciones casi por suerte. Había chocado contra un muro de realidad, y los niveles de descaro habían bajado de golpe. Aunque claro, no sin perder mi esencia: Vive al límite...

Había algo que tenían en común todas mis, eh, desastrosas decisiones: Aunque los límites eran sobresalientes, nunca me ponían en riesgo gravemente. Nunca me había dado cuenta de que lo que yo hacía eran simples niñerías hasta que conocí a los Lycans, hasta que vi las cosas a las que se enfrentaban Amber y sus compañeros.
No había valorado verdaderamente mi vida hasta que ellos me habían rescatado en Francia. Desde ese momento, el limite ahora si estaba bien puesto. Ahora si había consecuencias feas, no era una simple suspensión en el colegio, o un par de horas en la detención por ser irrespetuosa. Oh, no, ahora la cosa era de vida o muerte. Ahora todo era... real.

Armas. Peleas. Profecías. Criaturas sobrenaturales. Un mundo completamente nuevo.

Parte de mi lo amaba, pero había otra que... le temía.

En el taller habían armas de todo tipo, y, aunque sabía que la pelea cuerpo a cuerpo era mi fuerte, no tenía idea de qué clase de arma armonizara conmigo.

Durante el simulacro había dejado bien claro que las pistolas no eran juna opción. Me daba terror tirar del gatillo. Dagas, arcos, armas de fuego, cuerdas de distintos tamaños, espadas...

Lycans II: ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora