Lena abrió sus ojos por quinta vez desde que se había tirado sobre la cama en su departamento. Había vuelto allí semanas después luego de que Lillian le revelara que no había forma de romper aquella maldición, no había otra forma de sacar la daga a menos de que Kara lo hiciera. Sus ojos se encontraron con el mismo techo que venía viendo durante veinticinco años al despertar. Siempre lo había odiado. Odiaba el color con el que lo habían pintado cuando adquirió el departamento, ese blanco puro, sin un dejo de suciedad que parecía el alma de una joven inocente, esas que en este siglo eran tan difíciles de hallar para sus rituales por lo que era más factible encontrar una joven adolescente a la espera de un niño.
Todos los días al despertar, lo primero que veía era ese tonto techo, recordaba cómo sus actos ególatras la confinaron a esas cuatro paredes, recordaba cómo era todo antes de esa noche de octubre en la que fue secuestrada por los El, recordaba todo lo que vivió con Sam, cómo algunas noches bailaban bajo la luz de la luna, cómo los ojos de la morena se fijaban en ella con cariño, cómo sus labios se unían en un lujurioso beso, cómo la tocaba. Odiaba recordar todo eso, porque ahora estaba segura de que lo único que Samantha sentía por ella era rencor y desprecio, ya no eran amigas, ni siquiera eran una mentora y su discípula, eran dos brujas con un propósito en común: romper con sus maldiciones.
Fue por eso que el día que llegó al departamento y se encontró con que Kara había pintado la habitación, incluyendo el techo, se sintió extrañada, pues por mucho que odiara recordar ese día, aquel techo, aquel blanco, le recordaba su propósito, le recordaba todo lo malo que había sucedido y que debía remediarlo de una u otra forma, al menos el problema de Samantha, para así al menos morir sin deberle nada. Pero ahora aquel techo había dejado de ser blanco, pues Kara había decidido pintarlo de un tono azul cielo además de colocarle aquellas estrellas luminiscentes que había estado observando desde hace dieciocho días, dejándose llevar por aquellos absurdos sentimientos y pidiéndole a aquella que simulaba ser una estrella fugaz que Kara volviera, la misma que la rubia le había dicho que siempre había cumplido sus deseos cuando era una niña.
Por supuesto que ella no creía en esas tonterías, sabía a la perfección que Kara no iba a volver, no luego de que se enteró de lo que había hecho... que ella era huérfana por culpa suya y que había sido adoptada por los Danvers. La rubia ni siquiera había ido a buscar sus cosas, en un momento pensó que quizás estaba esperando a su muerte para así buscarlas o quedarse el departamento, pero luego cayó en cuenta de que Kara no sabía qué día exactamente iba a morir.
Kara no sabía que ella moriría apenas el sol se ocultara ese día.
Observó el reloj que estaba a un lado de su cama. Eran la una y cuarenta y dos de la tarde, ella no había pegado un ojo en toda la noche y su día se había resumido a permanecer en aquella cama, esperando que su momento llegara de forma rápida y silenciosa, esperaba sólo cerrar los ojos y no volver a abrirlos, pero no podía parar de pensar, sentía que se encontraba dentro de un enorme reloj de arena, que sólo su cabeza no había sido cubierta por la misma, sin embargo, poco a poco la arena iba a cubrirla y terminaría ahogada más temprano que tarde. Se giró en su lugar en la cama para observar el sitio en el que había dormido Kara por varios meses. Durante meses las noches que se giró para mirarla siempre estuvo allí, algunas veces la observaba dormir, su respiración siempre era calmada a excepción de las dos noches que sufrió esa pesadilla.
Posó su mano en el lado de la cama que le pertenecía a Kara, tanteando un poco el colchón en aquella zona y soltando un suspiro. Ella no iba a volver, no lo haría, Lena moriría y Kara ni siquiera lo sabría... y además no sabría algo mucho más importante. Tomando una larga respiración, Lena acercó su mano hasta su vientre, acariciándolo un poco y soltando otro suspiro. Tendría ya aproximadamente once semanas. Ella había acabado con la vida de tantas personas, había asesinado a tantas mujeres en aquel estado y ahora, el hecho de morir estando ella en el mismo le hacía sentir... miedo, estaba aterrada, a decir verdad.

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Blue Monday
FanfictionKara Danvers es una joven común que desde que recuerda ha tenido mala suerte. Su vida da un giro completo cuando se muda a National City, alquilando un departamento que, según el casero del edificio, se encontraba deshabitado hace meses. Es entonces...