Cap. 34- Belong

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Eliza estaba preparando la cena cuando escuchó el timbre siendo tocado de forma insistente. Le pidió a su esposo abrir la puerta, no obstante, él parecía inmerso en la televisión. Soltando un suspiro de cansancio, ella terminó por caminar en dirección a la puerta, quejándose un poco por el sonido insistente del timbre y murmurando que no esperaban ningún tipo de visita, mucho menos antes de la cena. Cuando abrió la puerta se llevó una enorme sorpresa al encontrarse con aquellos ojos azules, algo enrojecidos por el llanto. Kara estaba en la puerta de su casa, con algo de nieve en su ropa y cabello. No duró mucho tiempo allí antes de lanzarse a sus brazos, llorando con fuerza en su hombro.

—¡Kara! Hija... ¿qué sucede? ¿Estás bien?

—¡Lo sé!

—¿Qué? —la mujer pareció no comprender, cerró la puerta tras su hija que no parecía llevar ningún equipaje consigo. Correspondió su abrazo con fuerza, dejándola llorar en su hombro por un momento hasta que la alejó lo suficiente como para mirarla cuando sintió que se había calmado poco —Cariño...

—¿Qué sucedió? —Jeremiah apareció en el recibidor, mirando a su hija y a su esposa con curiosidad y preocupación.

—¡Sé que soy adoptada!

—Bueno... joder. —murmuró el hombre, que seguramente se habría ganado una mirada de reproche por parte de Eliza si ella no estuviera tan impactada como él —¿Qué estás diciendo, dulzura? ¿Adoptada?

—¡Sí, ¿qué dices?! —Eliza comenzó a reír de forma nerviosa, negando con su cabeza —¡Por supuesto que no eres adoptada!

—¡No mientan! —se alejó de su madre, caminando al interior de la casa con frustración, mordiendo su labio inferior varias veces con nerviosismo y tristeza —¡Sé que no soy su hija! —Kara caminó hasta el sofá, siendo seguida por la pareja, que no dejaban de intercambiar miradas de nerviosismo entre ellos —Mi... mi verdadera tía me encontró y... me dijo la verdad, que yo... alguien... me secuestró y... me dejó en su puerta en octubre hace veinticinco años.

—Bien... joder. —esta vez fue Eliza quien dijo eso y tomó una larga respiración antes de sentarse a un lado de Kara en el sofá, pasando su mano por encima de sus hombros y abrazándola —. Escucha... sí... alguien te dejó en nuestra puerta hace veinticinco años. Nunca supimos quién fue, o de dónde venías, lo único que había contigo era una manta, esa que tenía tu nombre y tu fecha de nacimiento.

—Le dije a tu madre que te lleváramos con la policía, pero... —él soltó un suspiro —Eliza tuvo complicaciones en su embarazo con Alex... cómo sabrás, tu hermana nació bastante prematura y todo terminó siendo un problema de fertilidad.

—No se supone que pueda volver a ser madre, cariño... así que apenas te vi —la mujer acarició el rostro de Kara, mirándola con ternura —, supongo que me encapriché un poco y mis deseos de volver a ser madre volvieron a mí. —Kara sonrió un poco, pero continuaba con lágrimas en sus ojos —. Eras tan hermosa y pequeña.

—Tus manitas apenas podían sostener mi dedo meñique —dijo el hombre soltando una pequeña risa —. Curiosamente, eras más pequeña que una bebé normal de un mes. —de repente él se puso serio y tomó una de las manos de Kara entre las suyas, apretándola un poco —. Por años busqué registros de niños perdidos con tus características, registros de hospitales para averiguar en donde habías nacido... pero fue como si sólo apareciste en nuestra puerta de manera mágica.

—Y cuando cumpliste cinco años decidimos que... íbamos a decírtelo cuando tuvieras la mayoría de edad.

—¡¿Y por qué no lo hicieron?!

—Kara... ¿cómo podríamos decirle a la chica que hemos visto crecer por dieciocho años que en realidad no era nuestra hija? —la rubia no supo responder a la pregunta de Eliza, sólo se removió incómoda en su sitio —Te amamos... no sabíamos cómo hacerlo, así que de nuevo decidimos extenderlo hasta que te graduaras de la universidad, porque... no queríamos que una revelación como esa causara un mal desempeño en tus estudios.

Blue MondayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora