Capitulo XVIII - Una pulsera morada

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Ana

Mi hijo, el que nunca me llama tiene suerte de que yo acceda a ayudarle. Solo porque amo a Elizabeth como mi nuera.

Antes de llamar a Altagracia, fui preparándome mental y físicamente; primero comí un sandwich, luego pizza y más tarde una tarta de moras. Me di un merecido baño e hice yoga. Terminé de ver mi novela favorita y finalmente, tomé el teléfono... No sin antes hacer ejercicios respiratorios los cuales hago con el objetivo de mejorar la oxigenación y aumentar la función respiratoria para poder lidiar con Altagracia.

Ya lista, empiezo a marcar el número telefónico de Altagracia... Una vez contestó empecé a hablar con amabilidad. -Buenas noches, señora Altagracia, ¿cómo se encuentra usted el día de hoy? mucho sin hablar ¿No?

 -Buenas noches, Ana. ¿Qué quieres?

 -Oh, ¿acaso no puedo llamarte? somos familia ahora. 

-Esto es extraño... ¿A quién mataste, Ana?

-Muy chistosa, doña Altagracia.

 -No me llames así y si no tienes más nada que decir voy a colgar. 

-No, espera, si tengo algo... 

-No me sorprende. 

-La cuestión es que Joseph y Elizabeth están peleados y trato de ayudarlos a reconciliarse, pero para eso necesito tu ayuda. 

-Tu hijo es un poco hombre. Lastimó a mi hija ¿y me pides que te ayude para que él vuelva con ella? Ya tuve suficiente, colgaré. 

-No, espera, es que tu hija solamente tiene una cara de la moneda. 

-¿A qué te refieres?

 -Quiero decir que no conoce toda la historia. 

-¿Qué más necesita ella saber aparte de lo que vio? hazme el favor y no le falte al respeto.

 -Espera, no entremos en conflicto hablemos como personas comprensivas y civilizadas que somos, solo escúchame. 

-¿Escuchar qué? ¿Escucharte repitiendo la bajeza de tu hijo?

-¿Puedes calmarte, Altagracia? Ni siquiera he empezado. Como iba diciendo... Elizabeth solo entendió el malentendido.

 -Esto es molesto, ¿se esta burlando de mí?

 -Descuida, preferiría hablar con la pared que contigo, Altagracia. Y esa sí fue una burla. ¿Me vas a escuchar ahora? Si no lo haces sabes que será peor, iré a tu casa, llevaré todo lo que tengo y me tendrás que alimentar, espero que tu refrigerador esté lleno.- Se hace un silencio en la otra línea, pues no era la primera vez que la amenazaba de esa forma sin cumplir con mi palabra. Además, somos dos madres solteras, así que me siento con cierta libertad. 

-De acuerdo, adelante. 

-Gracias... Y dice así : Tengo un hijo  que es enfermero en un hospital donde le asignaron supervisar a un médico, él pasaba po el área de ginecología y lo que vio fue  a una mujer mostrando sus atributos y que, además, tenía un tubo... Se me olvidó el nombre, pero estaba dentro de su intimidad. Estoy tratando de hablar lo mas culto posible cosa que dices que me hace falta ¿Ok? Ok

 -Mientras excluyas las palabras obscenas reemplazándolas con palabras decentes, me conformo. 

-Bueno, como iba diciendo... Al ver mi hijo a esa mujer en ese estado quedó desconcertado. Pues, ¿dónde está el médico? ¿Por qué dejo a esa mujer así? Por ende, mi hijo la ayudo quitándole aquel tubo, pero la mujer era una zo.... de zoológico. Amarro a mi hijo en sus redes haciendo parecer que estaban teniendo relaciones sexuales y en ese preciso momento aparece tu hija, creando un malentendido. ¿Aló? ¿Me escuchas?.- Solo se oía el tono muerto del otro lado de la línea. -Me colgó y después yo soy la maleducada. ¿Será que me expresé de manera errónea? No, esa mujer es difícil de por sí. Me rindo.-Me levanto, voy a la cocina por un recipiente de helado para luego volver a la sala. Como algunas cucharadas, respiro profundo y vuelvo a llamar a Altagracia.

El enfermero y la contableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora