Capitulo XXXI - Gran error

17 1 0
                                    

Joseph

Han pasado semanas desde aquel incidente, Elizabeth y yo estamos tratando de restaurar nuestro matrimonio. Ella aun no ha podido asimilar lo que paso, pero al menos cancelamos los tramites del divorcio.

Tomo el teléfono y le marco a Elizabeth. -¿Aló?¿Amor te paso a buscar mas tarde?

-No, no es necesario. Aunque... Joseph, te dije que me llamarás solo en caso de emergencias cuando estoy en el trabajo de lo contrario si mi jefe me ve, estaré en problemas. Si mal no recuerdo, te dije que él andaba de mal humor.

-Esta bien, lo siento. Es que se ha vuelto aburrido estar en casa temprano.

-¿Qué esperabas? fuiste esclavo de la rutina y ahora... Ya no. Haz algo entretenido como limpiar la casa.- Se ríe y cuelga el teléfono.

Pongo el celular a un lado *Eso ya lo hice, hasta le di comida al puerco

Las cosas no están resueltas al cien por ciento. Cuando Elizabeth sonríe o se ríe, ya no es la misma y piensa que no lo noto. Ha estado un poco deprimida y la entiendo.

Alex nunca contestó esa vez y de ese modo confirmó mis sospechas... ¿Cómo puede una persona interesarse por la mujer de otro hasta el punto de querer despojarla de su marido? Tal vez mi buen corazón no me permite entender.

Suena mi celular. En la pantalla veo el nombre de Candy *¿Cómo es que no borré ese número? Pensé.

Contesto: -Tienes poca vergüenza.

-No quiero discutir contigo sobre nada, sólo hazme un favor y no te niegues... Ayuda a Alex, por favor. Te lo suplico.

-Estas...- Fue lo que alcancé a decir y derrepente colgó.

...

*Esto no me gusta Pensé. Pero de todos modos voy hasta allá.

Me aproximo hasta donde está Alex sentado en la parte delantera de su auto. -Alex...- Él volteó a mirarme para después volver a su posición original,  mientras bebía de una lata de cerveza. 

-¿Has venido a burlarte?-Me pregunta.

-No tengo ganas de hacer eso. De hecho, ni siquiera de estar aquí.- Dije y me senté a un lado. -Candy me llamó y me pidió que viniera, parece estar preocupada.

-Pues llamó a la persona menos indicada.

-Realmente se conocían...

-No daré explicaciones.

-No vine para juzgarte ni ayudar, estoy aquí porque mi consciencia no está tranquila después de la llamada de Candy.

-¿Por qué la obedeciste? ¿Te enamoraste de ella?

-Soy un perro fiel.

-Entonces si no querías venir, lárgate. Tampoco te necesito.

-Ya, me iré. Pero antes dime... ¿Por qué hiciste todo eso?

-Simplemente porque la amo. La amo hasta el punto de volverme loco. Y creo que es injusto que seas tú quién la tenga. Estuvo a punto de ser mía si no hubiese sido por Candy, ¡esa mocosa!- Dice para luego tirar la lata.

-No me interesa de quién fuese la culpa, pero ese sueño de tenerla era algo ilógico. Fueron los planes de una persona que no estaba en su sano juicio.

-Por amor se hacen grandes cosas-. Me dice.

-¿Hasta estupideces? En fin, yo continuaré estando felizmente casado olvidándome de todo éste asunto, sin guardar rencor. Aunque quella chica, Candy, deberías hablar con ella porque si te ayudó a hacer tal desfachatez, no sé si por dinero o de buena voluntad, es porqué te tiene un gran aprecio y me quedó claro cuando me llamó para venir hasta aquí. Bueno... Me voy y te aconsejo que no vuelvas a cometer ese gran error.

Me alejo para salir del lugar y piso algo duro. Me inclino al ver que brillaba... *La pulsera de Elizabeth

El enfermero y la contableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora