Joseph
No sabía que así se sentía saber que se espera un hijo, un niño mío y de Elizabeth. Ahora me paso cada día preocupado por lo que come, que hace y cómo está el bebé. No puedo dormir plácidamente si no la veo cómoda antes o bien descansada.
Todos los malestares desaparecieron pero ella aun se veía débil. Hemos seguido las órdenes del médico al pie de la letra así que no puedo entender el porqué; se supone que al 5to mes la madre está más animada por la llegada del bebé, eso dijo el médico, pero Elizabeth sigue hipoactiva. Prácticamente parece un zombie y sigue diciendo que está bien. Hasta que fuimos a nuestra última cita médica y dijeron que Elizabeth tenía una insuficiencia cervical.
Después de preparar el desayuno y asegurarme de que habían ingredientes para la cena, me preparo para ir al trabajo. -Buenos días- Digo al ver a Elizabeth despierta.
-Voy a llegar tarde- dice para luego levantarse... Y quejarse, así que me apresuro a darle apoyo.
-¿Te sigue doliendo mucho la espalda?- pregunto.
-Sí, también siento calambre en el abdomen. Se siente extraño, es incómodo.
-Qué raro.- Acaricio su espalda baja para ver si se puede aliviar el dolor. -Deberías decirle a tu jefe que te dé el descanso y quedarte en casa.
-No. Un embarazo no es una enfermedad como para quedarme haciendo nada en la casa, suficiente tengo con que me dé permiso de ir a las citas médicas.
-Ese es su obligación ya que está entre tus derechos como embarazada, ir a tus citas médicas y, además, pedir un descanso.
-Ya dije que no, sólo ayúdame a levantarme.
-Bueno...- La ayudo a pararse y me arrodillo para besar su notable vientre. -¿Estas despierto hijo mío? ¿Me puedes hacer el favor de decirle a mamá que no vaya a trabajar hoy?
-Lamento interrumpirlos pero tengo que darme un baño.
-Vamos a desayunar primero ¿qué dices?
-Llegaré tarde y tú tambien... pero si me lo traes comeré mientras me visto. Sino, no.
-hmm está bien- la dejo desvistiendose mientras voy a la cocina por nuestros desayunos.
Una vez terminó de comer y yo de peinarla, la acompañé hasta tomar un taxi. Cuando Elizabeth ya se encontraba a la distancia corrí hasta el trabajo tanto como pude. No era jugando, iba a llegar tarde... Ni siquiera llegaría a tiempo para recibir el turno *me van a matar* pensé y me detuve para cruzar la calle que quedaba a una cuadra del hospital -dejaré de ser enfermero y competiré en los juegos Olímpicos.
En ese momento un auto pasa rápidamente frente a mí, doblando en la esquina atropellando a un perro pasando sobre él dos veces; una al dar reversa y otra acelerando para huir. Quedé paralizado viendo como pasó la goma del auto sobre la pelvis del pobre animal. El auto desaparece a la distancia y el perro viene hacia mí orinandose, con ladridos debilitados y ojos diciendo "ayúdame", cae tendido a mis pies y reacciono... Veo como sobresalta un lado de sus costillas *sus costillas están rotas* me inclino y lo toco cuidadosamente y se estremece, siente mucho dolor. -Una ruptura interna.
Por suerte no fui el único que lo vio, unos estudiantes y una señora se aproximan. La señora vierte agua sobre el perro para tratar de reanimarlo y lo logra. Una de las estudiantes fue en busca de una caja, al encontrarlo uso ésta para colocar al perro y sacarlo del sol. -Vamos amiguito, recuperate. ¡Vamos!
-Llamaré a la veterinaria- Dice la señora tomando su teléfono para realizar la llamada.
Continué mirando al perrito *¿cómo puede ser posible que la gente sea así? Ni siquiera se detuvo a ayudarlo*
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El enfermero y la contable
DragosteDesde niños los cuentos se han encargado de distorsionar una realidad, expresándola en una frase: "Y vivieron felices para siempre". Cuán emocionante era leer el mismo final cliché, cuando la realidad es otra. El amor no es de color de rosa con la...