Capitulo XI - Sobre todo hay amor

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Elizabeth

Es miércoles y ya han cesado las lluvias. Joseph fue al trabajo a la primera hora de la mañana, por suerte, según lo que me dijo, casi no hubo mucho daño por las lluvias.

Hoy hacen dos días que no sé nada de Alex, ni cómo llegó ni cómo está.

Hace media hora desde que llegué del trabajo, en este momento estoy saliendo del baño acabada de ducharme. Seco mi piel y me dispuse a vestirme con un pantalón corto color negro y una blusa morada ancha y sin mangas, para terminar recojo mi cabello en una cola.

Bajo hasta el primer piso y fui a la cocina y empecé a hacer la cena, un sabroso chocolate casero y pan tostad. No como un pan si no es tostado.

Iba a sentarme a leer un libro mientras tomo mi taza de chocolate, pero decidí llamar a Alex, este no contestaba ninguna de las tres llamadas que le hice así que le escribí un mensaje : "Hola Alex, ¿cómo estás? Sé que ya es un poco tarde para preguntar, pero... ¿Llegaste a salvo? Llámame cuando puedas."

Ya que tenía que esperar a que llegue Joseph, comencé a leer mi libro y tomar poco a poco mi taza de chocolate. El libro que leía no era de poesía, filosofía, política, cuentos de hadas, sino un libro que se trataba exclusivamente de cerditos. Eso me hace recordar el día en que adopté a Pink :

Desde niña mi preferencia por animales domésticos era diferente. No es que no me gustaban los gatos, perros, aves u otro animal que fuese doméstico, pero para tenerlo en casa quería algo diferente, algo no tan común.

A los 15 años de edad descubrí que era ese algo... ¡Un cerdito! Lo digo porque desde la primera vez que fui a la granja de mis abuelos ver a los cerditos me fascinó, pues no me parecía una idea lejana tener a uno en mi casa, pero en mi casa ya que mi madre no permitiría dejar vivir un cerdo con nosotras. En fin, no he soñado con tener ningún otro animal que no fuese un cerdito desde entonces.

Hace 2 años, salía del trabajo y pude presenciar una acalorada discusión entre un carnicero y un granjero sobre un cerdo. Al escuchar la palabra cerdo me detuve, no tan cerca pero a una distancia audible. El granjero decía : ''Ese cerdo está enfermo, no es del tamaño de los demás y necesito que sean grandes de tamaño y grosor''. El granjero le contestaba : ''Entonces te lo vendo a un precio considerable, es el último que me queda. Nadie más lo compra y no lo necesito, no sé que hacer con él''.

El carnicero volvió a elevar la voz : ¡Ese cerdo esta enfermo! En ese momento el granjero se retiró e iba a subir a su vehículo, especialmente para transportar ganado porcino, me aproxime a él a pasos apresurados y me atreví a decir :

 -Señor, disculpe y buenas tardes. ¿Podría decirme que hará con ese cerdito?-Pregunté tímidamente y lo más respetuoso posible.

 -Buenas tardes. Respondiendo a tu pregunta tendré que sacrificarlo señorita, no sé qué más hacer con él.- Al escuchar lo que dijo volví a preguntar: 

-¿Le interesaría regalarlo?

-¿Qué se podría hacer con un cerdo de este tamaño? Ni un buen festín puede brindar. 

-La verdad quisiera criarlo, amo a los cerditos y por supuesto no me interesa comerlo, ni siquiera como carne porcina-. El suspira, mira al cerdo y me mira. 

-Bueno, ¡qué más da! Se lo regalo.- Sonreí casi saltando de la emoción al ver como me entregaba al pequeño cerdito miniatura.

Llegué a la casa y después le di un baño quitándole la mugre dejándolo con su color natural, rosado. Comencé a investigar sobre él y resultó ser que era un mini pig y hembra, por ende la llamé Pink, tenía todas las características sin excepción.

El enfermero y la contableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora