HINATA 8

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Era ya hora de comer, recogí las cosas rápido y me fui. De fondo escuché a Yachi gritándome porque me había dejado una libreta y la necesitaba para el examen, para uno de muchos de los exámenes que teníamos. Como Kageyama también lo tenía, iba a estudiar con él, de su libreta.

Mientras corría para salir del edificio, miré ligeramente hacia atrás y vi a Yachi corriendo detrás mío y chillando mi nombre. Corrí todavía más rápido, no quería que me cogiera, sino tendría que quedarme a estudiar con ella. Yo quería ver a Kageyama.

Cuando giré la cabeza para mirar hacia delante y dejar de ver la cara de pena, preocupación y algo de enfado de Yachi me choqué con algo aparentemente duro. Miré hacia arriba, era Daichi.

—¿Donde vas?- Os lo juro, cuando se ponía estilo serio, como un padre (como lo llamábamos nosotros) daba miedo, Kageyama a su lado no era nada. Noté como inconscientemente me hacía pequeño, más de lo que yo era. - ¿No piensas contestar? Espero que no estuvieras huyendo de Yachi.- Negué con la cabeza y decidí confesar mis intenciones.
–Yo iba a ir a casa de Kag... bueno.- Miré al suelo, no entendía la importancia que tenía decir su nombre, pero a la vez me daba tanta vergüenza.- Está enfermo, quería saber como está, pero sobretodo necesito que me deje su libreta para hacer fotocopias. He perdido la mía.

Daichi me miró. Miró a la clase y al poco salió Suga. Se puso a su lado y me sonreía.
– ¿No será esa tu libreta? La que trae Yachi. - Cuando se acercó Yachi, que estaba jadeando de todo el rato que había estado corriendo.- Muchas gracias por ayudarle, lo estás haciendo muy bien. Lo siento porque tiene pinta que Hinata no hace nada. - Yachi negó con la cabeza para simular que hacía caso y estaba atento a las clases.

– Estamos estudiando mucho y se entera de todo, menos cuando piensa en el otro chico. El alto de pelo oscuro. Hoy estaba preocupado porqué está enfermo. Y que da un poco de miedo.- Eso lo dijo en voz baja que apenas yo mismo había escuchado... Es verdad que a veces da miedo, pero era un miedo que uno se acaba acostumbrando o incluso gustando.
– Ese es Kageyama.- Dijo Suga de forma muy suave.- Por lo que me ha dicho Torako, hoy se encontraba mal y...
–¿Cómo sabe Torako que se encuentra mal?- Hacía 2 días que conocía a Kageyama y ya sabía cuando estaba enfermo, yo en cambio me enteré de casualidad... y si solo había hablado con ella y a mí no me había respondido.
– Ha ido esta mañana a su casa, para ver como estaba y estudiar...
Salí corriendo, apreté la cinta de la mochila con todas mis fuerzas. Estaba corriendo muy rápido, escuché de fondo como Yachi decía que me había olvidado mi libreta y que tampoco tenía el móvil, pero me daba igual.
Cuando llegué al cruce entre mi casa y la suya, me di cuenta de que no sabía donde vivía. Iba a deambular por todas las calles en busca de no sé que. Un apellido, una placa con su apellido...

Caminé por mil calles que parecían todas iguales, me fijaba en cualquier cosa que pudiese parecerse al mundo de Kageyama, incluso una vending machine donde vendieran esa leche que tanto le gustaba y compra en el instituto.

Llegué delante de una casa pequeña comparada con las que había alrededor. Había una pequeña placa al lado de la entrada. En ella ponía: Casa Kageyama. Suspiré, la probabilidad que fuera la suya era tan pequeña... Llamé al timbre.
Escuché ruidos dentro de la casa. Al poco rato se abrió la puerta y de allí apareció una chica con los ojos azules y rubia. Me sonrió.
– Hola! ¿Tú eres los de los mensajes, verdad? ¿Quieres algo?

La miré, no dejé de mirarla. Era muy guapa, yo... como podía competir contra ella. Por mucho que yo atacara bien o fuéramos compañeros de equipo no tenía lo que ella tenía o lo que a él le pudiese gustar. Moví la cabeza para olvidarme de mis pensamientos y apreté los puños.
– Me he equivocado de casa, adiós...

Me fui, escuché como cerraba la puerta detrás mío. Miré como se iban abriendo y cerrando las luces de las habitaciones excepto una. Se escucharon unas risas. Una mano corró la persiana de la habitación, parecía la suya, pero desde ahí era imposible distinguirla.
Justo a la izquierda había un pequeño callejón donde solo había los contenedores de la basura. Era muy estrecho. Me senté apoyando la cabeza a uno de los lados y el otro las piernas. No podía estirarlas por el poco espació.

Estaba mirando al suelo y vi caer una gota al suelo. Una pequeña mancha oscura se hizo en ese suelo de cimento gris. Miré hacia al cielo, no estaba lloviendo. No sabía de donde podría haber salido esa gota de agua, cayó otra y luego más. No podía creer que estuviera llorando por él. Apreté las manos y luego me tapé la cara con los brazos. Nadie podía verme así. Y menos él.

No tenía reloj, ni tampoco el móvil para saber que hora era y cuando empezaba el entrenamiento y por último, no sabía donde estaba.
Miré lo que tenía en la bolsa. La comida, pero no tenía hambre. Algunos libros para los exámenes, pero no quería estudiar. Si él no iba, no tenía gracia, él ya lo dijo una vez... yo no era nadie sin él. Por otro lado... si yo suspendía y él no, tampoco importaba... él por si solo valía tanto la pena.

Volvieron a salirme lágrimas de los ojos, doblé mis piernas y apoyé mi cabeza en ellas la cual tapé con mis brazos. Que vergüenza sentía en ese momento... estaba llorando por un chico que yo no le importaba nada, era solo un señuelo.

Y yo quería dejar de ser su señuelo y convertirme en algo importante para el equipo y sobretodo para él.






Después de llorar tanto e ir cogiendo frio mientras el sol se iba poniendo, yo seguía allí sentado mirando la nada. Con los dedos hacía dibujos en el suelo, primero eran cosas aleatorias, pero luego empezaron a tener todo sentido. Primero una K, un corazón y por último un |-
– ¿Estás bien chico?- Levanté la cabeza, era una mujer de tez pálida, pelo negro y largo con unos ojos negros, la forma de ellos me era familiar. Los abrió de golpe y sonrió.- Ese es el uniforme del Karasuno, mi hijo también va allí, se llama Kageyama Tobio, ¿lo conoces?- Asentí, ¿cómo podía no conocerlo?- ¿De qué os conocéis? ¿Vais a la misma clase?
–No...- Miré al suelo, no sabía como mirar a la madre de Kageyama a la cara.- Antes sí que podría habérmelo planteado, pero ya no más...
– Es verdad, que se cambió de clase.
Tobio no es de esos que explican las cosas aunque ya lo debes saber... si le conoces mucho. Pero si me lo contó es porque es importante. Supongo que sabes lo importante que es el volley para él.- Asentí, sabía que era importante, probablemente quería, mejor aún, amaba el volley por encima de cualquier otra persona.- Me dijo que era para mejorar con un compañero, cada vez que nos habla de él... se le iluminan los ojos. Llega a ser una chica y yo diría que le gusta.

Se me abrieron los ojos como platos, empecé a enrojecerme. No sabía donde meterme, me encontraba en una situación surrealista. En que momento había acabado hablando con la madre de Kageyama sobre quien le podía dejar o gustar a él. Además... yo era un chico... y él también y además, tenía a Torako. No podía ser posible que a él le gustaran los chicos o peor aún, le gustara yo. Era imposible. Intenté sacarme esa idea de la cabeza, Kageyama no era gay, no podía serlo y solo era una suposición de su madre. Ella lo había dicho: si fuera una chica... pero yo no era una chica.
–Sabes.- Se tomó un tiempo para contestar, como si estuviera pensando en algo o como decirlo.- Tú te pareces mucho a ese chico. Se le escapó que era pelirrojo y muchos pelirrojos no hay por aquí. A ver si al final vas a ser tú ese chico.- Negué con la cabeza.- ¿Quieres entrar? Supongo que todavía estará en casa, pero no tardará en irse, hoy tiene entreno. Probablemente ya no esté.
– No hace falta, solo quiero irme a casa, ¿sabe como puedo llegar al cruce que une esta calle con la del colegio?- Miraba al suelo. La madre de Tobio sacó las llaves de la puerta del bolso. Se acercó a mi y me dio las indicaciones.- Gracias.
Me sonrió y se fue para abrir la puerta. Me esperé un poco y por un agujero del muro miré para ver que sucedería y por detrás aparecieron Tobio y Torako. Se estaban cogiendo de la mano y despidiéndose. A lo mejor se habían besado y yo...

Salí corriendo y me fui para casa, no había recogido el móvil de la sala de profesores y también me había dejado la bici en el instituto, pero no quería encontrármelo. No quería verle durante un tiempo.
Hacía viento y las lágrimas se me iban para atrás. No podía oblidar la imagen de Tobio cogiendo su mano y sonriendo. Pero la peor era su cara al verme, como si no debería estar ahí, solo la había cagado estando allí. No se lo esperaba, ni yo tampoco.
No quería entrenar, no quería jugar a volley y no entendía por que. Me quedaba un gran trecho hasta casa. Cuando me di cuenta de donde estaba, decidí ir andando. No quería llegar a casa con los ojos rojos y vidriosos. Solo quería parar de llorar y borrar esa imagen de mi cabeza, él sonriendo a Torako, pero deseaba olvidarme de él, de lo que sentía en ese momento. No lo había sentido nunca, podía compararlo con la pasión que tenía con el volley, pero no era posible. Él no podía ser.

Después de andar todo ese tiempo, me paré antes de entrar a casa y me miré la mano derecha. Todo eso que sentía al rematar una bola que él me colocaba, toda esa felicidad... se había esfumado al verlo coger la mano de otra chica. De otra persona. Respiré hondo y me preparé para entrar.

And His Smile Is So Fucking Cute |Hinata y Kageyama|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora