KAGEYAMA 14

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Cuando Azusa dijo eso, mi piel se puso de punta. No podía ser que los del Karasuno estuvieran en ese restaurante. La mitad de ellos no se lo podían permitir, si que era verdad que había una parte que era más económica, pero no entendía que hacían allí. Al fin y al cabo daba igual porque allí estaban. En ese restaurante demasiado caro para todos ellos y yo no estaba en mi mejor situación para saludar y charlar con los que una vez fueron mis amigos. Por suerte, o eso pensaba yo, haber bebido un poco antes de entrar y haberlo acompañado con un porro, hacía que tuviera más valor que de normal porque ellos me imponían demasiado, hasta el punto de hacerme volver a ese Kageyama tímido y pequeño que casi no habla y está siempre enfadado, pero ahora había cambiado y existía un nuevo yo que me gustaba. Me excusé de mis amigos para dirigirme a la mesa del Karasuno. Caminé bien recto con la barbilla en alto para demostrar unos aires de superioridad que en realidad no tenía, pero solo quería creérmelo porque necesitaba sentirme especial en alguna cosa.

Me paré delante de la mesa y le puse las manos encima de los hombros de Daichi. La cara de todos los presentes cambiaron, el capitán intentó soltarse, pero lo tenía bien cogido. Esos días en el Aoba había ido al gimnasio y había ganado fuerza.
— Queridos amigos, ¿que os trae por aquí? En este restaurante tan elegante.- Le apreté más los hombros.- y un tanto lejos de donde vivís.
— ¿Se puede saber a que hueles?- Miré a Tsuki que estaba al lado de Daichi. Quité las manos de encima del chico y este soltó un suspiro al ver que ya no estaba cogido.
— Vaya Tsuki, yo también me alegro de verte.- Hice una pausa dramática.- Yo pensaba que eras listo como para saber a que huele la hierba.
Toda la mesa se puso tensa, sonreí amargamente. Esa sensación no me gustaba, estaba actuando como un cabrón pero era la única forma que tenía para protegerme, quería protegerme de él. Solo mirándolo volvería a caer a sus pies, como ese día que parecía una pesadilla que no paraba de repetirse una y otra vez en mi cabeza y que poco a poco había dejado de doler. Aunque aún seguía doliendo y a veces se me escapaban algunas gotas cuando pensaba en ello.
— ¿Te has revolcado en un campo o que?- Me contestó Tsuki, me reí y le di un golpecito en la espalda.- No sabía que podías reír.
Intenté que no se me notara en la cara, pero eso me dolió y me dolió que él pensara lo mismo o que él me iba a dar la espalda.
— ¿Como te va por el Aoba Johsai?- Óbviamente allí estaba Suga intentando solucionarlo todo con palabras bonitas, nunca sin faltar al respeto.- ¿Esos son tus amigos?- Asentí, era verdad que allí estaban mis amigos, pero había chicos de otras clases o incluso algunos universitarios que conocían a Suwa y se animaban fácilmente a este tipo de quedadas que acabarían en una fiesta.- ¿No son un poco mayores?
— Bueno, los de mi grupo o sea mis amigos más cercanos hacen segundo. Hay alguno del equipo de Suwa, que es mi compañero de cuarto, el novio de una de mis amigas y unos universitarios que no sé quienes son, pero me invitan a sus fiestas y...
— ¿Qué tipo de fiestas?- Vi como Daichi se giraba y me miraba. No podía creer que me intentara controlar a pesar de que ya no estaba en su equipo.- Espero que no sean fiestas con alcohol y todo ese tipo de sustancias que...
— Daichi tío, aquí ya somos todos mayores como para que digas sustancias en vez de drogas. ¿Y qué pasa si son fiestas con alcohol? No puedes decirme nada, ni se te ocurra porque ya no eres mi capitán. Ahora eres una persona pasajera en mi vida. Y yo...- Suspiré, ya tenía más que suficiente con Oikawa o Suwa como para que ahora viniera él a decirme algo.- Sabes, soy feliz aquí. Tengo amigos que en el Karasuno no tenía, aquí me han dado una segunda oportunidad que vosotros ni os habéis planteado. Aquí la gente sabe quien soy, aquí la gente me aclama y me quiere. No soy un olvidado. Soy popular y me invitan a todas las fiestas...
— Kageyama.- Me giré tras escuchar esa voz que sonaba tan suave, era extraño en él.- En el Karasuno no eras invisible, eras imprescindible, pero al final...- Tanaka se tomó una pausa. Solo esperaba que Nishinoya no acabara la frase porque sería de crios.- Todos pasaremos páginas y vendrá alguien mejor que...- Me reí, ni me podía creer que dijera que habría alguien mejor que yo, pero mi risa se cortó de golpe en cuanto escuché su voz. Aquella voz que me rompía, había esperado tanto para escucharla que ahora no parecía real.
— Yo no, yo no voy a saber pasar página porque sé que serás el mejor colocador que he conocido nunca. Aunque no te reconozco. No sé quien es el chico que tengo delante.

Sentí mi corazón romperse, decía no reconocerme pero yo era ESO por él, porque necesitaba protegerme de una forma u otra y mi escudo era ser un cabrón porque no sabía que hacer más con mi vida.
— Hinata, no...- Y por primera vez me lo miré. En pocos segundos nuestras miradas se cruzaron.- Tú no tienes ni el mínimo derecho a decirme nada, tú...- Me acerqué a grandes zancadas a donde él estaba.- No tienes el derecho de opinar sobre mi vida porque tú...

Se hizo un silencio en todo el restaurante, Suwa y el resto habían dejado de reír y hablar para saber que estaba pasando ahora mismo en nuestra mesa. Shoyo se levantó y lo tenía justo debajo. Lo tenía muy cerca, demasiado y esperaba no ponerme rojo, esperaba que no se me viera la cara de los mismos colores que yo sentía por dentro.
— Yo que Kageyama... Dime, yo que.

Le puse el dedo índice en la frente y empecé  a darle golpecitos suaves, justo donde hacía un tiempo había colocado mis labios.
— Tú... me has destrozado la vida.- Dejé el dedo cansado descansar en su frente.
— ¿Cómo?- Sus ojos se cristalizaron, él no podía llorar porque el que estaba enfadado era yo. Mi dedo reposaba en su cabeza y no quería retirarlo de allí por un tiempo. Y susurró- Dímelo.
— ¿Estás seguro?- Asintió. Aparté el dedo bruscamente.- Me destrozaste la vida en cuanto te vi entrar ese día por primera vez en el pabellón y yo estaba practicando los saques. Me destrozaste la vida cuando le dijiste a Yachi que se quedara en el equipo. Me destrozaste la vida cuando decidiste irte con ella. Me destrozaste la vida cuando me fui y no preguntaste como estaba, ni me paraste, me dejaste ir.- Paré y empecé a darle pequeños empujones a los hombros.- Me destrozaste la vida cuando la escogiste a ella.- Le di un empujón más fuerte y se cayó al suelo, todos se levantaron a ayudarlo. Unos brazos me cogieron por detrás, ese aliento olor a alcohol mezclado con el perfume que usaba siempre... Suwa me estaba apartando de esa mesa y me susurraba cosas, pero yo no podía parar. La primera lágrima cayó y supe que no era momento de parar, ahora ya me había mostrado débil. Me había tirado a la piscina y había caído de cabeza.- Me destrozaste la vida el día que me dejaste en ese parque hace casi dos meses. Ese día me destrozaste la vida.

Empalideció, como si haberme dejado allí era la mejor opción, pero para nada lo fue. Lo mejor que podría haber hecho era quedarse. Abrazarme y decirme que me iba a perdonar por haberme ido esas dos semanas.
— ¡Lo hice! Decidí dejarte allí para que siguieras tu sueño.- Lo escupió con rabia. Moví la cabeza de un lado para otro. No quería escucharlo.- No quería que alguien como yo, alguien que te ha destrozado la vida tantas veces, destruyera tu sueño.
— ¿De verdad Hinata? Dices que me conoces, pero no tienes ni idea.- El mundo se me cayó encima, estaba claro que no me conocía.- Eres idiota si crees que mi sueño era ir al Aoba. Hace un año lo era, incluso hace 3 meses lo era. Pero el día del torneo, ese día quedarme allí era solo una promesa. Mi sueño no es ese Hinata...- Suspiré y me rendí. Era ahora o nunca.- Hace tiempo que dejó de serlo.
— ¿Y cual es ese sueño tan maravilloso que es mejor que ir al Aoba Johsai.- Dijo con un tono irónico que me dolió. No sabía si lo estaba haciendo apropósito. Igual que no sabía si yo estaba preparado para decirlo. Me desaté de los brazos de Suwa.
— ¿De verdad que no lo sabes?- Negó con la cabeza. Como si fuera un borracho, me acerqué a la mesa de mis amigos. Tomé la botella y le di un trago. Me acerqué. Me acerqué mucho. Su aliento me rozaba el cuello y sabía que mi aliento sabor a alcohol le acariciaba la frente, con todo el amor embriagado que tenía en ese momento. Y lo dije de un tirón.- Tú.- Me levanté de allí, me giré para mirar a Suwa y a todos.- Ni se os ocurra seguirme. Me voy. Nos vemos el lunes.
Y me fui por el pasillo por donde hacía media hora había entrado todo digno y con ganas de pasármelo bien y ahora salía de allí destrozado, con la cabeza baja. Salí del restaurante, giré en la primera esquina y me senté en el callejón. Le di un trago a la botella de vino y la miré. No me gustaba el vino. Lo odiaba. Odiaba mi vida de ese momento. No sabía que estaba haciendo, solo era un crío de 15 años que se pensaba que era mayor, pero no tenía ni idea de la vida. Pensé en la escena que acababa de montar y lloré. Al final, de todo lo malo, lo único bueno que podía decir era que me había confesado, pero a que precio.
Escuché unos pasos acercarse. Un pie me dio pequeños golpes para que me moviera. Me desplacé hacia la derecha un poco y Daichi se sentó a mi lado. Antes de decir nada, antes de reñirme me abrazó. Fue como el abrazo que le había dado a Oikawa hacía mucho tiempo, ese abrazo de hermano mayor que tanto necesitaba y como niño que era, lloré.

And His Smile Is So Fucking Cute |Hinata y Kageyama|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora