Parte X

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Narra Alba:

Reconozco que el cambio de aires me había sentado genial. Valencia era una ciudad preciosa y había conocido a mucha gente.

Al principio me costo un poco coger el ritmo, pero Joan no me dejo sola ni por un instante. Poco a poco he ido conociendo a gente y la verdad que estoy muy a gusto. Lo mejor, sin duda, son las clases, disfruto mucho aprendiendo y compartir sensaciones con personas que están viviendo lo mismo que tu es genial.

No puedo negar que el tema de Natalia me tenia un poco rallada, habíamos estado el verano tan tan unidas que de repente no poder hablar con ella todos los días se me hacía cuesta arriba. Al final, no me quedo otra que acostumbrarme, es cierto que nuestra relación tenía idas y venidas, de repente pasamos unos cuantos días sin saber la una de la otra y luego no podías parar de escribirnos o de llamarnos. En cierta manera me estaba acostumbrado a esa inconstancia y ya la sobrellevaba mucho mejor que la principio, sino que se lo digan a Joan, que el pobre se había tragado noches y noches de charlas intensas.

No sabía que había entre Natalia y yo, o si había algo, pero que conforma con su amistad, porque creo que era lo justo para ambas.

Conocí a mucha gente nueva y entre toda esa gente estaba Ana, al principio no la aguantaba, era la típica niña bien, que tenía respuesta para todo, pero creo que en fondo me daba un poco de envidia, porque en muchos sentidos me superaba. Aunque empezamos discutiendo, enseguida nos dimos cuenta que teníamos mas puntos en común que desavenencias, y poco a poco fuimos conociéndonos.

Siempre he tenido mucha conciencia de clase social, y he ido consciente de mi lugar en el mundo. A los que estamos abajo no nos cuesta nada mirar hacía arriba, pero los que están arriba no miran ni por un segundo hacía abajo.

Sin embargo, Ana era diferente, es cierto que venia de una familia bien, pero los había defraudado a todos cuando decidió dejar derecho y empezar a estudiar bellas artes. Encima era guapísima. No era de esas guapas que no sabía que lo era, todo lo contrario, era de esas guapas que se encantaba. Morena, con el pelo largo y ondulado y los ojos marrones. Era una diva, impertinente como ella sola y creída pero muy guapa.

En cierto modo, nos encontramos justo en el momento en el que ambas más necesitábamos a alguien. Y en seguida nos volvimos confidentes.

Yo le conté todas las cosas que me pasaban, incluida la novela que yo misma me hice sobre Natalia y ella también se abrió a mí.

Por eso, cuando les propuse a Julia y a Sabela ir a verlas, pensé que Ana podría venir, ella también tenía amigos en Madrid a los que visitar y además, sabiendo lo que había creo que sería un buen apoyo si las cosas se torcían o si decidía meter la pata.

Las últimas veces que hablar con Natalia no quise decirle que iba, no porque fuera una sorpresa ni nada de eso, solo, la notaba algo agobiada y no quería que pensara que iba por algo en concreto.

Me moría de ganas por ver a Sabela y a Julia, pero en el fondo sabía que no era el único motivo de visita. Y como mis amigas habían sido tan oportunas de alquilar justo el piso de arriba sería casi inevitable vernos. Como no sabía que iba a pasar e intentaba pensarlo lo menos posible, mis expectativas sobre aquella visita se limitaron a darle muchos besos a Sabela y Julia y a visitar junto a Ana una galería de una amiga suya. Lo demás que fuera surgiendo ya veríamos como lo gestionábamos.

Estábamos ya preparando las maletas en mi piso, no sabía muy bien que meter en maleta, cuando Ana me miro un poco de reojo.

- Oye rubita tu no estarás, por casualidad, un poco nerviosa ¿no?

Que nunca gane el miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora