Parte XXV

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Narra Natalia:

La adrenalina es algo que engancha. Es como una droga que deja a tu cuerpo expuesto. Una subida sin limites y una bajada con vistas al mar. Estaba a punto de tocar mi último tema, este lo había compuesto junto a un gran cantante español, Pablo López. Subió al escenario y ambos tocamos la canción. Mi caída a los infiernos y me lenta recuperación había provocado cierto interés en algunos artistas, que accedieron a colaborar conmigo en mi último disco. No había sido el caso de Pablo López, con el simplemente surgió. Yo tenía la idea de la letra y el hizo su magia con el piano. Y allí estábamos frente a cientos de personas tocando esa canción que me hacía revivir momentos bonitos y dolorosos a la vez.

- Esta canción esta dedicada a una persona muy especial. Pero hoy se la voy a dedicar al amor. Como es el amor...Que cabrón. A veces te hace volar y otras veces te estrella sin miramientos.

Debería estar cansada

de robarte madrugadas

de morder tus manos y tus pies.

Debería provocarte

siete veces por semana

debería haber subido al tren.

Debería haberte atado

a la pata de la cama

para que no huyeras de ese hotel.

Debería haber sido y no fue

deberíamos saber hacerlo

deberíamos sacarnos de la boca el corazón.

Deberíamos estar ardiendo

deberíamos matar al que nos enseñó el reloj.

Y es que nunca debería de haber escrito esta canción.

Puede que te esté contando

más de lo que debería

pero a veces es mejor así.

Y es que debería recordarte

que se nos hizo de día

que te fuiste sin poder dormir.

Debería estar borrando

cada verso de esta historia

debería recordar porque

lo que pudo haber sido y no fue.


Cerré el espectáculo con una canción más movida y los agradecimientos a todos los artistas, desde la parte musical hasta a las técnicas de sonido.

Al bajar del escenario entre al camerino. Siempre necesitaba un par de minutos para recomponerme.

Tocaron a la puerta del camerino. Era María y venía acompañada de todos los demás.

- Natalia, ha sido impresionante.

- ¿Lo habéis disfrutado de verdad?

Todas se acercaron a abrazarme y darme besos mientras lo afirmaban con la cabeza.

Estuvimos cenando de vuelta en el hotel. Todo ese subidón solía dejarme después un poco baja de ánimos aparte de el agotamiento propio.

Me despedí y estaba subiendo a la habitación cuando María me alcanzo en los ascensores.

Que nunca gane el miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora