Parte XXVIII

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Narra Alba:

Habían pasado tres semanas desde la inauguración de la galería y las cosas no habían podido ir mejor. La comunidad había acogido la galería de una forma increíble. Teníamos todos los talleres completos casi desde el día siguiente a la inauguración, se habían vendido colecciones casi completas y apenas dábamos abasto para rellenar los espacios que iban quedando vacíos.

Por mi parte, aunque los primeros días fueron una locura he preferido mantener la calma, muchas veces la novedad hace que un sitio esta muy concurrido y luego con el tiempo cae empicado.

Yo iba a seguir trabajando y confiando en que lo que estábamos haciendo era, lo mejor que sabíamos hacer y con el tiempo esta galería enraizara en la cultura social de Barcelona.

Hice caso a María cuando me recomendó contratar a alguien para delegar. Es cierto, que me costaba un poco confiar en alguna persona de fuera, así que le ofrecí el puesto a una de las pocas personas que sabía que tenía la misma ética de trabajo que yo, Ana.

Al principio se mostró algo reticente, ella tenía otros negocios como marchante de arte y desde que estaba con Miriam la había estado acompañando a casi todas partes. Pero ella había estado casi desde el inicio del proyecto y vi en sus ojos la ilusión que la hacía que confiara en ella. Ana y yo nunca habríamos funcionado como pareja, aunque debo reconocer que me resultaba una persona bastante atractiva, creo que ambas optamos por la mejor decisión mantener nuestra amistad, por encima de lo que probablemente hubiera sido un polvo mediocre.

Me encontraba terminando algunas cosas en la oficina de la galería, y esperando a un representante de una empresa que había comprado algunas piezas, cuando vi entrar a Natalia. Me sorprendió, no había sabido nada de ella desde el día de la inauguración, día en el que, por cierto, una vez acabo todo despareció, supongo que con Vicky.

Empezó a subir las escaleras y se encaminó hacía mi despacho, mentiría si no dijera que me puse bastante nerviosa. Iba algo informal, llevaba una camiseta roja y unos vaqueros negros, pero estaba guapísima.

Tocó y le abrí la puerta.

Ella estiró su mano.

- Hola ¿Qué tal todo?

- ¿Qué haces aquí Natalia?

- Guardemos las formas por favor.

Volvió a estirar su mano y yo la estreche.

- Hola Natalia.

- Antes de que me vuelvas a preguntar que hago aquí, te diré que tenía una cita contigo.

Me puse realmente nerviosa, estaba desconcertada, supongo que por mi cara entendió que no tenía ni idea de a que se refería.

- Igual me he equivocado de día, pero mi asesora me dijo que hoy tenía una cita contigo para cerrar un tema sobre la adquisición de algunas obras.

- Espera, ¿esta empresa es tuya?

Señale la tarjeta que había sobre mi mesa. Ella la sujeto.

- Si, la tarjeta es una mierda, estoy por cambiarlas.

Observé detenidamente la tarjeta. Albalia Global Bay. Ella señaló el símbolo.

- Es la púa de una guitarra, pero si ni tú, que lo pintaste, has conseguido verlo igual tengo que cambiar de diseñadores.

Ahora me acordaba, como no lo había visto. Para la primera vez que tocó en un pub, le diseñe una púa y se la regale. Esa tarjeta dibujada la misma púa. Fue como un viaje de años en tan solo un par de minutos.

Que nunca gane el miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora