Parte XXII

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Narra Natalia:

Estaba en Londres a aproximadamente unos 1700 kilómetros de Madrid. ¿Qué probabilidad existía de qué justo a esa hora, justo en ese restaurante me chocara con Alba? ¿Una entre un millón? Organizaba lo más rápido posible mis pensamientos, bloqueando a posta mis sentimientos. Bloqueando el hecho de que iba preciosa, de que tenía el pelo un poco más largo y más rubio, que sus ojos seguían siendo lo mismo de expresivos y que sus labios, los que tantas veces bese, ahora pintados de un rojo fuerte me fulminaban.

- Yo...Lo siento, no esperaba encontrarte aquí.

Le dije intentando disimular de una forma burda que mi corazón estaba disparado.

- Yo tampoco.

Sonó seca y concisa.

- ¿Qué haces aquí?

- Creo que no tenemos porque ser cordiales y quizás si alguien tuviera que preguntar algo soy yo ¿no crees? En fin, no merece la pena, supongo que no me vas a decir nada, el silencio juega a tu favor. Será mejor que vuelva a mi mesa.

Sujete su brazo, fue algo instintivo. Ella me aparto.

- Natalia, creo que es suficiente. Tu ya me dijiste todo lo que tenías que decirme y yo te busque durante meses para decirte lo que te quería. Desapareciste. Convertiste todo nuestro amor en odio. Que crees, que, porque estamos en un país diferente, va a cambiar algo.

- Alba...Yo lo siento mucho de verdad. Si me dieras la oportunidad de explicarme.

- Ya tuviste esa oportunidad, es más, creo que alargue esa oportunidad más de lo que merecías.

- Se que he sido una completa gilipollas, pero te juro que tenía mis razones.

- Vamos a dejarlo aquí, tus razones, tus excusas o lo que mierda sea lo que piensas ya no me valen. Te busque, habría sido capaz de perdonarte, de intentarlo de nuevo incluso de luchar juntas para vencer nuestros miedos. Pero tú no has querido y ahora soy yo la que no quiere.

Te fuiste, ni si quiera tuve oportunidad de réplica. Tenía tantas cosas que decirte, quería gritarte y decirte que te odio. Pero ahora ya da igual. Sea lo que sea terminó. No he recorrido todo este camino alejándome de tu fantasma para que ahora te presentes aquí. No Natalia, no tienes derecho y no te lo voy a consentir.

Paso por mi lado y no pude apenas retenerla, al fin y al cabo, que derecho tenía a hacerlo. Sentí mi corazón romperse en mil pedazos y todos ellos llevaban su nombre.

Entre en el baño, me echa agua en la cara y cogí todo el aire que pude. Contuve mis lágrimas, las piernas me temblaban y todo mi cuerpo estaba haciendo un esfuerzo estoico para mantenerse clavado allí mismo.

Salí y pude ver como Alba recogía su chaqueta, y le decía algo a su acompañante, una chica que estaba de espaldas. En ese momento su acompañante también cogió su chaqueta y se levantó. Era Ana, la reconocí, aunque estuviera de espaldas, la reconocería en cualquiera sitio. Siempre pegada a Alba, esperando su oportunidad. La sangre me hirvió, la había puesto en bandeja de plata lo que más yo quería. La culpa sin embargo no era de ella. Era mía, yo había dejado que todo esto ocurriera. Yo había perdido todas las sonrisas de Alba, todos los susurros, todas las miradas y de camino había perdido una parte de mi que ella siempre tenía.

No, no podía estar enfadada con Ana, ni con Alba, estaba demasiado ocupada estando enfadada conmigo mismo y con mi manera de hacer las cosas.

Quería decirle mil cosas, dar la cara, explicarle que fui una niñata y que ahora no volvería a comportarme igual. Pero se marchó. Estaba en su derecho, pero joder, me dolió que ni si quiera titubeara, no se mostro nerviosa, Alba no era una persona insensible, quizás simplemente había superado lo nuestro, tal y como yo debería haber hecho.

Que nunca gane el miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora