Narra Natalia:
A esa fiesta le siguieron otras tantas, nunca había dejado que nadie me vacilara con esa soltura. Pero tampoco nadie me había desarmado con tan solo un beso. Tenía ese justo punto de picardía y dulzura que hacía que me volviera loca y ya era absurdo disimularlo delante de mis amigos. María insistía a menudo en recordarme la cara de boba que se me quedaba mientras veía sus fotos o cuando salíamos con los demás.
Creo que lo que estaba empezando a sentir por Alba me desbordaba, era una fuente infinita de inspiración, pero también de miedos. En poco tiempo se había convertido en necesaria para mí, eso me daba mucho miedo. Estaba acostumbrada a no depender de nadie, a pasar de puntillas por los sentimientos, con Mikel me había sido bastante fácil, de hecho, creo que era una dinámica que ambos dominábamos. Había una parte de mi dónde ni él ni nadie tenía cabida y lo aceptaba tal cual.
Alba era diferente, ella derribaba cada barrera, me hacía sentir la persona mas dichosa del mundo y la vez la más insegura.
Era la ciclotimia en estado puro.
En un mar de caos que era mi vida, ella era, dentro de la locura, lo más estable que había tenido nunca. Mi carrera no iba lo que se podía decir bien, tampoco mal. Iba aprobando las asignaturas, pero mi atención iba en caída libre. Mi trabajo, me pagaba las facturas, pero seamos realistas, ¿Quién quería ser camarera toda la vida? Lo único que me motivaba para seguir era pensar que, con el tiempo, mi jefe confiaría lo suficientemente en mi para dejarme tocar y cantar en el escenario que yo miraba con ansia mientras ponía gin-tonic a gente de postureo.
Mi vida se había convertido en una serie monótona de acciones concadenadas, lo único que rompía los esquemas y me daba vida era Alba, deseaba con ansia el momento del día en el que nos veíamos. Llevábamos una época en la que nos veíamos todos los días, a veces iba a recogerla al museo o la escuela de artes y otros días era ella la que acercaba a la sala en la trabajaba. Esa noche me tocaba trabajar y Alba quedo en pasarse.
Era casi media noche y la sala estaba a reventar, hoy tocaba Vetusta Morla y se notaba. Esta noche era de menos de gin-tonic y más de cervezas. La gente empezaba a agruparse cuando por fin la vi entrar en la sala. Iba con Ana, que prácticamente era su sombra. A estas alturas era innegable el hecho de que no la aguantaba. Supongo que en otras circunstancias habríamos congeniado bien, era descarada, tenía un sentido del humor un tanto negro y además era toda una belleza, pero verla detrás de Alba a cada instante me crispaba. Alba era un ser de luz, que no veía mala intención en casi nadie, pero yo me había cruzado con mucha gente como Ana y sabía solo con ver como miraba a Alba, que si podía iba a aprovechar cualquier oportunidad.
- ¿Morenaza nos pones una cerveza?
- A ti te pongo, lo que me pidas.
Les serví las dos cervezas mientras Alba dejaba un beso en mi mejilla, no pude evitar susurrarle muy cerca del oído lo guapa que era. Ella se ruborizo, eso me encantaba.
Pronto llegaron también María, África, Marta, Julia y Sabela. Agradecí que no estuvieran solas Ana y Alba.
Vetusta había comenzado su pequeño concierto, la sala estaba a reventar. Tocaban Maldita Dulzura y yo no podía despegar mis ojos de Alba, ella se contoneaba al ritmo de la música sin ser consciente del calor que estaba despertando en mí. Fugazmente intercepté la mirada que Ana le estaba lanzando a Alba mientras hablaba con Julia y enfurecí. Detrás de la barra poco podía hacer, así que avise a María.
- María cariño ¿tu podrías simplemente mantener a Alba fuera del radar de Ana?
- En serio amiga, tienes una obsesión fuerte por Alba. De verdad, que Ana es que es así con todo el mundo. Si mira, hoy no se despega de Julia.
ESTÁS LEYENDO
Que nunca gane el miedo
FanfictionA veces pasan trenes por tu vida, los dejas marchar, y nunca vuelven. Otras veces, sin embargo, el pasado vuelve a sacudirte y colocar todo en su sitio. Somos un conjunto, un universo propio compuesto de las decisiones que tomamos, las personas...