Parte XXXV

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Narra Alba:

Estaba bastante nerviosa, tras salir del restaurante y despedirme de Julia y Miki fui paseando hacía el hotel, necesitaba que me diera un poco el aire.

Vaya manera casual de encontrarnos con Natalia sin pretenderlo. Encima estaba guapísima y había conocido a algunas artistas que personalmente admiraba mucho. Ellas hablaban de Natalia con admiración, no me sorprendía, desde que la escuche cantar por primera vez supe que llegaría donde ella quisiera. Pero escuchar a mujeres tan importante hablar de ella con tanto cariño me hizo también sentirme un poco desubicada, ¿que pintaba yo en ese mundo?

El camino de Natalia y el mío se cruzó cuando estábamos empezando a vivir, teníamos un montón de ilusiones y planes de futuro. Sabía perfectamente quien era ella y quien era yo. Ahora, sin embargo, aunque me costara aceptarlo, Natalia había madurado, aunque personalmente siguiera siendo una descarada, estaba claro que profesionalmente se había ganado a muchas personas.

A mi tampoco me paso desapercibida la actitud de Rosalía con Natalia, era totalmente ajena a todas las cosas que había vivido, igual que ella lo era a las mías, sin embargo, había algo que siempre nos mantuvo unidas. Era extraño de explicar, pero así lo había sentido siempre.

Me di una ducha inmersa en mis pensamientos, después de hablar con Sabela y darle las buenas noches a mi pequeña, salí dirección al restaurante.

Decidí ponerme un vestido un poco más atrevido dado que la cena sería un restaurante bastante importante de Madrid. Me apetecía estar acorde con la ocasión.

Cuando llegue Eddie Peake estaba esperando, como un caballero inglés se levanto para darme la bienvenida. Gesto que dicho sea de paso me pareció bastante rancio.

Tras una conversación un poco trivial y pedir el primer plato entre de lleno en la negociación. Tras unos minutos tuve que darle la razón a Ana, Eddie no solo estaba encantado con llevar parte de su obra a mi galería, es que además lo hubiera hecho si solo lo hubiera llamado. Me confeso que quería verme y disfrutar de mi compañía y yo me sentí halagada, aunque insistí en que me gustaba separar mi vida profesional de la personal. Su obra me atraía hasta limites insospechables, su atrevimiento en el uso del color, sus performances, sin embargo, el me parecía un tanto soso y sin gracia.

Aun así, disfrutaba de nuestra conversación centrada en el arte.

En un momento de la cena, me disculpé para ir al baño, al pasar cerca de una mesa de camino vi a Natalia. Joder, Madrid era enorme, encontrarnos dos veces en el mismo día debía ser ya cosa de brujería.

Intente que no me viera y seguí dirección al baño, justo al entrar mire hacía atrás, parecía muy concentrada en una conversación, al fijarme en la chica que le acompañada me quede aún más helada, era Alicia.

María tras levantar el veto sobre hablar de Natalia, me había contado algunas cosas sobre Alicia, cosas bastante feas. No se que hacía con ella allí, y aunque en un inicio la sangre me hirvió, ¿Quién era yo para juzgar a nadie?

Cuando estaba por salir del baño su perfume me cubrió por completo, mire hacía la puerta y Natalia estaba apoyada en la pared.

- ¿Qué haces tú aquí?

Me interpelo con una sonrisa divertida.

- Supongo que lo mismo que tú.

Le conteste casi sin mirarla.

- Pues espero que no hagas lo mismo, porque el chavalito que esta cenando contigo no creo que se lo merezca.

Dijo entre risas.

Que nunca gane el miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora