Parte XXVII

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Narra Alba:

Quedan solo tres horas para que todo comience, no puedo estar más nerviosa. Estoy terminando de vestirme, menos mal que Sabela se iba a encargar de llevar a Natalia al evento. Porque si no, soy capaz de olvidarme de mi propia hija.

Mientras terminaba de ducharme pensaba en que sería mi vida sin Sabela, sin María y sin Ana. Saber que puedo contar con ellas a cada paso es una liberación. No pude evitar sonreír al pensar en ellas. Hoy también estarían allí. Y no solo ellas, estarían mis amigos de Madrid, algunos de Valencia y mucha gente más a la que había conocido en el tiempo que estuve en Londres y en Berlín. Tenía ganas de ver a todo el mundo.

De repente a mi mente vino la imagen de Natalia, ella también estaría allí. Si hace unos cuantos días me lo hubieran dicho me habría reído. Y sin contar con ella, se había convertido, de repente, en una de las estrellas principales de mi evento. Ella siempre había sido así. Apareció de repente y también se fue sin más. Nuestros encuentros siempre fueron repentinos.

No había querido ocupar mi mente con ella, tenía cosas más inmediatas. Pero solo pensar que ella estaría me hacía sentirme contrariada. Por un lado, me ponía feliz que formará parte de este gran día. Al fin y al cabo, muchas de las cosas que soñé desde nuestro piso en Malasaña estaban hoy aquí. Por otro lado, nuestra relación había sido tan difícil que temía no terminar de encontrarnos a gusto la una con la otra.

Mi teléfono sonó. Alejandra iba a pasar a recogerme en media hora. Habíamos quedado en llegar juntas antes. Ella quería revisar que todas sus fotos estuvieran bien y ayudarme en lo que necesitara. Y a mi me daba tranquilidad.

Elegí un vestido negro escotado por la espalda. Lo compre justo cuando el día en que marque en el calendario cuando sería la inauguración. Generalmente llevaba el pelo recogido y liso. Pero para este día me lo ondule. Eso junto a la magia de una amiga de María que se dedicaba al maquillaje y unos tacones considerables me dieron el punto gesto entre formal y un poco atrevida.

La mirada de Alejandra cuando me subí en el coche me indico que no me había equivocado demasiado.

- Guau estas preciosa.

- Gracias, tú también vas muy guapa.

Era verdad, llevaba un vestido rojo que le quedaba muy bien.

- Por cierto, que calladito te tenías el gran golpe.

- ¿Qué gran golpe?

- El de Eilan Bay al final. La verdad es que no sigo mucho a los medios, pero esa chica tiene talento. Además, con ella te aseguras que la galería salga en muchos sitios más.

- Si, bueno la verdad es que lo organizo todo María.

- ¿Pero la conoces? Tiene pinta de ser una tía de los más interesante.

- Sí, estuvo ayer haciendo pruebas. Pero bueno, es solo un grano más en todo esto.

Ella asintió y sonrió, a pesar de que conocía a Alejandra de hace algún tiempo y que habíamos tenido algún que otro momento íntimo, nunca le hable de Natalia. De hecho, el recuerdo de Natalia era tan mío, que me negaba a compartirlo con nadie.

Sujeto mi mano cuanto había aparcado.

- Todo va a salir genial. Lo que has hecho es increíble y estoy deseando que todo el mundo lo vea.

Apreté su mano. Me dio algo de tranquilidad.

Justo al torcer la esquina vi que habían puesto una alfombra roja y había un par de marcas que se habías prestado para el photocall. Confiaba en que María haría toda esa parte genial. Y así era. Cuando cruce las puertas ella estaba ya dando órdenes. En si misma era el ying y el yang, podía ser la tía más pasota del mundo y también la más trabajadora y comprometida. Supongo que esa es una de las cosas que más le gusto a Sabela de ella.

Que nunca gane el miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora