Llevamos casi 2 horas de videollamada y ninguno de los dos tiene ganas de colgar. No nos vemos desde hace mucho tiempo y podemos hablar poco por su agenda tan completa. Además, mis estudios tampoco me dejan mucho tiempo. Es muy frustrante. ─ ¿Te puedo pedir algo? ─le pregunto. ─ Tú puedes pedirme lo que quieras. ─ ¿De verdad?¿Lo que sea? ─ Por supuesto. Si me dices que te traiga una estrella del cielo, te la traeré. Pero si me da algo yendo al espacio, recuerda que la culpa es tuya. ─ Eres de todo menos gracioso ─me burlo. Él se ríe. ─ Hay algo que hecho mucho de menos que hagas. Lo sueles hacer poco pero es lo que quiero ahora mismo. ─ No te pillo ─me dice arrugando el entrecejo. ─ Haz aegyo, por favor... ─ le pido poniendo ojos de cachorrito. Él resopla y suspira mientras suelta un pequeño grito de insatisfacción. ─ Me daba a mí que todo iba encaminado a eso. Sabes que no me gusta y que no se me da nada bien. ─ Se te da genial, mentiroso. ─ Eso solo lo dices para que lo haga. ─ Me has pillado ─me río ─. Es que eres muy adorable cuando lo haces. ─ ¿Estás diciendo que no lo soy? ─intenta parecer dolido. ─ Siempre lo eres pero cuando haces aegyo, lo eres más aún. ¡Y deja de desviar el tema! ─ No me hagas hacerlo ─dice mientras pone su cara típica de fastidio. ─ Por favor ─ hago un puchero y pongo la cara más triste que puedo. ─ Vale... Lo hago solo por ti, porque te quiero y porque no quiero verte triste mientras estés conmigo, ¿de acuerdo? Pero que esto quede entre los dos.
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