Miro embobada hacia el chico que tiene mi corazón, aunque tristemente él no lo sabe. Lleva gustándome casi dos años pero no me he atrevido a decírselo por miedo a que me rechace.
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Tiene mejores opciones antes que yo, no estoy a su altura. Jamás se fijaría en mí. Ahora mismo ríe con algún chiste que ha contado su amigo. Adoro verlo sonreír. Ojalá fuera yo la razón por la que ría algún día. Mientras estoy ensimismada observándolo y pensando en mis cosas, él mira en mi dirección. Al instante, me pongo roja como un tomate y rápidamente giro la cabeza para mirar a mi amiga que me está contando algo sobre su hermano con el fin de disimular. ─ ¿Me estás escuchando? ─ mi amiga pasa una mano frente a mis ojos. ─ Sí, sí ─ asiento haciéndome la interesada. ─ ¡Mentirosa! Estabas atenta a ese chico de nuevo. Oh, dios, debes dejarlo en paz. Sabes que nunca estará contigo, así que deja de soñar. No le respondo. Vaya ánimos da. Ando para la clase. Mi amiga se ha ido al baño, por lo que voy sola. Voy con la mirada hacia el suelo mientras pienso que a lo mejor debería olvidarme de él. De todas formas, puede que mi amiga tenga razón y jamás acabe con él. No puedo vivir de una fantasía. Suelto un largo suspiro que se ve interrumpido porque choco con alguien. Antes de mirar con quién he tropezado, espero que esa persona me grite que tenga más cuidado. Sin embargo, dice: ─ ¿Estás bien? Levanto la vista y me encuentro con unos ojos preocupados. Es el amigo que estaba con Kevin. ─ Sí, lo siento. ¿Y tú? ─ No ha sido nada. Ve con más cuidado para no hacerte daño ─ me dice de forma gentil. ─ Gracias. Vuelvo a clases donde justo al entrar, me encuentro con Kevin que sale. ─ Perdón ─ me disculpo. Él le resta importancia con la mano mientras me sonríe. Se va y me siento al lado de mi amiga que parece haber llegado antes que yo y que también parece algo molesta. Pero ni siquiera me percato de ello porque estoy demasiado feliz con lo que acaba de pasar. Es una tontería pero es la primera vez que he estado tan cerca de él y encima me ha sonreído. Podría calificar este día como el mejor de todos.
Al día siguiente, cuando voy a entrar en clase, veo que el amigo de Kevin está en la puerta. Me extraño porque no pertenece a mi grupo. Paso a su lado y le digo un tímido "hola" pero antes de que pueda seguir hasta mi sitio, me llama: ─ Espera, creo que esto es tuyo ─ me tiende una pulsera. ─ ¡Gracias! La busqué ayer por todas partes. Muchas gracias, otra vez. ─ Se te quedó enganchada en mi chaqueta cuando nos chocamos. ─ No pensé en eso. Creí que se me había caído por ahí. Temía no volver a verla. Gracias de nuevo. ─ No hay de que. Nos vemos ─ dice a modo de despedida.
En el descanso, sentada con mi amiga en el césped que hay en el Instituto, una pelota rueda hasta mis pies. La cojo y miro a la persona que ha venido a por ella. ─ Perdón ─ dice cuando la coge. ─ No me has hecho nada, así que no tienes que disculparte ─ respondo un poco colorada. ─ Bueno, gracias ─ sonríe mientras se va junto a los demás chicos. Cuando vuelvo a sentarme, mi amiga me fulmina con la mirada y suelta una carcajada burlona. ─ ¿Qué pasa? ─ le pregunto. ─ Eres patética ─dice mientras imita la frase que acabo de decir con mofa. ─ ¿Y eso por qué? ─ Porque parecías una tonta y se te notaba a leguas que babeas por él. Es normal que ni se fije en ti. ─ Eso es lo que dices pero ya me he encontrado con él dos veces. ─ Wow ─dice con sarcasmo ─. Solo ha sido suerte ─ dice como si no le importara pero su tono de voz demuestra lo contrario ─. No te hagas muchas ilusiones. Ni siquiera habéis tenido una conversación. Además, no eres su tipo de chica. Comienzo a enfadarme. ¿Qué sabrá ella? Me gustaría decirle un par de cosas poco amistosas pero decido callarme y mantenerme en silencio, a veces eso tiene más poder que contestarle de vuelta.
